Nuestra especie vive en una situación extraordinaria (aunque pueda parecerlo menos porque, después de dos años, parece que nos hemos comenzado a acostumbrar al bicho), y si vive en una situación extraordinaria, la respuesta de los distintos actores, que van desde el Estado hasta la sociedad civil, pasando por las propias empresas, deben de ser extraordinarias.
En un contexto liberal, no deberíamos esperar que el gobierno tome medidas draconianas como ocurre en países como China, pero sí las medidas mínimas necesarias para proteger la vida de las personas y aminorar el impacto que este virus tiene al tiempo que estas tengan el impacto menor en la vida cotidiana. Ello quiere decir que no se deben tomar medidas más allá de lo estrictamente necesario para proteger la vida e integridad de los individuos.
Y una de esas medidas «estrictamente necesarias» es que las personas se vacunen.
Todos estamos de acuerdo en que ya no podemos quedarnos encerrados en nuestras casas muertos de miedo, que ello tendría un impacto en la economía y en la psique tal que también afectaría la integridad de las personas, pero sabemos que debemos tomar ciertas medidas para que el impacto sea el menor posible como lavarnos las manos, usar cubrebocas en lugares muy concurridos o tomar ciertas medidas de sana distancia (las cuales bien pueden relajarse un poco cuando los contagios se reducen pero no en un pico de pandemia como ocurrirá en las siguientes semanas con la nueva variante).
Dicho esto, para poder continuar nuestras vidas con cierta normalidad, es importante que la gente esté vacunada. Las vacunas no acaban con el riesgo de la transmisión pero sí la reducen. Tampoco tienen, como hemos visto, la capacidad de alcanzar la inmunidad de rebaño, pero la gente vacunada provoca menos muertes que la gente que no lo está. Ciertamente, si una persona decide poner en riesgo su propia integridad el Estado no debería entrometerse, pero si la persona pone en riesgo la integridad de los demás, sí que lo debería de hacer.
He visto, con algo de asombro, que algunas personas se oponen a las medidas del Estado y de las empresas para hacer que la gente se vacune. Incluso, en un acto de deshonestidad intelectual, han equiparado estas medidas con el régimen nazi. Vaya, comparar la toma de medidas sanitarias para proteger a la gente con medidas para discriminar a una persona con su religión es algo completamente absurdo. Comparar a los judíos con la gente que, por ignorancia o irresponsabilidad, ha decidido no vacunarse, puede verse incluso como una forma de relativizar groseramente el genocidio del cual fueron víctimas los propios judíos.
Algunas personas dicen que estas medidas son iliberales y dictatoriales, pero no es así. Primero, son medidas mucho más moderadas que las que se toman en países autoritarios. Segundo, ni siquiera entran en conflicto con los valores del liberalismo. Por ejemplo, en su libro On Liberty, John Stuart Mill dice que el Estado no debería entrometerse con las vidas de las personas y solo pueden restringir la libertad de aquellos actos que puedan dañar a otros. Claro está, no vacunarse afecta la integridad de los demás ya que podemos propagar el virus con mucha mayor facilidad.
Por esta misma razón, uno tiene que sacar una licencia de conducir para poder manejar y uno no puede conducir bajo los efectos del alcohol. De la misma forma, un empresario tiene derecho a hacerse millonario legalmente pero no tiene derecho a destruir el ecosistema o a atentar contra la integridad de otras personas.
Ser liberal no implica hacer lo que nos plazca sin consecuencias. El liberalismo busca, por el contrario, maximizar nuestra libertad dentro de un entorno en el que estamos sujetos a ciertas reglas para que nuestras libertades no afecten a las de los demás. Es decir, los seres humanos estamos sujetos a un contrato social el cual nos restringe ciertas libertades en aras de proteger la integridad y la libertad de los demás: no tenemos derecho a matar a otra persona, no tenemos derecho a robar y no tenemos derecho a conducir alcoholizados porque en ese estado corremos el riesgo de atentar contra la integridad de terceras personas.
Incluso, en estas restricciones no se elimina la agencia que el individuo tiene. El individuo bien puede decidir no vacunarse, pero debe asumir que no podrá realizar tal o cual actividad. Si quiere realizar tales actividades, entonces tiene la opción de vacunarse.
Habiendo dicho esto, me parece muy complicado de justificar, tanto desde una forma normativa como una práctica, la oposición hacia las medidas que el Estado y las empresas puedan tomar para hacer que la gente se vacune. Sin embargo, vale mencionar algunos requisitos que me parecen importantes para que el Estado o las empresas implementen este tipo de medidas.
- La ciudadanía debe tener acceso a la vacunación. Es decir, el Estado o las empresas solo deberían implementar estas medidas en tanto que las personas puedan acceder a vacunarse.
- La decisión debe estar sustentada en evidencia empírica. Por ejemplo, si una nueva variante hace que las vacunas no reduzcan el riesgo de transmisión o no funcionen y ésta se vuelve dominante, entonces estar o no vacunado no marcaría diferencia alguna para estos efectos y las medidas terminarían volviéndose innecesarias.
- No debería aplicarse para las personas que, por una condición médicamente justificada, no puedan o deban vacunarse.
- El Estado o las empresas que tomen estas decisiones deben comunicar sus decisiones de la forma más eficiente posible para que la gente las comprenda y tenga mayor información al respecto.
A medida que pasa el tiempo (más de año y medio), nos hemos percatado de que las vacunas funcionan y que sus efectos secundarios son reducidos (y los cuales, cuando han existido, han sido comunicados al público y estos conllevan un riesgo bastante menor al riesgo que implica no estar vacunado). No hay justificación con base en evidencia para oponerse a ser vacunado. Quienes deciden no vacunarse lo hacen por ignorancia (no tienen la información suficiente o correcta a la mano) o por irresponsabilidad (no quieren o no les importa vacunarse), o una combinación de las dos.
No hay justificación para oponerse a estas medidas, ni siquiera desde una postura liberal.