Circula un video donde Nirvana Hank, hija de Jorge Hank Rhon, presume sin empacho todas sus pertenencias: jirafas en cautiverio, changuitos, equipos de futbol, mansiones y un largo etcétera.
En el video se ve a Nirvana desempeñando de forma muy natural y convincente un comportamiento que a la mayoría de los mortales nos parecería muy estrafalario y pretencioso. No parece siquiera que Nirvana pretendiera escupirle su posición de status a la gente: es simplemente ella, muy acostumbrada al entorno en el que ella fue criado, producto de éste y que ella percibe como normal.
Pero Nirvana Hank, quien parece narrar en su Instagram una vida más bien tormentosa donde le hizo falta atención en medio de un mar de hermanos que tuvo y que admite ser alcohólica, no es cualquier junior o persona que tuvo el privilegio de crecer en buena cuna. Es más bien hija de una familia que «comenzó desde abajo» y creció gracias a la corrupción y al poder político dentro del Grupo Atlacomulco.
Hank Rhon, el papá de Nirvana, tiene 3 carpetas de investigación por trata de personas. Es el presunto autor intelectual del asesinato de un periodista. Socio del infame Kamel Nacif. Detenido en el aeropuerto por traficar animales exóticos en peligro de extinción. Lo han acusado de lavar dinero del narco a través de sus casinos. Carlos Hank González, padre de Hank Rhon y abuelo de Minerva es recordado no solo por su corrupción en la política del Estado de México, sino por su icónica frase: «Un político pobre es un pobre político», frase que naturalmente está completamente impresa en el modus vivendi palaciego de su hijo Hank Rhon.
Es decir, esa calidad de vida que tiene Nirvana Hank está cimentada en muchos actos de corrupción, ilegalidades inmorales y muy posiblemente hasta sangre de otras personas.
Nirvana, sin embargo, no parece una persona malévola: más bien parece una persona común y ordinaria que goza y sufre como cualquier otra persona, que llora, que se siente solas, sufre depresiones o alcoholismo.
En su libro Eichmann en Jerusalen, Hannah Arendt explicaba cómo Adolf Eichmann, uno de los principales artífices del holocausto nazi, no era una persona particularmente malévola, sino más bien un burócrata mediocre que simplemente seguía órdenes, lo cual le permitió llevar a cabo las distintas atrocidades que cometió sin sentir remordimiento por ello. Así, Arendt argumentaba que el mal podía manifestarse a través de meras acciones ordinarias producto del contexto en el que se encuentran insertas y el cual normaliza ese tipo de actos (como lo fue el propio régimen nazi).
Como Eichmann, Minerva parece ser una mujer ordinaria. Aunque ella, a diferencia de Eichmann, no parece haber cometido actos inmorales o inhumanos de la talla de su padre o su abuelo como para juzgarla, ciertamente se ha beneficiado de ellos y los ha normalizado porque su entorno (la familia Hank) ha normalizado ese tipo de conductas.
Minerva, igual que Eichmann, no parece ser consciente o terminar de dimensionar las bases sobre las que está cimentada su calidad de vida privilegiada que pertenece al 0.1% más rico de este país. Minerva vive una vida normal y cotidiana sin que sienta remordimiento por cómo es que sus familiares han obtenido esos recursos que ella disfruta: esas jirafas, changuitos y ese gran comedor no necesariamente salieron de las «actividades de la libre empresa».
A ella le preocupa más la falta de atención familiar, le preocupan las depresiones que ha vivido y su problema con el alcoholismo, le preocupa tener seguidores en TikTok como cualquier influencer. Sus problemas son demasiado cotidianos, como los de mucha gente, y parece ser una persona muy normal.
Si Hannah Arendt hubiera conocido de la existencia de Minerva Hank y cómo es que ella vive una vida muy cotidiana como creadora de contenido, seguro le habría llamado mucho la atención. Y tal vez le llame la atención que su preocupación por compartir su historia de vida con el alcoholismo para ayudar a más gente pueda ser hasta genuina.
Tal vez sea injusto satanizar en exceso a Minerva Hank por ello dado que ella no ha cometido ningún crimen y es muy posible que en su actuar diario no sea siquiera una mala persona, pero, al igual que el caso de Eichmann (quien sí los cometió), Minerva nos muestra cómo los seres humanos podemos ser capaces de adoptarnos a un entorno inhumano y normalizarlo de tal forma que podamos vivir vidas normales beneficiándonos de éste sin algún remordimiento de conciencia.