¿Qué tan fea es la situación?
El coronavirus resultó un problema más grande de lo que se esperaba (aunque ello no significa que el mundo se vaya a acabar ni que debamos caer en pánico). Resultó más grande porque la capacidad de varios de los países para controlarla ha sido baja (en gran medida por la alta facilidad de contagio) y, sobre todo, porque nos encontramos ante una situación relativamente inédita (y generalmente lo inédito es más difícil de abordar que aquello en lo que ya se tiene experiencia).
Podemos, sí, recordar la gripe española que mató a más de 40 millones de personas, pero eran tiempos muy diferentes. La tecnología, la ciencia y la medicina han avanzado mucho.
Podemos también recordar brotes como el SARS, el MERS, la gripe aviar o el ébola con tasas de mortalidad mucho más altas, pero estos jamás se han convertido en una pandemia. El coronavirus, en cambio, es sumamente contagioso: los síntomas tardan en aparecer y en algunas personas ni siquiera se manifiestan.
En realidad hay muchos más casos de coronavirus entre nosotros que los que nos dicen las autoridades, no porque estén ocultando algo, sino porque muchos contagiados no manifiestan síntomas o solo muestran catarro leve, no les pasa por la cabeza que tienen coronavirus y entonces no son contabilizados. Este extenso artículo nos explica a detalle con estadísticas cómo es que en realidad hay muchos más casos de los que han detectados por el gobierno. Ello quiere decir que desde ya tendríamos tener que estar tomando precauciones como lavarnos muy bien las manos o estornudar en el antebrazo.
Con la reciente clasificación de la OMS, el Covid-19 se convierte en la primera pandemia de su tipo dentro de nuestros tiempos modernos y, a pesar del evidente desarrollo tecnológico, científico y médico, no la estamos pasando tan bien. La OMS cree que muchos países no han hecho lo suficiente e incluso naciones como Italia, donde el problema se complicó mucho, han tenido que ponerse en cuarentena.
Incluso cada vez más personalidades como el actor Tom Hanks o el presidente brasileño Jair Bolsonaro han terminado contagiados por el virus, lo cual nos dice del alcance que está teniendo. Sabemos que ya se han cancelado eventos, congresos y conciertos y aplazado fechas de ligas de futbol en varias regiones.
El Covid-19 es un buen indicador para medir la capacidad de los sistemas de salud de los países y la capacidad que los gobiernos tienen para reaccionar a las contingencias. Es posible ver cómo algunos países han logrado detener el crecimiento de la epidemia dentro de sus países con tasas de mortalidad relativamente bajas como Corea del Sur e incluso la propia China y otros países asiaticos que ya han controlado el crecimiento de la pandemia mientras que otros como Estados Unidos y sobre todo Italia han reaccionado tarde y han tenido más problemas.
¿Y México? ¿A paracetamolazos?
La pregunta no es si el virus va a brotar exponencialmente en México o no (como ha terminado ocurriendo en todos los países a los que llega) sino cuándo ocurrirá, cómo reaccionará nuestro sistema de salud y hasta qué punto podrán contener el problema. Se estima que ello ocurra a finales de marzo. El coronavirus someterá a nuestro sistema de salud a las más duras pueblas y no es seguro que haya suficientes camas para toda aquella persona que requiera hospitalización. La eficacia del gobierno para atender este problema afecta la tasa de mortalidad. Si es más ineficaz, la tasa de mortalidad es más alta que cuando se toman las previsiones necesarias.
Dicho esto, es posible que en los próximos días nos quedemos recluidos en nuestras casas. Se van a cancelar eventos, conciertos, viajes. Vaya, vamos a tener que hacer un sacrificio.
El discurso del Presidente tampoco ayuda mucho. Es cierto que como mandatario debe mantenerse sereno y mantener la calma y la OMS ha destacado la reacción temprana del gobierno, pero también hemos visto casos de viajeros que llegan a México con síntomas de fiebre y no se les atiende y se les deja pasar sin ningún problema. Hay señales mixtas sobre la eficacia del gobierno hacia esta contingencia y solo podremos evaluado una vez que haya pasado la contingencia.
