Las críticas no serán agradables, pero son necesarias.
Winston Churchill
En MORENA habían esfuerzos suprahumanos para tratar de destruir la candidatura de Xóchitl Gálvez. Insultos, mentiras, acusaciones, «exhibiciones en las mañaneras».
Entre todos esos esfuerzos que incluían tratar de encontrar cualquier resquicio, los morenistas dieron con el informe que ella presentó para titularse. En específico, fue Bernardo Escalante quien dio con el informe de la candidata y descubrió que algunos párrafos no fueron correctamente citados ni entrecomillados, lo cual se considera una suerte de plagio.
Esta vez sí había un lado negativo que podían mostrar sobre la candidata que tanto les «estaba haciendo ruido». Por fin dieron con algo. Y no es cualquier cosa, sobre todo tomando en cuenta los antecedentes recientes como los de Enrique Peña Nieto, Yazmín Esquivel o Delfina Gómez.
A esto, siguió un agresivo pero predecible ataque de los morenistas. Sin importar el cinismo que ello implica (porque callaron y hasta justificaron las críticas a Yazmín Esquivel) se lanzaron sobre la candidata. Incluso la cuenta oficial de MORENA publicó en redes una y otra vez imágenes denostando a la candidata opositora.
¿Es menos grave haber hecho esto en un informe que en una tesis? Probablemente sí, pero la falla, que implica un acto de deshonestidad intelectual, sigue existiendo. Inclusive plagiar en una simple tarea o un artículo de opinión sigue siendo un acto malo y reprochable. El problema para Xóchitl es que el acto existió, el error está hecho.
No sabemos las razones por las que la candidata hizo ello: que si por pereza, que por si falta de tiempo trató de ahorrarse trabajo e incluso por ignorancia. Como sea, eso no deja de ser una falla y esta está ahí, revelada. No puede deshacerse ni suprimirse, y como mínimo se esperaría que la candidata asumiera su responsabilidad.
Dicen que cuando cometes un error, la mejor decisión que puedes tomar al respecto es reconocerlo y asumir tu responsabilidad. Ello te deja ver como una persona más integra que aquella que niega lo que es evidente y acumula un sinnúmero de mentiras para engañar o desviar la atención. ¿Lo hizo Xóchitl? Sí, pero a medias.
Es cierto, a diferencia de Peña o Esquivel (cuyos casos ciertamente son mucho más graves), Xóchitl dio la cara y no negó absolutamente nada lo cual ciertamente es algo bueno. No lo hizo de la mejor forma, empero. Trató de minimizar el hecho diciendo que era un informe y no una tesis, luego ciertamente afirmó que se sometería a la decisión que tome la UNAM al respecto (con seguridad no recibirá castigo alguno). A diferencia de las certeras reacciones ante los ataques oficialistas, ahora no le salió bien, se le vio descolocada, y naturalmente los oficialistas aprovecharon el hecho: «sí robé, pero poquito» decían.
El problema para Xóchitl Gálvez es que la oposición está menos dispuesta a entregar un cheque en blanco que los simpatizantes del oficialismo. Si López Obrador sale a dispararle a la gente en Reforma (haciendo una analogía con los dichos de Donald Trump) sus simpatizantes lo seguirán apoyando. Xóchitl no cuenta con ese «beneficio». Muchos líderes de opinión que simpatizan con ella se mostraron críticos. Marco Levario incluso ahondó en la investigación. Pepe Cárdenas o Jesús Silva-Herzog fueron críticos con la hidalguense y si bien muchos de ellos le siguen dando su apoyo, su posicionamiento funge como una advertencia de que su simpatía no será incondicional.
No creo que el problema que pueda tener este hecho en el corto plazo se traduzca en una severa pérdida de simpatizantes (que seguramente perdonarán este hecho, sobre todo si se le contrasta con el cinismo y desfachatez oficialista), sino que más bien puede convertirse en un obstáculo para la construcción de una narrativa que le permita seguir creciendo y posicionarse. Me explico:
Tomemos como ejemplo esta frase donde ella dice que en su gobierno no habrá «rateros, huevones ni pendejos». Es una frase muy buena e ingeniosa que «hace clic» con la idea que los opositores tienen sobre el oficialismo y que le ayudaba a contrastarse con el régimen. Pero ahora habrá quien le restriegue esa frase diciéndole: «te robaste esta cita», «te pendejeaste» (Xóchitl dixit) así asignándole a ella dichos adjetivos.
Naturalmente, en la construcción de esa figura que todavía tiene que darse a conocer para poder ganar los suficientes votos para alcanzar a Sheinbaum ayuda más una que se perciba como limpia a una que «ya tiene una manchita», aunque sea relativamente pequeña. De pronto, slogans y discursos que antes podían ser muy efectivos y orgánicos ahora podrían sentirse más incómodos.
¿Este hecho desinflará la candidatura de Xóchitl? No necesariamente, posiblemente no lo haga, aunque todo depende de la respuesta que la candidata termine dando ante este hecho, y la que más le conviene es una donde asuma toda su responsabilidad de tal forma que se perciba como una persona, sí, falible, pero que es capaz de ser autocrítica consigo misma para mejorar como persona, y no como una que deje entrever que esta es una red flag que anuncie una política que pueda hacer «más trampas» desde la silla presidencial.
Muchos seguimos viendo a Xóchitl como la candidata que puede ayudar a sacar del poder a un régimen corrupto y autoritario, pero ello no implica que debamos dejar de ser críticos con ella y debemos mandar el mensaje que, con ella como con cualquier político, nuestra simpatía no es incondicional. No sólo es la candidata la que tiene contrastarse con el oficialismo, también somos los opositores que debemos contrastarnos con la abyección y el servilismo que muestran los «apoyadores» e integrantes del régimen.
Y que entre los opositores exista la capacidad de ser críticos con su candidata es una buena noticia que refleja madurez democrática. Es sano, aunque sea incómodo, que Marco Levario insista sobre los párrafos copiados o que Silva-Hérzog critique la reacción de la candidata. Es bueno ser exigente con aquellas candidaturas que abanderamos, porque ellos aspiran a servirnos y no nosotros a servirlos a ellos.