No es lo mismo simpatizar con un régimen o un movimiento que someterse a este con abyección. Mientras que los primeros pertenecen porque ven ahí alineadas sus convicciones, los segundos simplemente han suprimido cualquier esbozo de espíritu crítico sometiéndose a los designios e intereses del poder actuando como meros peones de éste en busca de un beneficio personal.
Hace unas semanas, en la nueva temporada de la Hora de Opinar (el programa que conduce Leo Zuckermann) fueron incorporados a la mesa de debate a diversos «opinadores» favorables al régimen. Uno podría pensar que su adhesión nutriría el debate político en el cual se discutirían diversas visiones del quehacer político y daría al espectador una perspectiva más amplia.
Así, se integraron Renata Turrent, Eder Guevara y Violeta Vázquez-Rojas entre otros.
Pero la realidad es que si algo me mostraron estos panelistas es que el hecho de que existan diversas posturas no es suficiente para que se genere un debate político más nutrido. Incluso pueden lograr lo opuesto.
Un ambiente favorable sí ocurría con Gibrán Ramírez en sus tiempos de «oficialista». Aún cuando no se concordara en muchas cosas con él, su presencia enriquecía el debate y podía poner temas interesantes sobre la mesa. Eso no pasa ni con Renata, Eder o Violeta. ¿Por qué?
La respuesta es simple, porque Gibrán, a pesar de sus evidentes simpatías, tenía una voz propia y su espíritu crítico no había quedado anulado. En el caso de Renata, Eder y Violeta, me temo, ha ocurrido todo lo contrario.
Estos nuevos panelistas no van a debatir en realidad, son meros propagandistas que repiten de forma coordinada las indicaciones que «reciben de arriba». Llegan con argumentos pre-hechos y ensayados: si te preguntan esto entonces responde aquello, si cuestionan a Claudia Sheinbaum por X, da Y razón. Su discurso es acartonado y predecible, y cuando no es porque caen en un acto de cinismo que puede sorprender a más de uno (Eder dijo que estaba muy nervioso por la designación tan predecible de la corcholata destapada). No son pocas las veces en que las caras de asombro (en el mal sentido) o hasta desesperación por parte de Paula Sofía o Carlos Bravo Regidor.
Estos panelistas son simples merolicos cuya finalidad no es debatir, sino deliberadamente hacer quedar bien al régimen de cuál forman parte. No van ahí para defender sus convicciones (por más alineadas que estén con el ideario del régimen al cual defienden), sino con un mero fin propagandístico. En un ambiente así, es difícil generar un buen debate porque no existe por parte de ellos una intencionalidad de debatir y contrastar ideas, sino de buscar imponer al público aquellas posturas que son las convenientes para el régimen.
Aunque sean iguales en número, la mesa queda desbalanceada. Porque los que son críticos al régimen (como Paula Sofía, Carlos Bravo, Denise Dresser o Pablo Majluf) no buscan hacer propaganda en favor de algún poder en específico, sino simplemente de dar y defender su propia opinión. Cuando los «opositores» están opinando, los oficialistas suelen tomar notas para encontrar el contraargumento que deje mejor parado al régimen. Mientras que los opositores pueden llegar a hacer concesiones (dado que mantienen una mayor apertura), ellos no estarán dispuestos a ceder ni un centímetro. Si los confrontan por el papel que están jugando y lo cual es muy evidente (como hizo Denise Dresser) se victimizan en las redes sociales diciendo que son víctimas de intolerancia.
Algunos de ellos acusan en sus redes sociales que sus comentarios son vistos como propaganda en tanto que la de los opositores les parecen análisis objetivos. Si bien, es cierto que los análisis de sus «adversarios» no tendrían por qué serlo, lo cierto es que sí hay una clara distinción que puede hacerse: ellos van con el fin explícito y específico de hacer propaganda en favor del régimen, lo cual no es el caso de sus contrincantes.
Basta ver cómo es que el discurso de los panelistas oficialistas es exactamente el mismo. No hay siquiera un sello propio que distinga a Renata de Eder o de Violeta: parecen repeticiones una de la otra persona, y ello es sintomático de que su misión en La Hora de Opinar es hacer propaganda en favor del régimen y que aquello que van a decir ya ha sido escrito o planeado de antemano..
Ellos no son meros simpatizantes, son abyectos del régimen. No van ahí a defender sus ideas, van ahí, sometidos intelectualmente, a servir al oficialismo porque ello les trae dividendos (sean políticos o económicos). Claro, no será MORENA el primer partido donde sus militantes muestran abyección hacia el poder, pero parece que esta práctica ser es más notoria y recurrente, al menos desde la alternancia democrática a finales del siglo XX.