Hugo López-Gatell se ha convertido en uno de los funcionarios públicos más mencionados y tal vez hasta reconocidos de los últimos tiempos.
Es él el que está en el centro de atención. De ser un completo desconocido hasta hace algunas semanas hoy es visto casi como el capitán del barco ante esta crisis pandémica que estamos viviendo. Todos los días se habla de él, todas las tardes aparece frente a cámaras, e incluso la prensa recuerda que pudo ser una estrella de rock en Santa Sabina. Todos opinan sobre aquello que dijo porque es el centro de atención: es el que le sabe.
Si bien algunos dudan de su credibilidad por el simple hecho de pertenecer a un gobierno al cual cuestionan y con razón, muchos otros lo han encumbrado como si fuera una especie de superhéroe o salvador. Me parece que ambas posturas son imprecisas cuando menos y para ello hay que explicar el contexto en el que este fenómeno se da.
Me atrevo a decir que esta «Gatellmanía» (medio mame, medio en serio) tiene una explicación relativamente sencilla. Partamos del hecho de que López Obrador ha dejado un vacío debido a su grosera falta de liderazgo.
López-Gatell es algo así como la antítesis de López Obrador. Es un tecnócrata, es una persona muy estudiada, es relativamente joven, se le ve vigoroso, es elocuente, pareciera ser una persona razonable, pragmática y hasta tiene cierto sex appeal dentro de algunos sectores de la sociedad. Y en una crisis donde la gente tiene incertidumbre ya que no sabe bien qué va a pasar, una persona con estas características se vuelve casi en automático una referencia porque dicha gente siente que puede confiar en ella, y esto ocurre más cuando su figura contrasta con el mismo gobierno del cual forma parte.
En la percepción del público, frente al líder irracional (AMLO) se postra algo de seriedad (López Gatell) como para equilibrar la balanza, como una suerte de dialéctica donde la sinrazón y la ineptitud termina diluida por su antítesis. Algo relativamente parecido ocurre en Estados Unidos con Donald Trump y el doctor Fauci.
El problema es que, más allá del impacto mediático que genera López-Gatell, el margen de maniobra que tiene no es muy amplio. Él es tan solo una de las diversas variables que van a determinar el destino de nuestro país con respecto de la crisis sanitaria. Peor aún, tiene que sufrir las restricciones naturales de formar parte de un gobierno cuyo poder se encuentra muy concentrado en el Presidente, lo cual reduce su margen de maniobra ya que hacer aquello que ponga en entredicho las ambiciones del presidente puede ser un problema. Las alabanzas norcoreanas que hizo a AMLO lo explican todo, había que quedar bien con el ejecutivo para refrendarse en el cargo y tener cierto margen de operación.
Por más que Gatell quiera implementar una buena estrategia, muchas cosas lo rebasarán. La política económica (o más bien ausencia de) en torno al Covid-19, el lamentable rol del propio presidente, el estado actual del sistema de salud, la falta de recursos de diversa índole, el papel que tiene la ciudadanía misma en esta emergencia (que hasta hoy ha dejado algo que desear), el hecho de que muchas personas en nuestro país presentan comorbilidad (diabetes y obesidad sobre todo), el hecho de que mucha gente no puede hacer cuarentenas porque tiene que comer, la corrupción a distintos niveles, todo eso rebasa a la estrategia que plantee el epidemiólogo y tan solo puede aspirar a trabajar adaptándose a las condiciones que existen.
Si el doctor Fauci poco pudo hacer ante las posturas irracionales de Trump que hoy tienen al país sumido en una dura crisis sanitaria, sería difícil esperar que López-Gatell logre controlar por sí solo una pandemia que tiene muchas aristas. La realidad es que los pronósticos para México, tanto sanitarios como económicos, son muy reservados. La realidad es que para el mismo Gatell la tarea que tiene es en extremo complicada por lo anteriormente mencionado y porque tendrá que «tropicalizar» lo aprendido en países desarrollados en un contexto tan diferente como lo es México.
Peor aún, no va a ser tan fácil evaluar el trabajo desempeñado por Gatell porque basta con que algunas de las variables que él no controla (y que son la mayoría) no se desempeñen bien para que todo salga mal. Sería iluso pensar que como tenemos al frente de la estrategia sanitaria a un hombre que tiene capacidad ya nos habremos salvado o habremos sorteado la contingencia. Nada más falso. Incluso se puede dar el caso de que Gatell haga el mejor y más perfecto trabajo posible y todo termine en tragedia porque lo demás falló.
López-Gatell tampoco es un héroe mítico como algunos quieren creer. Es un simple funcionario con preparación que está haciendo su trabajo, a mi parecer, con profesionalismo (y que no ha estado exento de errores siquiera), que tal vez resalte porque si algo le ha faltado a este gobierno es ser profesional. Eso que hace López-Gatell es eso mismo que deberíamos esperar de los funcionarios y del propio presidente (evidentemente, cada quien en su ámbito), pero de lo que lamentablemente parece que nos estamos desacostumbrando.