Si algo nos prometió la 4T de forma insistente fue acabar con la corrupción.
López Obrador nos lo prometió. Nos dijo que si el Presidente era honesto, todo el gobierno y todo el «pueblo» lo iba a hacer. Que había que barrer las escaleras de arriba a abajo.
Muchas personas le creyeron. Ciertamente los gobiernos pasados (y en especial el de Peña Nieto) como que se esmeraron mucho para legitimar su discurso. Muchos dedujeron que AMLO debía tener algo de razón, entonces ¡votemos por la alternativa!
Ciertamente, al día de hoy, nadie puede decir que el mismo Presidente haya robado o se haya beneficiado del erario público de forma ilegal para enriquecerse. Pero nada más.
Ni siquiera podemos decir que López Obrador no es corrupto. Hay muchas formas de corromperse y no solo tienen que ver con el robo o involucrarse personalmente en conflictos de interés. Saltarte la vida institucional en aras de amasar poder (véanse las consultas populares) es una forma de ser corrupto, decir que vas a hacer una cosa y luego hacer otra también es otra forma de corromperse. Ignorar deliberadamente el rigor técnico a la hora de gobernar también lo es.
Defender y mantener en puestos claves a corruptos también es una forma de corrupción, y es una forma grave, porque entonces no solo se es cómplice de la corrupción de otros, sino que dicha conducta termina promoviéndola.
Y eso es lo que ocurre con Manuel Bartlett, quien fue exonerado por la Secretaría de la Función Público al más puro estilo Virgilio Andrade ¿se acuerdan?
Y más preocupante es ver a gran parte de eso que llaman «Cuarta Transformación» alinearse para defender a su corrupto (a Bartlett). Preocupante es que AMLO incluso tenga la osadía de subir una fotografía a Twitter con el propio Bartlett y Santiago Nieto, titular de la Unidad de Inteligencia Financiera. El mensaje es clarísimo: cerrar filas para proteger las espaldas de Bartlett. Eso, evidentemente, es una forma de corrupción.
A diferencia de otras ocasiones, no todos los acólitos de la 4T hicieron lo mismo (sobre todo aquellos que no forman oficialmente parte de ella pero que simpatizan por alguna suerte de convicción). Hubo quienes no vieron forma de justificar esta defensa, tomaron distancia o incluso repudiaron el hecho. Pero los que están ahí, los que forman parte y se alimentan de la 4T ni siquiera fueron prudentes. Defendieron a su corrupto y se fueron en contra de quien acusara: de Loret de Mola, de la «prensa fifí» e incluso las cuentas oficiales se sumaron a la campaña con un descaro que ni en el gobierno pasado habíamos visto.
En resumen, todo ese conglomerado de personas y sectores que nos prometieron que ahora todo sería diferente, están solapando a un corrupto.
Pero, a pesar de lo que es tan evidente, con todo esto no son pocas las personas que tienen depositadas las esperanzas en este gobierno, del cual creen que sí es diferente.
La realidad es que los vicios que han acompañado a los gobiernos contemporáneos siguen ahí vivitos y coleando. La realidad es que este gobierno en la práctica no propone un gran cambio al respecto. Su discurso de la corrupción es muy retórico y poco práctico.
Y despertar de la ilusión no será algo grato.