En Warrior y en Rivermouth saben de Mediocristán

Ago 9, 2020

¿Por qué estos errores que pueden parecer tan triviales, como no pagar a tiempo el hospedaje de la página web o traducir sin ningún cuidado dicho sitio, nos deben preocupar a los ciudadanos?

En Warrior y en Rivermouth saben de Mediocristán

Bromas jocosas y memes llovieron en las redes sociales después de que algunos usuarios se percataran de que la versión en inglés de la página visitmexico.com estaba «traducido» con el traductor automático de Google, el cual es lo suficientemente inteligente y sofisticado para sacarte de muchos apuros, pero no para traducir sitios web. Si algo le suele ser complicado a la inteligencia artificial es contextualizar aquello sobre lo que está trabajando.

Así, el Estado de Guerrero pasó a ser Warrior y Nuevo León New Lion.

La Secretaría de Turismo (que ya hace poco había tenido la osadía de no pagar el servidor dejando la página suspendida) pudo haber contratado a algún traductor. Incluso habrían podido haberse ahorrado dinero traduciendo primero el texto con el traductor de Google y luego corrigiendo las imprecisiones de esta tecnología, pero ni de eso fueron capaces.

Eso que parece ser jocoso y trivial nos debería preocupar porque no se trata de un caso aislado, sino de una constante de este gobierno: la falta de profesionalismo, pericia, la desorganización y el poco respeto por la técnica y el método.

Por decirlo de una forma, la forma de gobernar en este sexenio se parece a aquel alumno mediocre de secundaria que deja el ensayo para el último día, lo hace mal, con errores ortográficos y de estilo, con párrafos copiados de Internet (porque no leyó nada) y que solo está pensado para «pasar la materia».

Esta forma de concebir la administración pública la podemos observar en decisiones como la cancelación del NAIM en favor del aeropuerto de Santa Lucía, la Refinería Dos Bocas, la estrategia para combatir la pandemia (tanto sanitaria como económica), la presentación del Plan Nacional de Desarrollo, las consultas mal hechas, los recortes presupuestales hechos «con machete y no bisturí», la desaparición del Seguro Popular en favor del INSABI, la estrategia para «rescatar a Pemex», su desprecio por la ecología y un gran etcétera. Sin olvidar, claro, la terrible presentación del plan de gobierno en tiempos electorales e incluso la falta de pulcritud y seriedad con la que demandaron la compra de votos del PRI en 2012.

El problema es lo que le puede deparar al país con esta visión donde la mediocridad, el parche y la ocurrencia son el pilar de la forma de gobernar.

Es cierto que la función pública no está ni debe estar ajena de consideraciones ideológicas, pero lo ideológico siempre debe de ser aterrizado al mundo real a través de la técnica: mientras que la ideología nos habla del mundo que queremos construir o al que queremos aspirar, por medio de la técnica y el método uno verifica si es posible y bajo qué criterios puede aterrizarse lo ideológico. Si dentro del ideario de López Obrador se encuentra el combate a la desigualdad, por poner un ejemplo, por medio de la técnica se determina de qué forma se puede hacer y qué consideraciones se deben tomar para que ello pueda llevarse a cabo evitando, en la medida de lo posible, «efectos secundarios» o incluso efectos adversos.

Nada de eso hay en este gobierno que parece detestar la técnica porque está relacionada con aquella «innombrable tecnocracia» y que a su vez relacionan con ese significante tan peculiar y redefinido llamado neoliberalismo. Es la propia ideología (si es que se le puede llamar así al peculiar pensamiento de AMLO) la que rechaza a la técnica restringiendo así su necesaria participación para trasladar el ideario desde lo ideológico hasta lo práctico.

Como el gobierno está «amputado del brazo técnico», entonces no hay filtros para las consideraciones ideológicas. Si López Obrador quiere apostar por el petróleo lo hace y ya, sin importar lo que los técnicos digan al respecto. Si AMLO quiere cancelar el NAIM porque es «símbolo de la corrupción», entonces se hace y ya, no importa lo que digan los especialistas o los economistas al respecto. Esta amputación de la técnica es muy peligrosa, sobre todo cuando se manifiesta en temas tan cruciales y sensibles como la economía, la seguridad o la salud.

Cuando ese filtro técnico no existe, entonces todo se vuelve ocurrencia, desorden e improvisación. Cuando no hay un orden ni metodología a seguir, entonces la operación se vuelve más descuidada, improvisada y sujeta a caprichos, lo cual queda en evidencia tanto en las cosas que pueden no parecer muy significantes (las páginas web suspendidas o mal traducidas) como en las cruciales (el crecimiento económico y la atención sanitaria).

Lo que separa al mediocre de quien no lo es, es el rigor, la humildad (al reconocer que su ideario puede no ser perfecto y que debe ser sometido al método). la seriedad, el esfuerzo y el profesionalismo.

Quien hoy gobierna tal vez sea como aquel alumno popular del salón que tiene muchos seguidores, pero que no ha hecho la tarea y apenas se acordará de ella el domingo en la noche, cuando ya sea tarde elaborar algo decente. Y tal vez sea la tarea mal hecha sobre la cual esté cimentado parte del futuro próximo de nuestro país.