En Hollywood los remakes están a la orden del día.
No estamos precisamente en una era donde la creatividad artística abunde (aunque es innegable que hay algunos muy buenos filmes por ahí), por lo que los remakes, los live action y demás «formatos revival» están a la orden del día. Son una inversión segura aunque sean un bodrio, porque la nostalgia vende y funciona como estrategia marketinera.
Algunas obras en este formato funcionan. El Rey León no me pareció mala en lo absoluto, por poner un ejemplo. Aladdin, sin que me parezca una obra majestuosa, cumple con su fin de entretener y no sales decepcionado de la sala, pero hay otros que básicamente son un insulto a la obra original y nunca se debieron hacer.
Y una de estas obras prescindibles es Brujas.
A ver, es cierto que la obra de 1990 fue un hito, es cierto que era una obra casi insuperable, pero uno esperaría, dentro de lo que cabe, que presentaran algo decente si se iban a atrever a hacerlo, independientemente de la decisión de seguir en la línea de la primera o romper con ella (como pareció que trataron de hacer, a medias).
¿Por qué Brujas, la de 1990 con Anjelica Huston y Rowan Atkinson, fue un hito de su época? Por todos aquellos elementos que precisamente fueron removidos en esta nueva cinta, sobre todo aquello que tiene que ver con la sensación de miedo y suspenso que la primera cinta originaba.
Todos los que vimos la película original de Brujas cuando éramos niños tuvimos pesadillas. Aunque no era una película de terror propiamente te daba miedo. El guión, los efectos y las caracterizaciones estaban tan bien desarrollados que, a pesar de la evidente fantasía de la película, había una dosis de realismo, de naturalidad, sin pretensiones excesivas. Ver cómo la original Eva Ernst se convertía en la gran bruja generaba temor, escalofríos; ni que decir de la transformación de Bruno de infante a ratón, hasta sentías asco al ver la transformación. De niño te llegabas a imaginar la posibilidad de que las brujas existieran y te daba miedo.
En esta nueva edición ocurre lo opuesto. La cinta se percibe sobreproducida. La fotografía, con la cual al parecer pretendieron darle una atmósfera de fantasía, mató la sensación de realismo que tenía la obra original. Los efectos CGI tan mediocres la hicieron más falsa y artificial. Lo peor es que ni siquiera hay una transformación de la bruja que espante y genere ansiedad.
Si en la obra original Anjelica Huston tuvo que pasar varias horas esperando a que la caracterizaran con el aspecto de bruja (y eso lo hicieron una y otra vez), Anne Hathaway solo tuvo que quitarse una peluca, mostrar sus extrañas manos que parecen de metalero y «abrir la boca» con efectos CGI dignos de un videojuego de bajo presupuesto. Todo se veía tan falso, sobreproducido, artificial. La bruja mayor no imponía como sí lo hacía la original. Acá solo se veía una bruja histérica fuera de sus cabales que más que temor generaba risa, si no es que conmiseración.
Ni que decir de Erika, la niña de la que habla la abuela y que es capturada por una bruja. En la cinta original aparece dentro de una pintura de la casa de sus padres cambiando de posición cada día (lo cual es escalofriante), en la nueva simplemente se convierte en una gallina.
Pareciera que se molestaron en que las transformaciones a ratones no se vieran agresivas ni escalofriantes. Las hicieron más friendly, más «políticamente correctas», que no espanten a nadie ni generen sensaciones negativas. Eso lo arruinó todo.
Y hablando de Hathaway, las verdad es que las actuaciones fueron bastante mediocres. El niño principal, a diferencia del papel original, no tiene carisma y es irrelevante; el mayordomo, tan falso y pretencioso, no tiene nada que hacer frente al papel de Atkinson, Hathaway ni hablar, la abuela es de lo poco rescatable en materia de actuación. Y si todo lo que dije no era suficiente, también le mataron el encanto inglés de la cinta original al «trasladarla» a Alabama.
Y hablando de los papeles, no es que me moleste la inclusión que Hollywood le mete a sus películas, pero si lo van a hacer tendrían que molestarse en hacerlo bien. A ver, es Alabama, son los años 60. La abuela y el niño, afroamericanos, de clase media baja van y se hospedan en un hotel carísimo habitado por gente blanca y no pasa nada, todos los tratan como sus iguales. Inconsistencias como esas hay muchas y sobresalen.
Es cierto que los adultos no somos la audiencia objetivo, pero inclusive cuando a esta edad uno se pone a ver la cinta original, se siguen sintiendo esos escalofríos: la cinta no envejece mal, no te comienza a aburrir cuando creces (al contrario). La nueva obra, en cambio, tiene una calificación bastante mediocre en Rotten Tomattoes mientras que la original tiene calificaciones bastante buenas.
Parece que los escritores se preocuparon demasiado por «no asustar a los niños», ¡no queremos que tengan pesadillas, no queremos que sientan ansiedad! Y así, decidieron hacer el remake pero removiendo toda la magia y dejando solo el cascarón. Así la película deja de tener sentido, se vuelve otra del montón, otra de tantas películas infantiles que difícilmente quedarán en el baúl de los recuerdos.
A la obra la mataron, y para los que le tenemos cariño a la obra original tal vez lo mejor es hacer como que nunca existió.