Todos algún día vamos a morir. Hasta la fecha, ningún ser humano se ha salvado de ese fatídico desenlace. Tampoco eres especial y es iluso que pienses que como eres consciente de ti mismo y solo tienes certeza de ti mismo porque eres consciente de ti mismo (cogito ergo sum), a ti no te va a tocar. Eres uno más.
Entonces este texto podría interesarte, aunque no me hago responsable de cualquier crisis existencial que te provoque este texto, así que quedas advertido.
¿Qué va a pasar después de la muerte? Nos hemos dado algunas respuestas: que si nos iremos al cielo, o que si fuimos malos nos iremos al infierno, que reencarnemos (en otro ser humano, en un ser espiritual o en otra especie), pero ninguna persona que haya muerto ha venido a darnos un testimonio de lo que va a pasar. De los miles de millones de muertos, ni una sola persona ha estado en condiciones de relatar si reencarnó (aunque haya algunos pseudogurús que lo afirmen) o se si fue al infierno o al cielo. Hemos echado mano de las religiones para tratar de darnos una respuesta ante esta difícil pregunta, mientras que la ciencia hasta ahora no nos ha terminado de dar una respuesta contundente a este dilema.
Pero estas respuestas me traen más bien más preguntas, y para ello primero tratemos de entender qué significa estar vivos y qué sabemos de la conciencia (es decir, que somos capaces de reconocer que existimos).
Primero ¿qué es la vida y qué es la consciencia?
La vida es un proceso biológico temporal. Nacemos, vivimos un lapso y después morimos. Las personas, de alguna u otra forma, dejan una suerte de descendencia o legado. Algunos procrean hijos, algunos otros tal vez dejan alguna aportación cultural o de otra índole que ejerce influencia en la historia de la especie humana (aunque no sea visible o reconocible, sea una contribución muy pequeña o grande, o sea positiva o negativa).
Lo que nos caracteriza de los demás animales es que somos conscientes de nosotros mismos y de nuestra existencia. No somos los únicos animales dotados de inteligencia, varias especies tienen alguna forma de inteligencia (que en algunos casos suele ser muy sorprendente) pero, hasta la fecha, somos la única especie que es capaz de reconocerse como ser consciente.
Dada nuestra capacidad de ser conscientes, por medio de la filosofía y la metafísica hemos tratado de entender a nuestro ser. Hemos tratado de entender qué es y cómo es que nuestro ser interactúa con su entorno. Hemos tratado respondiéndonos que tenemos un alma que, de alguna forma u otra forma, no formaría parte del cuerpo sino que sería una entidad nor corporal, aunque a diferencia del dualismo cartesiano (que separa al alma y al cuerpo por completo) el cristianismo actual (y que es mencionado en la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II) señala que el ser no es pura alma, sino que el cuerpo también forma parte de él, y así, cuerpo y alma interactúan (aunque lo espiritual tiene preferencia sobre lo material).
Pero en los últimos tiempos, la ciencia nos ha revelado más sobre la consciencia. Sabemos que la personalidad no es ajena a procesos químicos y biológicos sino que, de algún modo, está condicionada por ellos. Por ejemplo, sabemos que las sensaciones: alegría, dolor, depresión, emoción, se generan gracias a procesos químicos y neurológicos que tienen lugar en nuestro cuerpo. Sabemos también que las sensaciones negativas no son «castigos» (aunque el ser humano puede usarlas para castigar a otros) sino que tienen como fin la supervivencia o la estabilidad del individuo: por ejemplo, el duelo después de la muerte de un ser querido ayuda a la persona a adaptar su psique a una realidad en la que dicho ser querido ya no está.
Un ejemplo más dramático con cuestiones ya de índole moral, es el de un hombre que, a raíz de un tumor cerebral, empezó a adquirir una gran fascinación por la pornografía infantil, y se terminó convirtiendo en un acosador sexual sistemático. Después de que ese tumor fuera extirpado su comportamiento volvió completamente a la normalidad. Es decir, la moralidad no está desligada de lo biológico ni lo cultural.
Todo apunta a que nuestra forma de ser (única entre todos los demás) es producto de diversos factores biológicos, así como factores culturales que interactúan con dichos factores biológicos. Aunque todavía falta revelar mucho sobre el funcionamiento de nuestro cerebro, sabemos que la consciencia como tal, de acuerdo a Stanislas Dehaene, es como un bucle o un loop de diversos procesos que tienen lugar en nuestro cerebro, así como un par de llantas que, al repetir su movimiento circular, son capaces de mover algún objeto.
Sabemos qué es la consciencia, pero no hemos sabido responder desde la ciencia el por qué somos conscientes. Sí, la consciencia existe y la ciencia nos explica más o menos cómo funciona, pero no sé por qué yo soy consciente, por qué yo soy esa consciencia y no cualquiera de las demás o ninguna.
Ahora, sabiendo todo esto, surgen muchas preguntas sobre nuestro destino cuando dejemos este mundo.
Cielo e infierno
Tomemos el caso del cielo e infierno. Se dice que si hemos sido buenas personas iremos al cielo donde tendremos felicidad infinita, o si hemos sido unos hijos de su madre, entonces la pagaremos en el infierno y sufriremos como nunca para siempre.
Pero si bien no sabemos por qué somos conscientes, como decía, sabemos más o menos cómo funciona la consciencia, sabemos que factores biológicos y culturales afectan y moldean la forma en que se manifiesta nuestra personalidad.
