El ex candidato a la Presidencia de la República, Ricardo Anaya, levantó la mano. Volverá a intentarlo, volverá a ir por la grande.
Y me parece bien, es bueno que se comiencen a barajar opciones, que la gente comience a visualizar quienes podrían ser sus opciones, sobre todo para quien es opositora de López Obrador y ve en la oposición a una entidad acéfala.
Si bien es sabido por todos que Ricardo Anaya perdió con López Obrador por una diferencia nada despreciable, tampoco es un candidato que pueda descartarse del todo, más aún cuando la oposición, al día de hoy, prácticamente no tiene perfiles que brillen o destaquen. No es que Anaya sea un candidato brillante, ni siquiera es carismático, es que no parece haber nada más y, de entre los personajes opositores, Anaya es el más recordado por la sociedad.
Ricardo Anaya deberá empezar a trabajar a la de ya, necesita llegar al 2024 con empuje y un muy buen posicionamiento en la mente del electorado. Si Anaya logra ser candidato del PAN, se enfrentará a un candidato de MORENA que será ungido por López Obrador pero que no será López Obrador.
Dicho todo lo anterior, Anaya comienza con una gran desventaja: es menos popular que López Obrador (quien ha estado recuperando popularidad en los últimos meses), no tiene una narrativa coherente, no es una persona que mueva muchas emociones. Sin embargo, se presenta como una persona preparada, estudiada y eficaz, lo cual puede marcar un buen contraste frente a MORENA.
Por eso es terrible que decidiera comenzar haciendo exactamente lo que el mismo López Obrador hizo: recorrer todo el país.
Ricardo Anaya necesita construir una narrativa propia que pueda competir contra la potente narrativa del oficialismo, no debe parasitar de la de López Obrador. Debe brillar con luz propia.
Al recorrer el país, Anaya está validando a Andrés Manuel y ese es un terrible mensaje. Ya no solo es que se vuelva parasitario de su discurso (cosa de lo que ha adolecido la oposición en todo este tiempo) sino que básicamente se está colgando de él, ya no sólo baila al ritmo de AMLO, sino que deliberadamente copia sus pasos.
Es cierto que es importante que un político sepa salir a la calle y hablar con la gente, es bueno que un político como Ricardo Anaya salga de su burbuja. Pero ese es un ejercicio que debe hacer para él, no es un ejercicio que debe convertirse en propaganda de campaña (porque vaya, es eso) y mucho menos que consista en emular a un Presidente, de quien me atrevo a decir, hasta el día de hoy es uno de los peores mandatarios de la historia moderna de México.
López Obrador tiene facilidad para interactuar con la gente que vive en condiciones de pobreza, Ricardo Anaya no y eso se nota: se ve falso, artificial, no encaja ahí. En 2018 no logró construir una narrativa consistente pero el punto de partida, el que apuntaba hacia el futuro y hablaba de innovación, no estaba tan mal. Construir una narrativa más sólida en torno a ello podría no ser tan mala idea, sobre todo porque ello contrasta con el gobierno en turno. Aún así depende de que la popularidad de López Obrador baje y los magros resultados de este gobierno terminen, para ese entonces, reflejándose en la popularidad del tabasqueño. Si en el 2024 López Obrador termina con los niveles de popularidad que hoy tiene, es casi un hecho que el candidato de MORENA ganará la elección.
Si la popularidad de AMLO cae, Anaya tendrá una oportunidad, podrá contrastarse con él. ¿Harto de la improvisación y los malos resultados? Yo tengo conocimiento, rigor y capacidad. Si la popularidad de AMLO cae, el discurso ya no girará en torno a la corrupción, sino a la necesidad de «enderezar las cosas».
Emular a AMLO, además, implica apuntar el electorado equivocado. Anaya no se va a ganar a su base electoral, y es más probable que esa base, en caso que la popularidad de AMLO se desplome (lo cual dudo que ocurra dentro de esos sectores), vea al PRI como alternativa que a un candidato del PAN (evidentemente, la alianza «va por México» podrá jugar a su favor si es que se mantiene viva).
Anaya tendría que convencer al votante opositor y a los indecisos. Los videos que comenzó a publicar iban en consonancia con esa necesidad, pero salir a recorrer el país suena chocante, como que no va y solo termina validando a la figura de López Obrador. «Si el original está malo, ¿qué podremos esperar del imitador?»
Anaya está a tiempo de enderezar. Pero él y toda la oposición debe entender que ser parasitarios de la narrativa oficialista no es el camino.