Dice AMLO: La revista Proceso no se portó bien con nosotros.
El periodista Arturo Rodríguez le responde: El Papel de la prensa no es portarse bien con nadie.
AMLO revira y dice que los buenos periodistas de la historia siempre han apostado a las transformaciones. Como diciendo que como ellos están «haciendo una transformación», entonces ser un buen periodista es cerrar filas con su gobierno.
AMLO añade que los Flores Magón estuvieron en las filas del Movimiento Liberal, como diciendo no solo que los periodistas pueden tomar partido, sino que deberían hacerlo, porque los mejores periodistas que tuvo México (los de la república restaurada, dice) tomaron partido.
Puedo decir que un medio o algún periodista puede (como a veces ocurre en Estados Unidos) mostrar su simpatía con una corriente política o hasta algún partido político. Pero ello lo hace por convicción y porque esa simpatía está en sintonía con su línea editorial, no porque persiga algún interés específico (como a veces ocurre en nuestro país).
Así, AMLO comienza a crear su argumento en el cual no existe ningún periodista independiente, sino que forzosamente tiene que formar parte de los buenos (la 4T) y los malos (los conservadores, fifís, mafia del poder).
López Obrador dice que es muy cómodo decir que se es un periodista independiente y que no tiene por qué tomar partido.
Ciertamente, un periodista no puede ser plenamente objetivo. Su interpretación subjetiva de lo que el mundo es o debería de ser afecta su forma de hacer periodismo, ya que no solo se trata de hechos (objetivos) sino de la interpretación de éstos (subjetiva).
Un periodista toma postura, lo que no necesariamente es lo mismo que tomar partido. Tomar partido implica que ante un hecho se está a favor o se está en contra, es una categorización binaria (que es lo que quiere transmitir López Obrador para separar entre los buenos, los que se alineen, y los opositores, los malos que recibirán una escarmentada en las redes sociales y que, dice, son parte de los intereses que no quiere que el país cambie).
Pero ante un hecho o una entidad (como la cuarta transformación) se pueden tomar distintas posturas que correspondan a los valores e interpretación del mundo por parte del periodista. Es decir, el buen periodista toma como punto fijo sus creencias, su visión y su perspectiva, y con base en ese punto fijo es que toma posturas ante las decisiones de gobierno.
Pero un periodista, a pesar de todas estas consideraciones, puede ser independiente. Si bien, dicho periodista está atado a su perspectiva política y su visión del mundo, no se ve en la necesidad de estar atado a algún interés. Incluso, se puede dar el caso de que, aún perteneciendo a una empresa o algún medio que tenga su agenda y sus propios intereses, se le permita hacer periodismo libremente siempre y cuando se conduzca con ética.
Luego López Obrador dice que esos «periodistas comodinos» analizan y critican la realidad, pero no buscan transformarla. Como diciendo que solo se quejan y no hacen nada al respecto.
Pero López Obrador se equivoca, o más bien su argumento es muy tramposo, porque un periodista transforma la realidad precisamente con su crítica. La tarea del periodista no es diseñar políticas públicas sino generar opinión pública a partir de su juicio y su crítica informando a la sociedad sobre lo que acontece.
Es cierto que se crea una paradoja a raíz de la subjetividad del periodista. Si el periodista que me informa analiza necesariamente el acontecer de forma subjetiva, ¿entonces cómo sé si dicha interpretación es la más objetiva o acertada? Para esta pregunta tengo dos respuestas:
Primero, que los buenos periodistas se sujetan a una ética periodística. A pesar de su innegable subjetividad, no desestiman los hechos (que son objetivos, en tanto que residen fuera de la mente del individuo) y nunca buscan manipular a la opinión pública torciéndolos o manipulándolos deliberadamente.
Segundo, que en un país libre se espera que haya pluralidad periodística, de tal forma que haya distintos periodistas que aborden un problema desde una postura distinta y así los ciudadanos tengan acceso a dichas posturas para que con ellas se formen una opinión. Aunque no sea de forma explícita, los ciudadanos suelen entender o asumir dicha subjetividad periodística: dicen que este periodista es medio derechoso o que este tira a la izquierda.
El papel del periodismo, a diferencia de lo que cree López Obrador, es ese: generar opinión pública y dar herramientas a los ciudadanos para que puedan interpretar lo que está aconteciendo.
López Obrador niega todo esto. Dice que un buen periodista busca «transformar» (es decir, 4T) y un mal periodista busca conservar (oponerse a ella).
¡No señor!
Un buen periodista es aquel que se sujeta a la ética periodística y es honesto en su actuar, no importa si es de derecha, de izquierda, si guarda simpatía con el gobierno o es ferviente opositor. El buen periodismo no guarda ninguna relación con alguna facción política a menos que haya un convencimiento genuino y desinteresado. Lo deseable es que haya periodismo desde diversas posturas políticas ya que así, los ciudadanos, diferentes entre sí (a diferencia de esa tramposa abstracción llamada pueblo) pueden consultar periodismo afín a sus convicciones y posturas políticas e incluso puedan consultar otro tipo de periodismo hasta para salir un poco de su cámara de eco.
López Obrador termina su intervención arremetiendo contra Proceso y dice que lo lee poco desde el fallecimiento de Julio Scherer.
Pero en realidad, ello habla bien de Proceso, porque refleja que es un medio que no busca congratularse con el gobierno en turno sino con sus principios (más allá del amarillismo que a veces caracteriza a este medio). Como Proceso hacía duras críticas a los regímenes de Calderón o Peña desde la izquierda, se asumió que vituperaría a AMLO. Pero eso no ocurrió así, sino que desde la misma izquierda ha sido igualmente crítico con López Obrador.
Pero AMLO se equivoca. Él solo quiere periodismo que le aplauda, que le rinda pleitesía, que se convierta en simple vocera de su movimiento.