Qatar compró el mundial no para hacer un negociazo en sí, sino como herramienta de propaganda, para ejercer influencia sobre el mundo “abriéndose a él”: eso que los internacionalistas llaman poder blando.
Y es que un país que ha extraído todas sus riquezas del petróleo, el cual comenzará a escasear en no mucho tiempo, tiene que comenzar a reinvertirlas para volverse autosustentable y no depender del oro negro, igual como lo están haciendo los Emiratos Árabes Unidos reinvirtiendo sus recursos en torres, hoteles, negocios e infraestructura. Que los ojos del mundo apunten a Qatar ayudará a que más turistas derramen su dinero allá, a que más empresarios inviertan ahí.
¿Habrá logrado su cometido? La respuesta puede ser debatible. Qatar tiró la casa por la ventana para traernos un mundial muy bien organizado, con estadios de primer nivel, luces y espectáculo, promovió sus aerolíneas y negocios, pero hoy se habla más de lo excelso que fue el mundial en la cancha, de la mejor final de la historia, de Messi levantando la copa y de Mbappe anotando tres goles.
El problema es que cuando se habla de Qatar se recuerda la corrupción de la FIFA que los involucra a ellos, de los jeques autócratas, de la incompatibilidad de su idiosincrasia con la de Occidente, de los escasos derechos humanos donde las mujeres son personas de segunda y las personas con otra orientación sexual son castigados.
Como sede, Qatar fue algo artificial, como si les fuese prestada, como si no hubiese nada a que ir ahí más que al futbol, una sede donde no existe pasión por este deporte. Incluso varios de los estadios desaparecerán, serán transformados en otra cosa o reducidos drásticamente en su capacidad.
Seguramente hoy más gente conoce que existe un país que se llama Qatar, pero no necesariamente todos tienen la mejor percepción de ese país ni creció una gran admiración por éste.
Uno agradece el gran futbol que hubo en este mundial, pero ese lo dan los jugadores y la pelota. Esas son las hazañas de Messi, Mbappe, Luka Modric o la selección marroquí Afortunadamente, el futbol regresará a sedes más decentes donde en mayor o menor medida existe alguna pasión por el futbol (Estados Unidos, México y Canadá)