Uno de los problemas fundacionales de la izquierda, a mi parecer, es esa tendencia a asumir que quien se encuentra en una posición de desventaja es necesariamente más bueno moralmente que el privilegiado.
Ello en muchos casos puede ocurrir así, pero no es una regla general. En muchos casos quien se encuentra en desventaja no es opresor no porque no quiera, sino porque no tiene la capacidad de serlo. Es decir, puede darse el caso de que quien esté en desventaja sea opresor en potencia pero no en acto (esto es lo que la izquierda a veces pasa de largo). A lo largo de la historia hemos visto claros ejemplos de ello cuando quienes estaban en desventaja logran tomar el poder.
Muchos izquierdistas (e incluso leí a alguna feminista defendiendo a este régimen misógino por antonomasia) han cerrado filas con Irán ante el conflicto con Estados Unidos porque es el país débil, el que se encuentra en desventaja frente a un Estados Unidos con un largo historial de ambiciones imperialistas e intervencionistas (muchas de ellas reprobables, ciertamente).
Pero que Irán sea «el país débil del cuento» no lo hace bueno ni lo convierte necesariamente en una víctima. De hecho, los iraníes, con lo que tienen a la mano, juegan su juego en el terreno geopolítico. Dentro de su zona de acción ellos pueden comportarse de la misma forma con aquellos países con los que sí pueden meterse.
Podemos criticar el actuar de Trump al mandar asesinar a Soleimani, pero también es cierto que previo a ello, los iraníes atacaron la embajada estadounidense de Iraq, lo cual deja patente que no es como que Irán sea una perita en dulce. Criticar a Trump no implica defender a la víctima, esa es una falsa disyuntiva. Bien se pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo.
Irán se puede asumir como una víctima geopolíticamente frente a los EEUU, pero sus asuntos internos contradicen absolutamente ese velo de superioridad moral que algunos le quieren poner. El régimen iraní es uno prácticamente absolutista y antidemocrático que se caracteriza por oprimir a las mujeres relagándolas de la vida pública y obligándolas a portar velo.
¿Por qué hemos de idealizar, de acuerdo a nuestros principios occidentales, a un régimen así? Imaginemos cómo sería Irán si de pronto le diéramos el poder imperialista que hoy Estados Unidos todavía ostenta: que pretenda crear una cultura global de opresión a la mujer y de imposición religiosa.
De la crítica del actuar de Trump y/o Estados Unidos no se sigue que debamos subir a Irán a un altar ni compadecernos de él. Se vale criticar a Estados Unidos, pero no implica cegarnos para que, bajo un supuesto argumento donde victimizamos a quien está en desventaja, idealicemos a un régimen caracterizado por su misoginia y la falta de libertades y hagamos lo análogo con líderes opresores a quienes encumbremos como si fueran revolucionarios con las más buenas y nobles causas.