Hasta hace apenas unas décadas la violencia intrafamiliar hacia la mujer no era muy mal vista. Era correcto que «los varones corrigieran a sus esposas». El hombre era la cabeza de la casa y los asuntos familiares, en este sentido, eran privados. El mismo hombre era quien, a la vez, fungía como protector de la mujer ante la violencia externa.
En términos generales, el hombre era lo público y la mujer lo privado. El hombre es quien trabaja y produce y la mujer se queda en casa a cuidar a los niños.
Ello tiene un efecto en el diseño en el orden institucional. Si la cultura siempre dijo que los problemas domésticos y privados eran «asunto privado», entonces sería iluso esperar que el orden institucional atienda lo privado como debiera. Pero ese estado de cosas que buscaba proteger a la mujer en lo privado es el mismo que invisibiliza este tipo de violencia.
Dado que la mujer ha querido liberarse de la condición anterior (patriarcal) muchos de estos mecanismos de contención (protección de los padres, vigilancia a la hora de seleccionar pareja, por ejemplo) se han vuelto más laxos ya que dichos mecanismos contemplaban a la mujer como un asunto privado. Pero esos mecanismos no han terminado de ser sustituidos por aquellos que contemplen a la mujer en la misma condición de equidad que el hombre.
Puede sonar algo chocante pensar que el proceso de liberación femenina las ha dejado en un proceso de mayor vulnerabilidad, pero no porque la liberación femenina esté mal, sino porque no se han terminado de construir los mecanismos de contención que contemplan a la mujer dentro de lo público, como ser autónomo y que no necesita la «protección paternalista del hombre que está a cargo de ella».
Una porción del «también la mujer tiene responsabilidad por juntarse con esa gente» parte del mismo esquema. Como los asuntos domésticos son privados, entonces es la mujer quien debe evitar de estar con una persona violenta y no es tanto la autoridad o la sociedad quien debe defender a la mujer en caso de ser abusada (problema que se traslada también a situaciones laborales y de noviazgo).
Por eso los padres de familia han sido históricamente mucho más estrictos al evaluar a las parejas de las hijas que la de los hombres. Por ello las mismas mujeres deciden guardarse sus historias, porque como se asume que hay corresponsabilidad ya que en ese estado de cosas anterior es la presión social la que evitaba que se fuera a involucrar con un gañán, entonces se le estigmatiza, como ocurre con las mujeres que han sido violadas.
Lo que estás viendo es, en resumen, una crisis producto de una transición de un sistema patriarcal a un sistema de plena equidad entre ambos géneros. Los avances obtenidos por la mujer son muy evidentes, pero igual es evidente también que esa transición no ha, de ninguna forma, terminado.
Una transición implica una crisis porque no todas las variables evolucionan a la misma velocidad lo cual provoca disonancias. Implica un salir de la zona de confort en aras de llegar a otra estado de cosas estable superior. Algunos hombres a estas alturas todavía ven con recelo que las mujeres se emancipen. Otros, al ver que la mujer está más presente en lo público y al ver que los mecanismos de protección «patriarcales» son más laxos y que no han sido sustituidos aquellos otros, tienen más estímulos para abusar, acosar o violar a una mujer.
Evidentemente habrá siempre resistencia, ello es inherente a todos los cambios sociales. Hay quienes quieren ver la violencia contra la mujer como cualquier violencia, como si debiéramos de categorizarla en la sección de «misceláneos». Y tiene sentido, porque es una negación de que aquello está ocurriendo porque antes no importaba, y como no se veía, no se tenía una dimensión real.
Hay quienes insisten en que la mujer busca privilegios, pero en realidad quiere un estado de cosas que la considere como parte de lo público al igual que el hombre y que desde ahí vele por su seguridad y su integridad.
Algunos se niegan a verlo por el shock que genera el conocer la dimensión real del problema, que la cultura del acoso y la violación es una plaga (con todo y que les parezca reprobable y nunca se hayan involucrado). Algunos otros se resisten por la pérdida de privilegios, porque el mero hecho de hacer público algo privado de lo cual se beneficiaban los hace sentir vulnerables.
No solo se trata de crear instituciones fuertes que obedezcan a esta nueva realidad de equidad, se trata también de cambios culturales, de nuevas normas, valores y convenciones dentro de las propias familias, amistades y los distintos ámbitos que implique una relación entre hombres y mujeres.
Y tienen todo el derecho a buscar cambiar esa condición.