Medio Twitter está emocionado y el otro está enfurecido porque Elon Musk acaba de comprar la red social.
Y no es para menos que eso ocurra en una sociedad tan polarizada. El magnate dice que Twitter tiene un sesgo «progre» o de izquierda y que él va a hacer que haya libertad de expresión para todas las personas.
Entre las medidas que Musk plantea existen algunas interesantes, como el hecho de que todos los usuarios tengan que autenticarse para así combatir el serio problema de los bots que existen en esta red social.
Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas: el diablo está en los detalles y en la comprensión de los fenómenos sociales que explican esta creciente división y encono social.
Si Musk plantea expandir la libertad de expresión, entonces ello implicaría una relajación de las normas y medidas que actualmente toma Twitter. A priori parece oírse bien (sobre todo a oídos de los conservadores), pero también conlleva muchos problemas.
Algunos pueden pensar que así por fin se podrá crear una plataforma donde todos los individuos dispuestos a escuchar al otro intercambien ideas, debatan y lleguen a consensos elevados, que es el escenario utópico que muchos desearíamos, casi como una suerte de mano invisible como tal vez sí ocurre en otras dinámicas pero al parecer no en Twitter. Pensar así sería pecar de ingenuidad.
La realidad es que la estructura de las redes sociales ha promovido cámaras de eco y burbujas ideológicas donde la gente se expone ante los contenidos que quieren ver y les resulta más cómoda. Es cierto también que la gente está cada vez menos dispuesta a exponerse a visiones del mundo que no comulgan con su forma de pensar: les causa más ansiedad y angustia.
Relajar las reglas no va a solucionar el problema de raíz, incluso, puede darse el caso de que sea contraproducente: que como ahora todo el mundo va a tener el derecho a insultar o a expresarse de forma terrible de cualquiera, el ambiente en la red se vuelva más tóxico y se polarice aún más, con consecuencias aún más nefastas para la sociedad.
Algunas personas en la derecha celebran que Musk vaya a combatir la «censura progre» y la corrección política, pero, si esto se llevara a cabo de otra forma distinta al relajamiento de medidas (que pareciera ser el camino que Musk quiere seguir), podría ser muy contraproducente. Supongamos el siguiente caso:
Imagina que yo digo que Juan es machista porque publicó un texto que me pareció que tiene tintes machistas. Él me responde diciendo que me están cancelando o censurando. Pero, al decir que Juan es machista ¿no estoy ejerciendo la libertad de expresión? ¿Por dónde se debe cortar? ¿Quién va a decidir y bajo qué criterio qué es machista y qué no es?
Estoy de acuerdo en que Twitter no debería tener sesgo ideológico, aunque algunas personas tratan de mostrar evidencia de que estas acusaciones hechas por Donald Trump o el mismo Elon Musk podrían no estar muy fundamentadas. También es cierto que, con todo y molestias, los sectores más conservadores y los denominados políticamente incorrectos han hecho de Twitter su herramienta predilecta de difusión. Entre marzo y abril, de acuerdo a un análisis con la API de Twitter que elaboré a través de R Studio, encontré que se emitieron 68,716 tuits que contienen la palabra «feminazi», solo incluyendo los tuits en idioma español. Algunos tuits (de cuentas actualmente activas) contienen textos tales como «feminazis de mierda» o «viejas locas» sin que ello haya implicado alguna sanción por parte de la red.
La relajación de las medidas no implica tanto que la voz del «antiprogresismo» o del «trumpismo» vaya a hacerse notar, ya lo hace y la gran mayoría de las cuentas afines a esas corrientes no han sido censuradas. La distribución ideológica no va a cambiar mucho.
Tampoco van a cambiar mucho las dinámicas. Si los «woke» buscan denigrar a quien piensa distinto a ellos y Twitter decide sancionarles porque considera que eso atenta contra la libertad de expresión del otro, entonces Twitter tendría que hacer lo mismo con la contraparte (lo cual evidentemente no les va a gustar a los últimos). Por otro lado, si Twitter decide relajar las medidas, entonces tanto los «woke» como su contraparte tendrán toda la cancha abierta para atacar a sus adversarios.
Sin embargo, para que una comunidad funcione necesita tener normas de conducta. Como Hobbes decía, en un estado de anarquía los individuos tienen derecho a todas las cosas (como matar, robar), y ello hacía necesaria la existencia de un soberano para que los individuos pudieran tener sus intereses protegidos y libres de amenazas de sus pares. Evidentemente, Twitter debe tener sus reglas para que la dinámica y la convivencia sea óptima para todas las personas que participan en ella.
Es evidente que las reglas deberían ser ideológicamente neutras, y deberían garantizar que la integridad de las personas sea respetada en este espacio. Claro, ello incluye combatir los discursos de odio contra las minorías, aunque de igual forma contra quien piense distinto y que, aunque su postura sea muy incómoda, no tenga la intención explícita de atacar o denigrar. No es lo mismo decir «yo opino que una mujer trans no es biológicamente una mujer» (puede ser una postura incómoda sin que tenga una intención explícita de denigrar) que decir «malditas trans, gente desquiciada» o «¡Malditas feminazis perras!». Las reglas deben ser claras y transparentes, de tal forma que todas las personas las entiendan y sepan por qué o bajo qué razón fueron sancionados.
Claro, el problema de la polarización va mucho más allá de las redes sociales y tiene que ver también con la tolerancia hacia la frustración que tanto hace falta a la hora de exponerse a expresiones divergentes. Si los progresistas consideran que cualquier opinión distinta es discurso de odio o si los conservadores consideran que cualquier opinión que los confronte es cultura de la cancelación entonces estamos en un problema. Necesitamos enseñar a las nuevas generaciones a debatir y a defender sus ideas de una forma civilizada, sin que las opiniones distintas impliquen necesariamente un agravio y la gente pueda, a partir del disenso y el debate, enriquecerse intelectualmente en vez de refugiarse en su burbuja.
Nos falta aprender mucho de las redes sociales, no sabemos manejarlas y no hemos creado una estructura medianamente al respecto, y si Elon Musk quiere contribuir a la democracia como él insiste, entonces debería tratar de conocer el problema de fondo, sumergirse en toda la literatura existente al respecto para comprender de mejor forma un fenómeno que necesita ser abordado en su complejidad y que requiere abordajes más complejos que el simple hecho de relajar las reglas. Puede que Musk tenga buenas intenciones, pero el camino al infierno está pavimentado de ellas, y si decide rediseñar Twitter sin profundizar en esta complejidad, el resultado podría ser bastante contraproducente y nocivo.