Lo he dicho antes: contra lo que piensa mucha gente, creo que López Obrador es una persona inteligente y hábil políticamente. Será pésimo para las políticas públicas (policy) pero es lo completamente opuesto cuando se trata de hacer política (politics). También he comentado que políticamente (para los intereses del régimen) las mañaneras son una genialidad.
Por ello deberían preocuparnos los amagos autoritarios de este gobierno. Por ello debería preocuparnos que Alejandro Madrazo Lajous haya sido removido de la dirección del CIDE Centro con el ridículo argumento de «pérdida de confianza», por ello debería preocuparnos la exhibición que se hace de muchos ciudadanos en las mañaneras por atreverse a criticar al presidente.
En su genialidad política, López Obrador ha logrado construir una narrativa en la cual se presenta como un hombre democrático que accede (a diferencia de otros presidentes) a escuchar aquél que disiente con él. El oficialismo dirá que no ha habido otra presidencia que permita que Jorge Ramos o Denise Dresser puedan acudir a reclamarle. Si Peña Nieto se escondía en el baño de la Ibero o si Calderón iba acompañado de sus guaruras a todos lados, López Obrador ahí está en el templete escuchando lo que el opositor tiene que decir.
Pero dicha dinámica es un engaño, porque el juego está armado de tal forma que él gane. Él sabe que Denise Dresser o Jorge Ramos, después de tener ese atrevimiento, van a ser linchados en redes sociales por el oficialismo: van a hacer memes para humillarlos, para mostrarlos como corruptos, conservadores o prianistas. Así, alguno se la pensará dos veces antes de plantarse en Palacio y reclamarle cualquier cosa a AMLO. Deben saber que les va a llover: sus nombres serán recordados en la lista de antagonistas de la transformación que posiblemente tendrá más peso que la solidaridad del círculo rojo.
Así, el régimen presume que no censura: a nadie se calla, puedes venir a hablar. El gobierno no te va a encarcelar, los que te van a linchar en las redes sociales son simples tuiteros que «están usando su libertad de expresión así como tú utilizaste la tuya».
Pero, conforme pasa el tiempo, la censura, aunque todavía sutil, se vuelve cada vez más explícita. El caso de Madrazo Lajous y el CIDE muestra la poca tolerancia que el régimen tiene a quienes no se alinean a la concepción personalísima del mundo que tiene López Obrador (a lo que ni siquiera se le puede llamar ideología). Así ocurrió con los académicos a los cuales el régimen amagó con encarcelar. Dudo mucho que la intención del régimen fuera esa, más bien quisieron hacer creer que la gente que conforma la comunidad académica (sobre todo la que no está alineada al régimen) es corrupta para así descalificar al mensajero. ¿Que con un análisis de datos corroboraron el pésimo manejo de la economía por parte del régimen? Ah, recuerda que ellos son corruptos y no están del lado del pueblo.
El régimen construye su narrativa de tal forma que pueda blindarse (al menos ante sus simpatizantes, que son millones) de la idea de que se trata de un régimen autoritario, y le funciona. La indignación por los atropellos al CIDE o a los académicos es completamente válida, pero se queda en el círculo rojo. Las mayorías ven estos asuntos como algo lejano a ellos y que no les atañe, tienen muchas otras preocupaciones antes que pensar en la ciencia o la academia, que ciertamente se conforman como élites (no pueden no serlo en ningún momento en ningún lugar), pero son precisamente élites a las que, por su carácter público, muchos más mexicanos pueden tener acceso y formar parte de (muchos de sus miembros no vienen precisamente de una cuna privilegiada y accedieron ahí gracias a una beca o un fideicomiso). Atentar contra la comunidad académica, que precisamente es la que produce conocimiento para resolver muchas problemáticas sociales, va a tener consecuencias nocivas para el país.
No se trata de una censura abierta y explícita, pero es censura: se trata de estrategias muy puntuales contra grupos muy puntuales que el régimen considera como peligrosos ya no necesariamente porque sean críticos, sino porque no se ajustan al pensamiento único que el régimen de López Obrador busca promover: se trata de apretar los botones exactos para hacer los movimientos de tal forma que el impacto al régimen sea el mínimo posible al tiempo que maximiza los beneficios. Se trata también de desincentivar al opositor de enfrentarse al «aparato». Dudo mucho que el asunto con Madrazo Lajous o los académicos vaya a bajar siquiera medio punto porcentual de la popularidad de AMLO en las encuestas y dudo mucho que ello vaya a tener impacto alguno en las elecciones venideras, a menos que López Obrador haga un movimiento en falso que haga que todas estos agravios acumulados se le puedan salir de control.
Por más sigilosa sea la forma de actuar de este régimen, por más que no haya «encarcelados o asesinados», su actitud ante lo diferente o la otredad rememora más bien a los regímenes autoritarios y dictatoriales que se enfrascaban en llevar a cabo purgas para eliminar al disidente y a los círculos intelectuales para así eliminar la pluralidad en pos de una estructura de pensamiento único y monotemático que beneficie y legitime al régimen en turno. Ella es la forma de actuar del populista que esconde su autoritarismo bajo un manto democrático. Desde Donald Trump a Nicolás Maduro u Orbán, el otro, el que no piensa igual, es indeseable: habrá que desacreditarlo, minimizarlo, que su voz sea irrelevante.
Y cuando las sutilezas dejen de funcionar, la censura explícita y agresiva ahí estará siempre como recurso.