Las redes sociales se estremecieron porque una niña llamada Azahara Aylín de 14 años golpeó con una piedra a Norma Lizbeth mientras sus compañeras y compañeros grababan y se reían. Esta agresión le ocasionó lesiones que provocaron su muerte días después. Norma ya había alertado que sufría de bullying por parte de sus compañeras y compañeros en la escuela. A pesar de eso, las agresiones siguieron hasta derivar en esta tragedia.
Naturalmente, este hecho generó indignación en las redes sociales así como un debate sobre qué tanta responsabilidad tiene Azahara sobre la muerte de Norma Lizbeth. Como suele ocurrir, el debate tiende a polarizarse: hay quienes tratan de reducir el asunto a la responsabilidad que Azahara tiene y otros la presentan como una víctima de sus circunstancias. La realidad es que este asunto tiene muchos matices y hay que comprenderlos para evitar que este tipo de tragedias sigan ocurriendo.
¿Qué tan responsable es Azahara?
Azahara es una niña que tiene 14 años, una niña que todavía no ha terminado su desarrollo cognitivo, que tiene menor control sobre sus emociones que una persona adulta y que no necesariamente tiene plena conciencia sobre sus actos como lo tiene un adulto maduro. También es cierto que, a esa edad, una persona ya tiene la capacidad de discernir entre lo que es bueno y malo. Ya sabe que agredir a una persona con una piedra es un acto reprobable y, aunque es posible que su intención premeditada no haya sido privar a Norma de su vida, sabe que golpearla con una piedra podía poner en riesgo su integridad.
Responsabilidad hay, pero es claro que no puede juzgarse de la misma forma que un adulto. Como Azahara no tiene un desarrollo cognitivo pleno, sus padres tienen tutoría sobre su persona y todavía no está en condiciones de recibir la ciudadanía. En ello, se reconoce que la autonomía de Azahara es menor y por tanto debe estar bajo la tutela de alguien más. Ello explica que posiblemente su crimen sea castigado con cinco años en un reformatorio y poco más.
El contexto
Todos los seres humanos somos, en mayor o menor medida, hechuras de nuestro entorno. Si bien, creo que tenemos cierto margen de libre albedrío y cierta autonomía a la hora de tomar decisiones, el entorno nos condiciona más de lo que quisiéramos reconocer. ¿Seríamos las mismas personas si hubiésemos nacido en otra familia, en otra clase social, en otro país, si nuestra carga genética hubiese sido distinta? Lo dudo bastante.
Incluso, yendo a un extremo, existen casos de personas que han mantenido conductas antisociales y criminales producto de alguna lesión cerebral, las cuales han desaparecido por completo en tanto dicha lesión ha sido removida. ¿Qué tanta responsabilidad podemos adjudicar a dichas personas por sus crímenes? ¿Podemos decir que se tratan decisiones conscientes?
A menos que ocurriera el remoto caso de que Azahara fuera uno de estos, a ella podríamos colocarla en un punto intermedio. Ella tiene cierta capacidad de autonomía, pero esta es menor a la de un adulto. Si bien, todos estamos relativamente condicionados por el entorno, en tanto la autonomía de un individuo sea menor el entorno o el contexto importan proporcionalmente más.
Si ella está bajo la tutela de sus padres, quienes además encargan parte de su desarrollo a una escuela o sus maestros, sabemos que gran parte del contexto están representados por estos agentes quienes deberían encargarse de guiar a Azahara por el buen camino y dotarle de una serie de valores éticos y morales para que sea una persona de bien.
Claro, podemos irnos más profundo y comprender que el efecto del contexto en el que está inserta una persona es mucho más complejo. Como explica Gabor Maté en su libro the Myth of Normal, el hecho de que una persona padezca ciertas enfermedades o tenga ciertos problemas psicológicos se explica no solo por su contexto inmediato, sino por uno que tiene muchas ramificaciones que nos obligan a desplazarnos mucho tanto en la vertiente espacial como en la temporal: Por ejemplo: si los papás fueron ausentes, el contexto tuvo cierta influencia sobre de ellos para que fueran ausentes.
El falso dilema
En estas discusiones polarizantes, suelen tomarse posturas como si fueran mutuamente excluyentes: si hablas del contexto niegas la responsabilidad, si hablas de la responsabilidad niegas el contexto. Las distintas posturas políticas tienden dar peso a una variable que la otra y en las redes la postura contraria siempre suele tacharte de «insensible».
Y esto ocurre porque la gente tiende a querer explicaciones más bien fáciles a fenómenos que son complicados, pero conformarse con una explicación simplona necesariamente traerá resultados funestos. Si me fuera a un extremo y redujera el fenómeno a un discurso de responsabilidad, entonces desdeñaría completamente el entorno y esto seguiría ocurriendo, aún cuando aumente las penas (porque una niña, al tener menos conciencia de sus actos, naturalmente tendrá menos conciencia sobre la pena que puede recibir). A su vez, si explicara todo por el entorno, entonces tampoco podría juzgar a sus padres, ni a sus abuelos ni a nadie y así ad infinitum porque cada agente en la extensa cadena sería exclusivamente producto de su propio entorno.
La realidad no es binaria ni excluyente. Por ejemplo, se discute si Azahara es victimaria o es víctima de sus circunstancias, pero pocos reparan en que puede ser las dos cosas al mismo tiempo. Azahara es víctima ya que, como menor de edad, seguramente tuvo problemas familiares, padres ausentes o violentos, una escuela que no le puso atención. Vaya, cosas que no dependen de ella. A la vez, como reconocemos que, a pesar de todo esto, tiene cierto margen de autonomía sobre sus decisiones, también es victimaria y, en tanto victimaria, merece un castigo (naturalmente menor al de un adulto dadas las consideraciones que mencioné anteriormente y que es como está estipulado en la ley).
Conclusión
¿Se debe responsabilizar en su justa medida a la victimaria? Sí, en tanto tiene cierto margen de autonomía. ¿Se debe comprender su contexto y este debe considerarse tanto para determinar el tamaño de la pena, para otorgar la debida responsabilidad a los padres y maestros y para combatir este problema que tanto aqueja a la niñez y adolescencia en nuestro país y lo cual se explica también por factores sociales, económicos y culturales? También. No son debates excluyentes como algunas personas, que buscan respuestas fáciles que satisfagan sus posturas ideológicas (tanto en la izquierda como en la derecha). Son debates que se pueden y deben complementarse.
Claro, Norma Lizbeth merece justicia, pero esta no termina en que Azahara reciba un justo castigo, sino en que cada uno de los agentes asuma su responsabilidad y en que esto sirva como antecedente para que se combata el severo problema de bullying que aqueja nuestro país.