El ser humano que se hace cargo de sí mismo

Oct 1, 2019

Estamos acostumbrados a esperar que alguien nos dicte normas morales incuestionables como si fuéramos niños que necesitamos ser guiados. Al parecer, ha llegado la hora de convertirnos en adultos.

El ser humano que se hace cargo de sí mismo

Amigos, estos días he estado reflexionando seriamente.

Me parece notorio que en nuestro país (pero es evidente que es algo que ocurre en Occidente y todo el mundo) estamos comenzando a vivir un cambio de paradigma sobre la forma en que percibimos el mundo, sobre la forma en que abordamos la moral y la ética. Las transiciones son dolorosas, y tal vez ello explique la preocupación de algunas personas.

Me parece notorio porque, por lo general, los que todavía estamos algo jóvenes tenemos una forma de abordar la realidad de una forma distinta a la de la gente mayor. Cuando a uno le dicen que esto está prohibido porque lo dice la Iglesia o es del demonio uno no hace más que hacer una mueca de extrañamiento, incluso para alguien como yo que creció en un entorno religioso.

No es porque crea que todo se valga. Simplemente ese tipo de razonamientos no me parece tener sentido. Si a uno le dicen que no debe tener sexo hasta el matrimonio parece que está escuchando a una reliquia parlante. Posiblemente ello explique por qué las religiones tienen menos influencia que antes.

No es que las religiones estén mal en sí, ni que su filosofía deba ser prescindible (vaya, uno de los pilares filosóficos que Occidente es el cristianismo). Ni siquiera creo que las creencias o la fe en sí sean un problema.

La cuestión es la manera de entender la moral, a través de normas rígidas e incuestionables que uno debe obedecer «para salvarte». Normas que, en algunos casos, pueden incluso llegar a ser incompatibles con la sociedad contemporánea dado que la moral busca regular la conducta del ser humano que se encuentra inserto en un contexto dado y, con el tiempo, el contexto se va modificando.

La alternativa a ello no debe de ser el nihilismo, ello sometería la sociedad al caos. Tampoco se trata de una negación del caos en sí, sino de saber postrarse ante él. La alternativa más bien debería consistir en que el individuo se haga a cargo de sí mismo, que se emancipe pero no en el sentido meramente posmoderno, sino en uno donde decida hacerse responsable de sí. Ello no implicaría necesariamente esperar que la gente se desprenda de sus creencias religiosas, sino que cambie la forma de abordar la moral.

Emanciparse no es una tarea fácil, es una libertad que conlleva una responsabilidad que el individuo antes no acostumbraba a tomar, y es aprender a conformarse como sujeto a partir de la idea más básica de la dignidad humana y el amor.

Y ello implica una responsabilidad porque no le toca formarse una moral pasiva (una escala de valores morales que algún agente externo le entrega) sino una más bien activa, en cuya conformación él participa y de la cual él se hace responsable. No puede ser una moral arbitraria ni una moral «a conveniencia», sino una moral razonada que le exige sacrificios, autocontrol y un espíritu crítico.

Un sujeto emancipado no diría: esto que quiero hacer está mal porque x o y lo dice o porque me voy a condenar. Tampoco diría: voy a crear el sistema que me permita hacer lo que quiera y que sea fácil. Diría más bien: voy a desarrollar un sistema que esté basado en el amor, en la moderación y en el control del instinto.

El sujeto emancipado y que se hace a cargo de sí mismo tendrá una exigencia sobre de sí mayor: le requerirá adquirir más sabiduría, tratar de entender cómo es que funciona el mundo y los porqués de las cosas. El sujeto emancipado no renegará de forma infantil de la sabiduría filosófica e incluso religiosa, más bien tratará de entenderla, tratará de entender los porqués y, en un acto de humildad, reconocerá la sabiduría que yace bajo ella.

El sujeto emancipado no esperará que todo se le tenga que prohibir o que le digan que no puede hacer esto simplemente porque está mal. El sujeto más bien, con base en el amor y la dignidad humana, razonará los posibles actos, se preguntará si ello le hace bien o mal a él y a los demás y asumirá las decisiones. El individuo emancipado no se arrojará al vicio ni al instinto, por el contrario, él por sí mismo logrará evitar caer en éste.

El sujeto emancipado no desea romper las cadenas para arrojarse al vicio porque entiende que el vicio no es liberador sino opresor. Sabe que el individuo es libre cuando sabe controlarse a sí mismo, cuando sus emociones y sus impulsos no lo gobiernan, sino que él gobierna a ellos.

Así, el sujeto emancipado es como aquella persona que ha madurado, como aquella que ya no es cuidada por alguien más, sino que ya es alguien que sabe cuidarse a sí mismo. Él es realmente libre y, por tanto, respeta la libertad de los demás.

El sujeto emancipado ya no está atado a ninguna cadena porque ha sabido convertirse responsable de sí mismo, de sus actos y sus decisiones.