Las candidaturas de Roberto Palazuelos y Samuel García (hoy gobernador) son muy rentables a corto plazo. Nadie puede desdeñar lo que dos gubernaturas significan.
Candidatear a Roberto Palazuelos tiene diversas ventajas. El hecho de que es una figura pública hace que no sea necesario hacer tanto trabajo de posicionamiento. Mucha gente ya sabe quien es, lo ha visto en telenovelas, en la farándula.
También es alguien cuya imagen está relacionado con los negocios, el turismo y la playa. La mayor parte de la población de Quintana Roo se concentra en las ciudades playeras. Palazuelos conoce esos ambientes y puede presentarse como alguien que apueste por el turismo y la inversión. Es un típico macho alfa, mirrey, bronceado, ganador, apuesto. Y no solo eso: es famoso y es admirado. No sabrá de política pero le sabe al negocio, sabe cómo generar dinero, dirán algunos.
Pero pensando en Roberto Palazuelos como inversión a largo plazo, las cosas se complican.
Es cierto que, en caso de que Palazuelos gane la elección, Movimiento Ciudadano tendrá tres gubernaturas, lo cual no es despreciable en lo absoluto y es una muestra de que al «partido naranja» ya no se le puede tratar como «partido chiquito». Sin embargo, el posicionamiento del partido ante la población es muy importante, y candidaturas como las de Palazuelos o Samuel García pueden lacerar el valor de la marca.
Movimiento Ciudadano había hecho un esfuerzo para distinguirse de los «partidos de siempre». No fue en alianza con el PRI-PAN-PRD en el 2021 ni lo hará en 2024, sino que contendió por cuenta propia. Es cierto que esa postura de MC había recibido críticas, pero también era una forma de decir que era diferente a esos partidos que recibieron el voto anti AMLO no por su prestigio sino porque fungieron como mero receptáculo. Al deslindarse, MC daba el mensaje de que se trata algo diferente no solo de MORENA sino de los otros partidos «perdedores».
MC también tenía la oportunidad de presentarse como una opción de «centro-izquierda moderna y moderada» que apela a los sectores urbanos, algo mucho más similar al Partido Demócrata (de Estados Unidos) que al populismo latinoamericano. Uno de esos partidos que habla de los derechos de las mujeres y la inclusión, pero que, al mismo tiempo, da certidumbre a la inversión. Desde esa postura, uno pensaría que MC se ubicaría como un tercero que podía contrastar con los otros dos. Es decir, MC podía aspirar a fungir como la oposición tanto del régimen como de la partidocracia deslegitimada.
Además, MC cuenta con un «arsenal mediático» compuesto por algunas empresas de mercadotecnia política que residen en Jalisco mayormente y que saben cómo posicionar candidatos y presentarlos ante el electorado. Con ayuda de estas empresas, MC supo posicionar a Enrique Alfaro como candidato para el Estado de Jalisco (perdió por muy poco), para la alcaldía de Guadalajara (ahí ganó) y para el Estado de Jalisco de nuevo (ahora sí ganó). Las campañas eran de alguna forma congruentes con esa imagen de centro-izquierda. Ciertamente, el partido atenuaba algunas posturas con fines electorales (ej, el aborto) pero en sí no existía contradicción alguna (que la pueda haber en su gobierno es otro boleto).
Sin embargo, con el tiempo MC ha ido tirando a la borda ese factor diferenciador. La imagen de Samuel García ya comenzaba a chocar un poco con la postura ideológica de MC que iba quedando en un segundo plano (aunque tampoco es como que hablemos de una figura que sea muy de derechas), pero ciertamente con Roberto Palazuelos la contradicción se vuelve grosera. ¿Que vá a saber de inclusión o derechos humanos un «mirrey» que es acusado de machista y clasista y que puede presumir haber participado en el asesinato de dos personas (él se defiende afirmando que fue un acto en legítima defensa)?
Pero si MC no tiene consistencia ideológica, al menos podía mostrar ser diferente a los demás partidos en sus formas. Las candidaturas de Roberto Palazuelos y la del hoy gobernador Samuel García muestran lo opuesto: que MC, como «los partidos de siempre» está dispuesto a utilizar personajes frívolos o artistas de la farándula para ganar elecciones.
Ello también podría ser un factor de desilusión para aquellos perfiles valiosos con una visión programática y que podrían ver a MC como una opción para entrar a la política (como llegó a pasar en Jalisco).
Las gubernaturas ahí las tiene, pero la gente comenzará a ubicar a MC como uno «de los partidos de siempre» y ello en algún momento le podrá pasar factura, igual como le ocurre hoy al PRI y al PAN, con la diferencia de que el «partido naranja» no tiene las estructuras ni el abolengo que tienen los otros dos partidos.