«¡Ni chairos ni fifís! Todos mexicanos», «se cansó el ganso», gritan y repiten los opositores, quienes hasta el momento no han podido crear algún discurso o agenda propia.
Repiten las frases que AMLO ha introducido en el discurso político y en la vida cotidiana, las usan para hacer sus consignas porque creen que así éstas van a tener más impacto. Pero no se han dado cuenta de que su discurso tan solo se ha vuelto parasitario del de AMLO. No importa si es la oposición política o la ciudadana, los dos han caído en su juego.
Es decir, AMLO es el que propone, el que dice, el que pone las reglas, el que crea el discurso. La oposición no crea las suyas, se adapta al escenario propuesto por López Obrador. Ni siquiera son capaces de usar las frases del lenguaje obradorista para deconstruirlas y darles un nuevo significado. Así, AMLO logra que los opositores bailen a su ritmo.
La oposición no ha podido crear ya no una agenda alternativa, sino un discurso, uno que les dé identidad propia, que los defina. La oposición hasta la fecha solo ha logrado crear un refugio para la catarsis, para gritar #AsíNoAMLO, para mostrar su hartazgo y su inconformidad, pero no más. La partidocracia ha dejado un vacío que hasta ahora nadie ha parecido molestarse en llenar o no han sabido cómo.
Algunos han estado haciendo marchas de manera sistemática, lo cual de principio está bien porque los nuevos opositores y decepcionados saben a donde podrán recurrir, pero los opositores no han ido más allá de las consignas, de los tablones.
¿Cuál es el México que quiere esa oposición? ¿Qué propone para acabar con la corrupción? ¿Qué propone para reducir la pobreza, para reducir la injusticia social y la desigualdad que ésta crea? ¿Qué proponen para generar más empleos y riqueza? ¿Qué proponen para construir instituciones fuertes y justas para todos? No lo sabemos. Nadie está pidiendo que, a estas alturas, diseñen políticas públicas y profundicen en tecnicismos, pero sí que haya posicionamientos generales, que logren crear una narrativa que signifique algo, que genere alguna suerte de esperanza, no hay nada de eso.
Lo único que vemos son consignas disonantes entre sí, unos llamando a la conciliación entre los distintos sectores, otros cayendo en la trampa de la polarización o incluso expresando consignas xenofóbicas hacia los migrantes. Y como estas marchas no han definido nada, entonces han permitido que sean los otros (sus adversarios) los que las definan. Basta con que vaya Hernán Gómez a entrevistar a manifestantes específicamente seleccionados (aquellos con ideas más reaccionarias y prejuiciosas) para hacer creer que toda la oposición es así, lo cual provoca que mucha gente (sobre todo jóvenes) decidan no asistir a dichas marchas.
El obradorismo ha logrado, con relativo éxito, definir a una oposición que no se ha molestado en definirse. Han promovido la idea de que la oposición está compuesta de personas que no quieren perder sus privilegios, que son, de una u otra manera, una extensión de lo que llamaba «la mafia del poder». Ellos siguen siendo dueños del discurso y de los significantes porque los opositores no han creado los suyos.
A la oposición le urge crear un discurso, una narrativa que logre amalgamar a todos los inconformes (más distintos entre sí de lo que parece) y un agenda de propuestas con las cuales puedan presentarse como una alternativa y que trascienda su inconformidad hacia el gobierno en turno. Y dada su heterogeneidad (desde jóvenes liberales y socialdemócratas hasta señores de ideas ultraconservadoras) tendrán que centrarse en las coincidencias y dejar fuera de ella las discrepancias para poder así hacer un movimiento unitario que funja como contrapeso hacia el gobierno. Todo esto implicará un increíble ejercicio de autocrítica.
No son pocas las voces que me han expresado su desolación, que les preocupa este nuevo gobierno pero que sienten que no pueden hacer nada y no saben siquiera a donde podrían acudir, que no saben siquiera por dónde empezar. Es cierto que en los últimos días han comenzado a aparecer algunas propuestas como la de la Coparmex llamada Alternativas por México, que es muy rescatable aunque no es un proyecto propiamente político y que, al parecer, tiene una visión a mediano y largo plazo. Hay organizaciones civiles que tienen el expertise para cuestionar e investigar a gobiernos como lo es Mexicanos en Contra de la Corrupción y la Impunidad que mostraron ya de lo que son capaces en el sexenio pasado. Estos ejemplos son como piezas sueltas que si se logran unir y adherir a una narrativa, podrían crear un contrapeso a este gobierno, ese que hasta ahora no tienen ni dentro del ejercicio político ni de la ciudadanía.
Todos los gobiernos necesitan un contrapeso, y este se caracteriza por no tenerlo. No se trata tampoco de destruir a López Obrador como algunos podrían pensar, sino de crear un ambiente donde el gobierno rinda cuentas, donde si bien sea reconocido por sus aciertos, sea cuestionado por sus errores.
Por eso se busca una oposición.