Ahora, si vamos al cielo o al infierno o a cualquier lugar supraterrenal ¿cómo podremos seguir siendo nosotros mismos cuando todas esas variables que explican nuestra consciencia y nuestra personalidad ya no existirán ya que habrán quedado enterradas junto con nuestro cadáver (ahí bajo la tumba yacerá el cerebro que, además, almacenaba toda nuestra memoria, así como todas las glándulas que secretaban hormonas)? ¿Todo ello se traslada o se convierte en otra cosa? ¿Es que todo eso que se explicaba por lo biológico y lo cultural se convierte en una suerte de energía que hace que nuestro espíritu persista como cuando convertimos un archivo de Word a una imagen donde podemos ver exactamente lo mismo desplegado en pantalla pero que en su funcionamiento es algo completamente diferente?
Y siguen más preguntas. Si en el cielo o el infierno sentiremos algarabía o dolor infinito ¿Cómo es que será éste, partiendo de que son procesos químicos los que provocan la sensación de algarabía y dolor? ¿Habrá algún equivalente a ello? ¿Sufriremos o gozaremos de algún otro modo que nos es completamente desconocido ya que esas sensaciones estarían generadas por las leyes de ese mundo supraterrenal y no de éste?
La reencarnación
Preguntas parecidas surgirán si queremos hablar sobre la reencarnación. Por ejemplo, si supongo que la consciencia y la personalidad que se explican por factores biológicos y culturales se transforman en una suerte de energía, entonces en este caso podríamos pensar que esta energía (o que podríamos llamar espíritu) se traslada a otra entidad corporal que se va a formar y va a nacer. Pero si esa energía (que es como una copia de lo que antes estaba determinada por esos factores biológicos y culturales) reencarna en otra entidad corporal, entonces tendría que manifestarse de igual forma, que sea una copia de aquella otra persona. Piensa en un Word (tu primer cuerpo) que conviertes en un PDF (espíritu puro) y luego en un Google Docs (segundo cuerpo).
Pero entonces ya tendríamos que haber descartado los factores culturales porque sabemos que lo cultural se aprende de forma empírica, y por lo tanto sabemos que un bebé recién nacido todavía no ha aprendido nada de la cultura que, por cierto, nunca va a ser exactamente igual a lo largo del tiempo. ¿Entonces, si hablamos de la reencarnación, solo habrían reencarnado los factores biológicos? ¿Cómo podemos decir entonces que se trata de la misma entidad espiritual?
Es más: ¿qué tan trascendente nos debería ser la reencarnación ya que tu espíritu que habitará en el nuevo cuerpo que reencarnaste no recordará tu vida pasada? En caso de que la reencarnación existiera ¿sabes quien eras antes? ¿Te acuerdas de aquello que viviste o sentiste en tu yo de antes? ¿Cómo podemos decir que ese ser es el mismo que el actual si existe una desconexión entre la forma en que ambos seres se manifiestan? (Desconexión tanto de lo material, lo accidental e incluso de lo esencial si partimos de la idea de que nuestra personalidad es parte de lo que nos define y no es accidente) ¿Cómo podemos determinar que se trata de la misma entidad?
Pobre de ti si eres ateo
Seguramente te pude haber dejado con muchas dudas, pero el caso de que nuestro ser ascienda a un lugar supraterrenal sigue siendo más satisfactorio. Un religioso tal vez podrá sortear estas cuestiones y encontrar una explicación más allá de todo esto. Los ateos la tendrán mucho más difícil.
Y la tienen más difícil porque ellos tienen que lidiar con el «no ser».
Es decir, en el entendido de que nuestra personalidad y nuestra consciencia se explica por factores culturales y biológicos y no hay algo más allá de eso, si morimos entonces vamos a dejar de existir por completo.
¿Qué es no existir?
¿Es estar en un lugar oscuro donde no podemos interactuar con absolutamente nada? Incorrecto. Porque estar en un lugar oscuro implica seguir siendo conscientes de nosotros mismos, lo cual evidentemente ya no ocurre.
Pero si ya no somos ¿qué será de nosotros? ¿cómo podemos imaginarnos cuando ya no seamos? No podemos hacerlo, porque no podemos imaginar la nada. No hay forma de imaginarlo, no hay forma de concebirlo, porque el ser humano sólo puede imaginar o pensar con relación a algo que existe. El vacío nos lo explicamos como la ausencia de algo, algo que debería haber y no está, pero no nos explicamos el vacío por sí mismo, sino en relación con algo que existe.
Tratar de entender el «no ser» es entender el vacío con relación a la nada, y eso es imposible para nuestra psique.
Y si esto te genera misterio y te consuelas con el hecho de que tendrás el privilegio de saber qué es no ser, dejame decirte que, como «no vas a ser», entonces no podrás saber qué es el «no ser».
Simplemente dejarás de existir y ya.
Observaciones:
Como mi conocimiento no es absoluto (ni pretende serlo), como no soy perfecto, ni soy el mejor especialista en las disciplinas de las que eché mano, seguramente habré podido dejar algo afuera de mi argumentación, tal vez no haya considerado alguna cuestión de orden científico, filosófico (metafísico u ontológico) y si crees que he omitido algo sería interesante que lo dijeras para dialogarlo y debatirlo. Esto es obvio, dado que este artículo es producto del razonamiento que hice de forma subjetiva (en el entendido de que los individuos somos subjetivos) y con ayuda de mis conocimientos y la información que tengo a la mano.
En resumen, mi intención con este artículo no es tener la razón, sino reflexionar sobre un tema tan escabroso pero inminente como es el tema de la muerte, cuya existencia nos termina, de alguna u otra forma, definiendo como seres humanos.
Tal vez podré haberte causado algún cuestionamiento existencial, pero recuerda que por eso lo advertí al principio de mi artículo.