A López Obrador se le ocurrió retar a los de FRENAAA. Posiblemente observó que las casas de campaña estaban vacías y que bastaba darles un «zape» para quitárselos de encima.
Les dijo que si lograba juntar 100,000 personas él renunciaba.
Ciertamente no los juntaron. FRENAAA dice que sí, pero haciendo un análisis de la gente que llegó al Zócalo (a través de webcams de México) es muy difícil que hayan llegado a esa cifra. Algo común en las manifestaciones (de cualquier tipo y naturaleza) es la tendencia a exagerar el número de asistentes por parte de los organizadores y a minimizarla por parte de las autoridades.
Pero sí fue mucha gente, la suficiente para llamar la atención y atraer los reflectores. Al menos sí fueron más de 50,000 y para rematar llenaron de casas de campaña la otra mitad del Zócalo. La cifra no es nada despreciable. Mostraron músculo y eso es algo que no debe tener tranquilo a López Obrador.
Los de FRENAAA se organizaron en solo dos semanas, mandaron gente de todos lados y lograron formar un contingente lo suficientemente grande para llamar la atención.
Y ver ese contingente opositor en el Zócalo hace que se ponga la piel chinita a quienes estamos preocupados por el rumbo del país.
Ningún Presidente (el más cercano había sido Peña Nieto) se había enfrentado a tantas expresiones opositoras: por un lado las feministas que, en el contexto del Día Internacional de la Mujer, le bajaron algunos puntos de popularidad y se han vuelto un hueso duro de roer ya que pusieron a la izquierda progresista en su contra. Por otro lado, los de FRENAAA que este sábado mostraron que algo hay de músculo y que no son un simple colectivo a despreciar.
Y no solo eso, también existe una oposición latente a la cual solo le falta organizarse: la de los académicos, los científicos y artistas que se han visto afectados por el desprecio de este gobierno a la ciencia.
Algo se está moviendo.
Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas.
El problema que tiene la oposición es que es muy heterogénea. Eso la deja en desventaja frente a la homogeneidad del lopezobradorismo (vaya, no es que sean iguales entre sí pero su simpatía con el régimen borra todo lo demás). Veo casi imposible que FRENAAA y los colectivos feministas logren tender puentes porque las discrepancias ideológicas entre las últimas y muchos (no necesariamente todos) de los integrantes del primero son abismales.
El sector intelectual, más distribuido en el centro político (aunque por lo general hay un poco más en la centro-izquierda que en la centro-derecha), ve con cierto escepticismo a FRENAAA por las posturas duras muy a la derecha de sus líderes como Gilberto Lozano (aunque no dejan de reconocer los esfuerzos opositores de los ciudadanos que salen a las calles).
Dije anteriormente que el sector intelectual es una oposición latente porque sus intereses han sido trastocados y los incentivos para organizarse existen. Al sector académico (parte de) que puede aportar con su conocimiento le falta saber comunicarlo a la gente común. Hoy en día, los intelectuales se recluyen en las redes firmando peticiones de change.org y firman plebiscitos, pero les falta conectar con las masas.
Alguien que sí está haciendo este esfuerzo y de una forma muy valiosa es Max Kaiser. Necesitamos más intelectuales así, que ayuden a politizar a las masas de una forma positiva y productiva.
FRENAAA ha venido creciendo, pero también tiene dos problemas:
Primero, su mayor activo es, a la vez, su mayor problema. La retórica visceral de Gilberto Lozano atrae a cada vez más personas de ciertos sectores (la mayoría personas de clase media y alta mayores de edad) pero ahuyenta a otros. Es cierto que ha crecido, pero puede y debería crecer todavía más. Un líder que sea aguerrido y combatiente pero que no caiga en discursos demagógicos y lugares comunes podría ser un mejor activo para este tipo de movimientos.
El segundo es un problema de enfoque: es una obviedad que López Obrador no va a renunciar y es cierto que no basta con reunir mucha gente (los venezolanos lo saben muy bien), ese discurso a veces los vuelve presas de la narrativa de López Obrador, quien más de una vez aprovechado la situación. El sentimiento de pertenencia, la colectividad y el júbilo dentro de una manifestación son cosas que se gozan, pero también pueden ser algo engañosas cuando se trata de comprender el entorno y adaptarse a él.
La oposición sería más provechosa si se enfoca en ejercer presión sobre aquellas decisiones (reformas, políticas) que representen una amenaza para el futuro democrático del país. Ahí FRENAAA ha estado ausente: el intento de cooptación del INE, la eliminación de los fideicomisos para acumular poder o la cooptación de la corte.
FRENAAA y estos grupos opositores basan su activismo en el libro «De la Dictadura a la Democracia» de Gene Sharp. Es un libro que leí hace ya varios años y me agradó bastante. El problema es que el conocimiento de este libro aplica cuando una dictadura ya ha sido instaurada y no existen mecanismos democráticos o institucionales para restar poder a un gobierno. En nuestro caso estamos en un proceso de regresión autoritaria que se debe evitar.
Digamos que FRENAAA se está adelantando a los hechos y por ello ha estado ausente de estos momentos tan cruciales. El discurso simple de Gilberto Lozano atrae gente pero, al mismo tiempo, le resta mucha precisión a la hora de abordar los temas y vuelve a su activismo menos efectivo.
Por último, las organizaciones feministas son un punto aparte porque su fin último no es oponerse a AMLO, pero se oponen a él por su conservadurismo y su desprecio a la violencia de género. Igual que ocurre con FRENAAA, estos colectivos no pueden atraer a un sector de la población debido al activismo de las células más radicales (que incluye vidrios rotos y pintas en monumentos). La diferencia es que las feministas no tienen interés alguno en convertirse en «la oposición contra AMLO» (aunque lo son de alguna manera) ni mucho menos buscan que todos se sumen a las marchas, cosa que FRENAAA sí busca.
Sería un poco iluso esperar que todos estos colectivos se junten en una sola masa: a veces las diferencias ideológicas se vuelven insostenibles y poco se puede hacer al respecto. Sin embargo, organizaciones como FRENAAA sí pueden plantearse cómo atraer a esa gente opositora que hoy se mantiene escéptica: gente más joven, gente de otros estratos sociales que hoy son minoría en este colectivo e incluso otros colectivos que decidieron ir por su cuenta porque no les agrada el liderazgo de FRENAAA (chalecos amarillos y similares). Ello también le ayudaría a crear puentes, por ejemplo, con los sectores intelectuales y académicos que hoy prefieren mantener distancia.
Como sea, hay algo que se está moviendo. La oposición partidista ha dejado un grande vacío a la hora de dejar el poder y algo lo tiene que llenar. Los diferentes colectivos (de izquierda y de derecha), los sectores académicos y empresariales parece que están despertando y se han dado cuenta que ese vacío tiene que llenarse de alguna forma.