No existe algo así como una belleza objetiva y universal.
Algunos, sobre todo en aquellos sectores conservadores, desearían que así fuera. Pensar que los paradigmas con los cuales perciben al mundo no son necesariamente universales o absolutos, y a veces sean más bien contextuales, hace que algunas personas sientan incertidumbre al respecto.
Si bien, creo que existen algunos rasgos o patrones universales en la construcción de lo que es bello (en el caso de las personas, la simetría o aquellos rasgos que denoten que una persona es sana podrían jugar algún papel), la verdad es que muchos factores culturales y subjetivos influyen sobre aquello que decimos que es bello o que esta persona es bella y posiblemente estos últimos pesan más que los primeros. La evaluación de la belleza termina siendo una cuestión más bien personal que universal.
Mis predisposiciones personales; mi concepción de la realidad; posiblemente hasta mi misma genética; la cultura en la que estoy inmerso; lo que es más similar a lo que me es familiar sobre aquello que me puede parecer más ajeno, lejano o extraño; la influencia social o los medios también juegan un papel para decir que tal persona es más bella que otra. A veces, incluso la misma presión social puede ganar cierta relevancia: si esto es lo aceptado como bello, entonces me acoplo a ello para sentirme incluido en el grupo. Si esto no es aceptado como bello, entonces no voy a mostrar admiración por ello. Si tal persona tiene una pareja que es considerado o considerada como bella por la sociedad, ello le puede traer más réditos sociales.
Es más, quienes comparten una misma cultura no tienen necesariamente las mismas preferencias y a veces a uno no le interesaba mucho la chava por la que babeaban los pubertos en la secundaria. La percepción de la belleza entonces no es algo universal, es una asignación personal que está influida por el contexto en el que la persona se encuentra.
Los cánones de belleza ni siquiera han sido constantes a lo largo del tiempo. Antes, el estereotipo de belleza de la mujer era una que estaba más bien un poco más «llena» para luego pasar a ser el de una mujer voluptuosa. Claramente los cambios culturales influyeron en la mutación de estos cánones.
Al parecer, no a mucha gente le agradó la idea de que Kim Nam-Joon fuera más votado que Henry Cavill como el hombre «más guapo del mundo» (más allá de que estas encuestas hechas en Twitter no cuentan con rigor alguno para poder determinar que es representativa de toda la especie humana). ¿Cómo ese «niño coreano» es más guapo que Cavill, tan hermoso y tan mamado?
Es simple: la gente tiene distintos gustos, los cuales, además, están influidos por el entorno en el que se encuentran. Es posible, por ejemplo, que a los coreanos o asiáticos tiendan a sentir más atracción por Nam-Joon mientras que los occidentales tiendan a sentir más atracción por Cavill.
Que muchos se indignen porque más gente haya votado a Kim Nam-Joon por encima de Henry Cavill solo refleja la existencia de la subjetividad en la belleza. Si la belleza fuera universal, entonces tendríamos que encontrar un consenso con respecto de estas dos personas que físicamente son muy distintas y solo tendría que haber disputas cuando los «contendientes» sean físicamente parecidos.
Pero no es el caso. Ambos son demasiado diferentes. No puede existir un estándar de belleza universal e incluso de aquí puede deducirse que es un despropósito buscar al «hombre más guapo del mundo».