Está llegando el momento que todos sabíamos que iba a llegar, pero que pocos habían dimensionado.
Está llegando ese momento en que los fallecidos diarios se comenzarán a contar por centenas y no decenas. Si el día de hoy ya no son pocas las personas que conocen al menos a una persona que tiene Covid-19, pronto no serán pocas las que conozcan al menos una persona que falleció por el virus.
Sí el día de hoy ya tenemos algunos hospitales a su máxima capacidad, pronto veremos al sistema de salud rebasado y habrá gente que no podrá recibir atención hospitalaria (suena duro, pero las cosas como son) lo cual seguramente provocará conflictos y descontento. Si en los países desarrollados ello está pasando ¿por qué tendríamos que esperar algo diferente en nuestro país donde el sistema de salud es más precario?
En unos días, alguna que otra persona de aquellas que se fueron a vacacionar o que dijeron que el coronavirus era una simple gripe van a estar implorando en sus redes sociales porque no hay ventiladores. Más de una de esas personas va a fallecer.
La crisis va a ser complicada por la naturaleza de la pandemia, pero los efectos causados por las personas que no tomaron precauciones y los errores de las autoridades van a complicarlo más aún más porque debido a ello la curva no se habrá «aplanado lo suficiente» y muchas personas no recibirán la atención médica necesaria para sobrevivir.
En unos días vamos a escuchar uno que otro caso de algún famoso, político o personalidad pública que falleció a causa del Covid-19 y ello asustará mucho a la gente, incluso a algunos de los que el día de hoy creen que es un juego.
Vamos a escuchar a mucha gente desesperada, incluyendo gente cercana. Veremos a alguno que otro conocido llorando porque se le murió alguien. Nuestras redes se van a inundar de casos, de anécdotas muy dolorosas e indignantes aunque también de aquellas que nos harán tener una luz de esperanza: veremos algunos actos heroicos, personas que se salvaron contra todo pronóstico, personas que se partieron la madre para salvar a los otros.
A juzgar por los pronósticos, esta etapa de finales de abril y el transcurso de mayo va a ser la más complicada, e incluso va a ser la etapa más complicada para el país en muchos años y en muchos ámbitos.
Y ello quiere decir (partiendo del hecho de que la enfermedad no muestra síntomas sino hasta casi dos semanas después) que hoy es cuando más debes cuidarte. Si te contagias hoy, posiblemente muestres síntomas cuando los hospitales estén rebasados. Dicho esto, hoy más que nunca deberías de cuidarte porque si la enfermedad se complica va a ser un problema. Con probabilidad adquirirás el Covid-19 algún día, pero mucho mejor que ello ocurra cuando el sistema de salud no esté saturado.
Y eso no quiere decir que en junio vayamos a regresar a la normalidad. La normalidad tal y como la conocíamos va a tardar mucho en llegar. Se manejan muchos escenarios al respecto, tal vez en un par de meses no tengamos que estar encerrados en casa pero sí se van a cambiar muchos patrones de conducta: evitaremos saludarnos de mano, no iremos a eventos donde mucha gente se conglomera. Es más, incluso podrían establecerse cuarentenas periódicas o parciales mientras se encuentra la vacuna. No lo sabemos.
Hoy vivimos en una tranquilidad tensa, sabiendo que lo peor, lo que ya está a la vuelta de la esquina, no ha llegado.
La tranquilidad se disipará pero la tensión subirá, nuestras vidas tal vez se verán algo más interrumpidas de lo que ya están. Trataremos de continuar haciendo nuestras vidas implorando porque el crecimiento se detenga sin saber siquiera qué va a pasar después ¿se habrá acabado todo? ¿Vendrá una segunda ola de contagios? No lo sabemos.
Y ello, además, vendrá con consecuencias económicas. Habrá que apretarse, hacer algunos sacrificios, algunos proyectos tendrán que empezarse desde cero.
Y ante la frustración buscaremos culpables: el gobierno, la gente que no hizo nada, la OMS, AMLO, Trump, López-Gatell, China y hasta los murciélagos.
Sé que sonará chocante, pero esto es parte de la vida. Los equilibrios que damos por sentado y que nos permiten mantenernos en nuestra zona de confort son eso, equilibrios que en cualquier momento pueden sacudirse. La estabilidad nunca es eterna. De hecho, el mundo necesita sacudirse de cuando en cuando para no atrofiarse y colapsar.
Pero hasta en esta sacudida somos afortunados. Al final, el virus tiene una tasa de mortalidad relativamente baja, más baja que muchas otras pandemias que nos han azotado como la peste o la gripe española. Las posibilidades de que fallezcas son bastante bajas (sobre todo si tienes menos de 60 años y no presentas comorbilidad), las posibilidades de que te hospitalicen son un poco más altas pero siguen siendo relativamente bajas.
Y es por esto que nos debemos mantener fuertes y unidos. Ahora que viene la ola más avasalladora es donde tendremos, al menos en espíritu, que sostenernos todos y agarrarnos muy muy fuerte, porque no tenemos margen de maniobra para evitar que la ola nos caiga encima pero sí lo tenemos para que no nos derrumbe.
Porque siempre hay una luz al final del túnel. Porque llegará el momento en que todo haya acabado, y aquello que no nos mató, nos habrá hecho más fuertes.