El Partido Verde Ecologista (PVEM) es uno de los partidos más repudiados de México.
De hecho, el Partido Verde representa lo más detestable de la política mexicana: corrupción, clientelismo, ausencia de ideología, nihilismo, cinismo, hipocresía, maldad y agréguele cuando adjetivo peyorativo encuentre y va a caber en su catálogo de definiciones.
El PVEM es, de alguna forma, una de las razones por las cuales la gente votó esperanzada por López Obrador. El PVEM venía en ese paquete llamado «régimen de corrupción de Peña Nieto»: era parte del régimen, se beneficiaba de él y beneficiaba de él. Con la llegada de la 4T todo eso se iba a acabar, decían.
Hoy sabemos que el PVEM ha cerrado filas con el régimen de López Obrador, y la dinámica que mantiene y mantendrá el PVEM con el régimen actual es básicamente la misma que mantuvo con el PRI: El «Verde» vota en tándem con MORENA en el Congreso, le servirá para ganar votos en las elecciones del 2021 de la misma manera que lo hacía en el sexenio pasado. Seguramente repartirán sus ya clásicas mochilas verdes, despensas y demás.
Pero lo curioso es que nadie dice nada. En el mismo día en que Yeidckol Polevnsky fue denunciada por su propio partido por lavado de dinero y el mismo día en que el PVEM cierra filas con MORENA de cara a 2021, el tema para los influencers orgánicos del régimen es Chumel Torres quien recibió miles de ataques por su participación en un foro del CONAPRED que, a la postre, fue cancelado por presión de la Primera Dama Beatriz Gutiérrez Müller como en los tiempos del PRI hegemónico (más allá de si era acertado o no invitar a Chumel dado que su comedia llegaba a incluir chistes racistas y de connotaciones similares).
A pesar de que esa alianza con el PVEM debiera ser vista como una traición de las más bajas, no pasa nada, nadie dice nada. A pesar de que en el gobierno de AMLO están priístas de la peor calaña y a pesar de que gran parte del mismo PRI ya se puso a su servicio, nadie dice nada. Aún así, hay quien insiste que «se barrerán las escaleras de arriba a abajo».
Lo más irrisorio y que muestra una incongruencia recíproca, es el hecho de que el PVEM haya decidido apoyar a un gobierno que ha visto con desprecio todo lo que suene a «energías renovables». No es curiosidad que
No nos vamos a convertir en Venezuela, pero lo que sí podemos ver ante nuestros ojos es el resurgimiento del PRI hegemónico, del régimen de partido único. Ese PRI ambiguo ideológicamente (o no me puedo explicar cómo un gobierno de izquierdas promueve la moral, es adverso a los temas ecológicos y desdeña la violencia contra la mujer), ese PRI atrapalotodo, ese que no tenía oposición y que buscaba tener control sobre cualquier resquicio de poder (y lo vemos con los ataques que los organismos autónomos están sufriendo), ese que decía que quien no se mueve sale en la foto.
Y lo peor es que algunos de esos «influencers orgánicos» que antes presumían ser opositores, convenientemente, callan.