Este domingo se dio en las calles de muchas ciudades del país una de las mayores expresiones democráticas de los últimos años, y dentro de un contexto donde en muchos países (incluido el nuestro) existe una suerte de regresión democrática que preocupa no solo a los especialistas de lo político, sino a todas las personas que comulgamos con los valores democráticos, la libertad de expresión y los derechos humanos.
En una época donde López Obrador, Donald Trump y Jair Bolsonaro descalifican al árbitro electoral, millones de mexicanas y mexicanos salieron a las calles para defender a un instituto autónomo que, con sus imperfecciones, nos ha garantizado la libertad de poder escoger a quienes queremos que nos gobiernen (así es, en 2006 no existió ningún fraude). Incluso en 2018 la gente decidió votar por López Obrador ante el justificado descontento con la corrupción del régimen pasado y todos los votos se respetaron. Los obradoristas dicen que el INE permitió su victoria porque fue tan apabullante que no le quedó de otra, pero lo cierto es que, en ese supuesto, habría de esperarse que «manipularan el resultado» para restarles mayoría en las cámaras y eso no ocurrió. Todo se respetó.
Por más que moleste al régimen, la manifestación fue diversa: ahí se vieron banderas LGBT al tiempo que otros gritaban «Cristo Rey». Por más insista el régimen en que los marchantes eran «conservadores, corruptos, clasistas y racistas», la realidad es que había ciudadanos de todos sabores y colores: una masa tan heteromorfa que es imposible de estigmatizar bajo una sola etiqueta.
A las calles se lanzaron más personas de lo esperado. Abarrotaron las calles principales de muchas ciudades. La marcha fue nacional, el día de cumpleaños del presidente. Los abyectos al régimen, en un acto de desesperación, utilizaron Twitter para descalificar a la marcha y señalar a los manifestantes como «pendejos» o «corruptos». Era notorio que muchos de los tuits eran scripts preestablecidos. Incluso algunos de quienes presumían «matizar» o no ser dogmáticos, se prestaron a ese juego. La realidad es que ni así lograron afectar al vendaval de personas que se manifestaron para evitar que el gobierno cooptara a una de las instituciones con mayor aprobación. Ni siquiera lograron colocar sus hashtags por encima de los que utilizaron los manifestantes:
El régimen se sintió avasallado porque esta vez no pudo minimizar ni poner en ridículo a la oposición: ésta (y tal vez por vez primera) lo rebasó. Hoy no fueron las ridículas marchas de FRENA y las casas de campaña voladoras. Hasta hace poco el régimen podía presumir un poder convocatoria bastante mayor al de su contraparte: hoy, entre las calles llenas de manifestantes y el Zócalo cada vez más necesitado de acarreados para el Grito de Independencia, dicho supuesto parece quedar en duda.
En estos 4 años de gobierno, no se había visto tanta desesperación por parte del régimen. La agresividad de los abyectos (como los nombrara Carlos Bravo Regidor) tan solo mostró el éxito de esta marcha, en la cual, José Woldenberg, un hombre genuinamente de izquierda y uno de los luchadores por la democracia más comprometidos e históricos, dio un discurso memorable.
Claro que México tiene muchos problemas que van desde la inseguridad hasta la desigualdad o la deficiente cobertura de salud (agravada por este gobierno), y es posible que algunas personas argumenten que algunos en la manifestación sean parte de alguna de las problemáticas que se señalan: que si fue la señora de las Lomas que discrimina a la señora del aseo, algún empresario que no paga impuestos o algún político sin honorabilidad (Elba Esther Gordillo), pero incluso, si uno quiere combatir esas problemáticas, necesita un árbitro que garantice que las y los ciudadanos podamos votar por el proyecto de nación que queramos. En este sentido se vuelve hasta necesario marchar con quienes disentimos en lo sustancial, pero que coincidimos en que es necesario este árbitro para que compitamos y podamos dirimir nuestras diferencias. Negarse a manifestarse por la democracia bajo un supuesto de purismo ideológico se vuelve un sinsentido porque no son esas diferencias las que están en juego, sino una coincidencia. Que esta heterogeneidad de pensamientos haya estado presente es una buena noticia en un entorno de sociedades cada vez más polarizadas.
Es difícil pronosticar que va a pasar después del domingo, pero sin duda lo ocurrido este día por sí mismo es un éxito. El régimen contaba con una oposición tibia y cabizbaja (producto, claro, de la pusilanimidad y autocomplacencia de los partidos en los cuales la gente no se siente representada), pero hoy la oposición ciudadana le sacó un muy buen susto al gobierno en turno, lo preocupó, lo hizo sentir inseguro: los medios nacionales (en especial aquellos que no tienen un compromiso con el régimen) con sus contundentes planas así como los medios internacionales que abordaron lo ocurrido y le dieron cierta importancia, tan solo reflejan el éxito: de la gente que salió a las calles para garantizar que México siga siendo un país democrático.
Si salvamos al INE, la gente podrá seguir votando por quien quiera: podrá seguir «equivocándose». Porque eso es lo bello de la democracia.
Hoy fue un día histórico, por más que el régimen pretenda minimizar lo acontecido y afirmar que solo fueron 10,000 manifestantes (afirmación completamente inverosímil si tomamos la documentación fotográfica). Hoy se respiró un poco de democracia en un país cada vez más asfixiante.