El pensamiento binario es la diferenciación más simple.
Es la más simple porque si queremos diferenciar una cosa de otra, entonces dicha diferencia implica una relación de esa cosa con la otra. No podemos diferenciar, por ejemplo, un reloj de sí mismo que se nos presenta de la misma forma: tan solo podemos diferenciarlo con otros relojes o con el mismo reloj en otras condiciones (porque entonces son las condiciones, una distinta de otra, las que estamos diferenciando).
Como el pensamiento binario es el más simple, es el que requiere la menor abstracción.
Es común porque, dada la simplicidad de la abstracción, requiere un menor esfuerzo mental, lo cual lo hace eficiente. Lo más sencillo tiende a repetirse más veces y lo más complejo menos.
Que requiera un esfuerzo mental mínimo no es algo per se malo. Hacer abstracciones más complejas con la mente lleva más tiempo y esfuerzo.
Por ejemplo, es más práctico hablar de hombre y mujer que hacer una categorización por medio de otros rasgos que nos dé diez géneros en vez de dos. Sería más fácil determinar si tal persona es hombre o mujer que si tal persona es uno de todos esos géneros propuestos. Implicaría mucho más esfuerzo identificar todos esos géneros y hacer que el entramado institucional se adapte a todos ellos.
De igual forma podemos hablar de bueno y malo, de arriba y abajo, de claridad y oscuridad, adentro y afuera, listo y tonto, derecha e izquierda (tanto en las direcciones como en la simetría política) y un largo etcétera.
Pero los binarismos son una abstracción de una cosa que en realidad es mucho más compleja, que tiene muchos matices y asegunes. Podemos encontrarnos con gradaciones, con esas «tonalidades de grises»:
Sabemos que entre los hombres y mujeres podemos encontrar hombres que son más femeninos que otros o mujeres que son más masculinas que otras. También podemos encontrarnos a aquellas personas cuyo género no empata con su sexo biológico (transgénero). Sabemos también que hay gente muy buena, otra no tan buena, otra que a veces es malvada pero de vez en cuando puede compadecerse y otra que es completamente malvada.
Pero la complejidad no solo se explica por medio de gradaciones. La diferenciación de una categoría con respecto de otra también se explica por la relación que tiene con otros factores. Por ejemplo, tenemos dos personas que son igualmente malvadas pero cuya maldad, aunque sea igual en grado, no se explica de la misma forma ya que cada una se explica por su relación con un factor distinto: que una persona sea mala porque es psicópata y la otra porque sufrió de violencia familiar de chico. Aunque ambas maldades sean igual en grado, no pueden atenderse de la misma forma.
Aún así, seguimos hablando de personas buenas y malas. El binarismo es útil cuando quieren crearse conceptos a través de los cuales posteriormente se harán gradaciones y relaciones (ej: menos bueno, más bueno, algo malo). También es útil cuando se debe tomar una decisión rápida en la cual el individuo no puede darse el lujo de profundizar sobre una cuestión dada, o cuando es irrelevante hablar de grados y de relaciones: «Oye mamá, ¿dónde está mi papá? Está arriba (es decir, en la planta alta de la casa). ¿Pero qué tan arriba está?. Está exactamente 3.2 metros arriba porque está sentado en el sillón Es claro que en este caso no tiene sentido ir más allá de la relación binaria (arriba – abajo).
Pero dado que el binarismo implica la abstracción lo más simple de algo que es necesariamente más complejo, la posibilidad de equivocarse siempre será más alta que cuando se profundice en los matices.
El binarismo es más práctico pero menos preciso, la complejidad es menos práctica pero más precisa.
Por ello, cuando una persona quiere profundizar, analizar algo o quiere hacer crítica sobre algo, debe ir más allá de las relaciones binarias y comprender los matices y las relaciones de aquello que está estudiando. Una feminista puede decirme que hay machismo (en contraposición a la equidad de género) y le daré la razón, pero también repararé que el machismo puede manifestarse en diferentes grados y deberse a distintas causas y entender que no es lo mismo una persona que maltrata y abusa de una mujer a otra que puede tener algunos patrones aprendidos de los cuales es inconsciente. Es claro que no puedo tratarlos de la misma forma aunque se diga que ambos son machistas: uno es condenable, el otro es persuadible.
Un ejemplo nefasto que pueden tener los binarismos es cuando se utilizan con fines políticos para que el individuo no repare de la heterogeneidad de la realidad y puedan construir discursos donde se apela al conflicto entre buenos y malos:
Hace unos días, una persona en Twitter que simpatiza con el presidente López Obrador me dijo que yo era calderonista porque estaba criticando una campaña de linchamiento contra un periodista que entrevistó a Felipe Calderón. Como Calderón es el «antagonista» de López Obrador, entonces si soy crítico con López Obrador, tengo que ser calderonista.
En este caso hay un binarismo que ya es de por sí arbitrario (Calderón – Obrador) en el cual si no estás con uno tienes que estar con el otro. López Obrador ha sabido explotar muy bien esto a su favor. Al crear esta distinción entre «pueblo bueno» y «conservadores fifís» busca anular lo heterogéneo, como las voces que están en contra de la corrupción y los privilegios, pero que también están en contra de AMLO (y que no son pocos).
Ello no significa que del otro lado este fenómeno no ocurra. Por ejemplo, se dice que el feminismo y las «causas progres» son de izquierda y el populismo latinoamericano también. En pensamiento binario, podría decir que el feminismo y el populismo latinoamericano son de una misma cosa o una misma agenda (e incluso algunos sectores sostienen ese argumento), pero luego uno se da cuenta que en la mayoría de los países «populistas» la agenda progresista no luce mucho, y que incluso varios de los líderes populistas han mostrado desden con los sectores que el progresismo dice representar, desde un AMLO que denosta a las feministas hasta un Evo Morales que dice que la homosexualidad es producto de los transgénicos.
Pensar que la izquierda o la derecha sin reparar en las distintas manifestaciones y corrientes son una misma cosa homogénea es producto de la reducción de la realidad al binarismo. Decir que todo derechista es fascista o que todo progre o hasta socialdemócrata es comunista es simplemente producto de un pensamiento binario que parte, como dije, de una dualidad que ya de origen es arbitraria.
La incapacidad de trascender el binarismo, por su parte, también es producto de la pereza mental. Así, la persona con un menor espíritu de autocrítica tenderá a ser más manipulable. Y con espíritu de autocrítica no me refiero a simplemente «llevar la contra», sino a ser crítico incluso con uno mismo y, sobre todo, a la capacidad y disposición para detectar gradientes y relaciones más allá del binarismo.
No se puede dejar de utilizar los binarismos y no es siquiera deseable porque en ciertos contextos son muy útiles. Pero el individuo, de vez en cuando, debe de profundizar y trascenderlos por medio de la razón y el buen juicio si no quiere convertirse en un individuo prejuicioso y manipulable.