A mano alzada, los asistentes al mitin de AMLO en Durango (la mayoría de ellos, al parecer, transportistas privados) votaron por la cancelación de la obra del metrobús en La Laguna (esta área metropolitana a la que pertenecen Torreón, Gómez Palacio y Ciudad Lerdo) al preguntarles AMLO si preferían esta obra (cuya construcción ya está avanzada) o que se invirtiera en agua.
Este tipo de decisiones debería de preocuparnos mucho a los mexicanos, ya no sólo porque generan muchísima incertidumbre (tanto económica como política), sino porque representan un ataque a la vida institucional. Este tipo de actos no podría considerarse siquiera como alguna forma de democracia directa o participativa (que vaya que hemos aprendido que muchas veces los referendums, hasta los bien hechos, pueden llegar a ser contraproducentes) sino que es una farsa completa.
Y es una farsa porque los que asistieron a ese mitin no representan siquiera los intereses del grueso de los habitantes de la zona de La Laguna, cuya mayoría sí está de acuerdo con la obra en la cual ya se habían invertido más de 450 millones de pesos. Es una farsa porque estos ejercicios pretenden engañar a la gente haciéndoles creer que su voz ha sido escuchada y que el pueblo tiene el poder, pero no es así y pongo un claro ejemplo:
Imaginemos que asisto a un mitin y los asistentes le piden a AMLO implementar una política pública que pueda ser contraria a los intereses del Presidente: digamos que ese mitin se lleva a cabo en Texcoco y todos los asistentes le ruegan a AMLO reactivar el aeropuerto de Texcoco porque les va a generar empleos y porque es necesario para el desarrollo del país. Los asistentes hacen la petición y todos levantan la mano. ¿Qué va a pasar? ¿De verdad AMLO les va a hacer caso?
Seguramente, lo primero que dirá AMLO es que hay infiltrados; que hay gente que es del PRIAN, de la mafia del poder o, en el escenario más positivo, que alguien los engañó. