Me molesté en ver el primer debate presidencial de Estados Unidos.
Lo que vi fue horrible.
Es más, ni siqiuera recuerdo debates presidenciales de México con un nivel tan bajo, tan frívolo y decepcionante.
Los formatos de debate que tanto apreciamos y exigimos en México, esos que son abiertos y que permiten interrupciones, hoy jugaron en contra.
Es que la verdad el debate fue trágico. El debate del imperio todavía dominante fue un show frívolo, con un contendiente convertido en un bully (y que para desgracia de Estados Unidos es presidente) frente a un demócrata sin energías ni agilidad mental como lo es Joe Biden.
La cacofonía, las interrupciones y los señalamientos personales hicieron gala de presencia mientras que el intercambio y contraste de ideas quedó en un segundo plano. Lo que vimos fue un talk show lamentable que posiblemente disfrutaron Xinping y Vladimir Putin desde la comodidad de su hogar. Ver esta tan lamentable puesta en escena no hace nada más que reflejar la decadencia del imperio estadounidense, tal cual circo romano en tiempos de Calígula.
Sí, Trump dominó la mayor parte del debate, metió a Joe Biden en su juego. Ocurrió lo que muchos temíamos que iba a ocurrir.
Pero que Trump haya dominado no significa que haya ganado. Una persona que hace de la mentira, la humillación, la difamación y la descortesía sus armas de debate, no debe poder ser declarado nunca ganador.
Sus constantes interrupciones son clara señal de su perfil autoritario, autoritarismo que hasta hoy ha sido contenido por los checks and balances del sistema estadounidense.
Entonces es como ganar con trampa, y eso no es ganar. También es perder.
Pero decir que es como ganar con trampa no significa que deba quedar una sensación de que a Biden le hayan arrebatado algo. Biden Se vió soso, débil. Ello no es lo mejor que le haya podido pasar en esta coyuntura que vive Estados Unidos donde la gente espera ser gobernada por alguien con entereza y que muestre capacidad (tampoco creo que le vaya a afectar mucho en la contienda).
Las encuestas post-debate no marcan a Trump como claro ganador e incluso muchas le dan el triunfo a Biden. La respuesta es simple y está muy marcada por los sesgos políticos de los electores: los trumpistas vieron a su candidato dominar y tener el control del escenario frente a un candidato débil, los demócratas vieron a Biden defendiéndose de Trump, quien escupía mentiras y no se deslindaba de los grupos extremistas.
Dicen que los debates en realidad no afectan mucho las preferencias electorales y es muy posible que este debate no lo haga. No parece haber habido siquiera algún elemento que pueda cambiar el rumbo de la elección. El debate fue previsible, las formas, los ataques. Trump fue Trump, Biden fue Biden.
Lo que sí puedo decir es que este debate no es digno de una potencia como Estados Unidos, tan solo refleja la decadencia del imperio estadounidense la cual ocurre de forma lenta y progresiva pero que es, a la vez, muy evidente.