Hugo López-Gatell está haciendo lo que puede y hay que reconocérselo.
Incluso las alabanzas norcoreanas a López Obrador fueron acertadas. Había que ganarse al patrón. La facción que estaba en favor de priorizar la contingencia sanitaria en la que está incluido él y Marcelo Ebrard tenía que imponerse. Era eso, o era que los relegaran y fueran sustituidos por personas irresponsables que habrían hecho un desastre.
Hoy Hugo López-Gatell es el líder por el simple hecho de que López Obrador ha dejado el puesto vacante. Todas las tardes la gente prende la televisión (o hace lo análogo en Internet) para ver lo que va a decir López-Gatell.
Tanto insistió López Obrador en ser presidente y a la hora de la verdad, desapareció, se escondió. El baño de la Ibero de Peña Nieto es una nimiedad comparado con el acto de cobardía de quien formalmente está al timón del barco llamado México.
Era obvio que esta contingencia le iba a arruinar el proyecto de nación a López Obrador, proyecto que ya de todos modos era inviable. López Obrador pudo convertirse en el héroe agarrando a la contingencia por los cuernos, no importaba si el efecto de la contingencia era devastadora (pensando en que no somos un país desarrollado), pero ese liderazgo lo habría colocado en los anales de la historia.
Si López Obrador se hubiera desprendido de sus «faraónicos proyectos» para encausarlo todo a combatir la epidemia, muchísimos se lo hubieran agradecido y muchos de los hoy críticos le habrían perdonado los errores. En unos meses habría recuperado algo de esa popularidad que ha perdido dramáticamente y seguramente le habría ido bien a su movimiento en las elecciones del 2021.
Y terriblemente desaprovechó la oportunidad.
López Obrador hoy parece estar bloqueado mentalmente, como si estuviera noqueado, ido, ensimismado, sin reacción ni margen de maniobra, como si hubiera sufrido algún evento muy traumático. AMLO ha preferido refugiarse en lo que le es familiar y conocido: regresa a su papel como candidato, abraza gente, hace videos diciéndole al pueblo cómo debe cuidar las calles, pero no toma responsabilidad alguna.
La visita a la mamá del Chapo es, en gran medida, un efecto de todo esto que está pasando.
Es cierto quien dice que los presidentes de alguna u otra forma establecen relaciones o pactos con algún cártel (cosa aberrante). El gobierno de Calderón hizo lo propio con el mismo cártel con el que AMLO ha establecido contacto. El problema es que López Obrador lo hizo de una forma explícita y descarada, al punto de verse personalmente con la mamá del Chapo para posteriormente tener un convivio que se llevó a cabo el mismo día en que Ovidio Guzmán cumplía años.
¿Qué va a pensar el ejército al ver eso? ¿Qué van a pensar todas las víctimas del narcotráfico al ver que el Presidente convive con ellos? ¿Qué va a pensar la propia opinión pública? Lo que hizo López Obrador no solo es aberrante, sino que atenta en contra de sus propios intereses personales. Y un acto tan irracional tal vez, a estas alturas, sólo pueda explicarse a través de un bloqueo mental por parte de un presidente que ha visto caer a pedacitos su proyecto de nación. Las circunstancias le ofrecieron otra alternativa para imprimir su nombre en los anales de la historia y lo desperdició.
Pasó lo que muchos temíamos que pasara, que ante la adversidad López Obrador flaqueara, se volviera más rígido e inflexible en un tiempo que exige mucha flexibilidad y pragmatismo. Lo que me sorprende es el grado, no pensé que se iba a bloquear tanto. No pensé que iba a ser capaz de pelearse con los ventiladores eólicos e iba a cancelar inversiones en vez de al menos estar liderando con la mera retórica. Esto que está ocurriendo es muy grave. Mucha gente percibe que su presidencia se está cayendo a pedacitos y siente que México se cae con él.
Los encargados de la contingencia hacen lo que pueden: ante la ausencia de liderazgo de su patrón, son ellos los que dan la cara, los que explican, los que le piden a la gente que se queden en casa. Todos voltean a ver a López-Gatell, a López Obrador lo ignoran.
AMLO ha cedido a su liderazgo, se ha ausentado del momento más crucial de su presidencia y ha dejado un enorme vacío que sus colaboradores han intentado llenar. El que fuera el liderazgo político más importante de los últimos años ha quedado reducido a meras cenizas. Incluso, si el país saliera avante de la crisis sanitaria, López Obrador no sería el depositario de los halagos, sino López-Gatell y su comitiva. AMLO sería visto como un estorbo que tuvieron que sortear.
Es imposible pensar que habrá una cuarta transformación. El proyecto está muerto. No fue el COVID-19 el que lo mató. Por el contrario, le dio una oportunidad para sobrevivir. El único responsable de su muerte es López Obrador, y la memoria histórica será fulminante a pesar de que sus acólitos intentarán, en medida de lo posible, mitificar al líder caído.
Tantos años de tenacidad por parte de López Obrador para esto. Es inaudito.