Me parece un poco preocupante que el Presidente de la República mande un mensaje subestimando de forma flagrante al decir que «no hay problema que la gente se abrace» cuando en muy pocos días será imprudente saludarnos de mano si no es que tal vez lo sea ya el día de hoy.
¡Es la economía, estúpido coronavirus!
El otro problema es el económico: contener la pandemia va a traer sacrificios económicos en una situación que tanto en lo nacional como en lo internacional ya es frágil y donde los gobiernos tendrán que, literalmente, jugarle al equilibrista. Decisiones políticas o demagógicas antes que prácticas podrían significar una mayor pérdida de vidas.
En tanto más extremas sean las medidas para contener el virus, menores serán las afectaciones sanitarias y mayores serán las afectaciones económicas. Por el otro lado, en tanto las medidas sean más laxas, las afectaciones económicas serán menores pero las afectaciones sanitarias mucho mayores. La difícil tarea de los gobiernos es encontrar ese sweet point (punto de equilibrio) donde logren sortear la emergencia sanitaria y donde la afectación económica sea la menor posible.
Si un país se mantiene lejos de ese punto de equilibrio puede correr el riesgo de que las afectaciones sanitarias afecten a las económicas que en teoría estarían controladas y viceversa. Por ejemplo, si un país implementa medidas muy laxas en aras de no afectar la economía, solo verá cómo el problema se salga de las manos y no quedará otra que aceptar una afectación económica mayor que la que se habría necesitado haber aceptado antes. Por el contrario, quien sacrifica demasiado la economía podrá verse en problemas si surge un rebrote, porque cuando se ejerce mayor presión sobre la economía el descontento social puede crecer y la capacidad operativa de las instituciones puede verse limitada, por lo cual el margen de maniobra para combatir la epidemia termina reduciéndose.
Los gobiernos que se sitúen dentro del punto de equilibrio podrán librar el problema de la mejor forma. Los que no, podrían caer en una pendiente resbaladiza por lo que he comentado anteriormente. Pero los gobiernos no son los únicos responsables, nosotros también lo somos:
Profesor Cocoon, ¿debemos entregarnos al pánico?
¿Debemos preocuparnos? Sí. ¿Debemos caer en pánico? No. La tasa de mortalidad es lo suficientemente baja como para pensar que esta epidemia se vaya volver análoga a la gripe española o la peste bubónica, pero es lo suficientemente alta como para confiarse y no hacer nada. Italia es un claro ejemplo de ese exceso de confianza.
La tasa de mortalidad en los jóvenes es bastante baja, pero esto también puede significar un problema si se subestima la urgencia, no solo por los riesgos colaterales que puedan haber, como terminar en el hospital y pescar otra bacteria o terminar con una lesión pulmonar en un caso grave, sino porque la displicencia va a terminar afectando mucho más a aquellos que sí están en una situación de riesgo mayor: la gente de la tercera edad y las personas que ya tienen problemas de salud que, en combinación con el coronavirus, podrían resultar fatales.
Nuestra responsabilidad ¡ya estamos grandecitos!
Si hablamos de la responsabilidad que tienen los gobiernos, también tenemos que hablar de la responsabilidad que tenemos como sociedad: habrá que hacer sacrificios, desde dejar de saludar de mano y lavarnos las manos más frecuentemente hasta incluso cancelar viajes o eventos.
No caer en pánico e informarse bien también es otra responsabilidad. No se va a acabar el mundo ni mucho menos. Estadísticamente, las posibilidades que tiene una persona de verse afectada (más allá de un simple catarro) son bajas, lo más probable es que no te vaya a pasar nada y tal vez ni te infectes, pero no vale la pena correr riesgos de más, porque ciertamente quien se confía aumenta las posibilidades de verse afectado en su salud por la pandemia y sus posibilidades de morir también aumentan de alguna manera. No hacer nada puede ser muy riesgoso, pero caer en pánico también porque ello te puede orillar a tomar malas decisiones.
Evitar consultar y propagar fake news, consultar fuentes confiables (no cadenas de Whatsapp, por favor) y seguir las recomendaciones de las instituciones (nacionales e internacionales) es lo que debemos hacer.
Vienen días relativamente complicados, pero no nos toca de otra más que ser responsables, seguir las recomendaciones de las autoridades y mantener la tranquilidad.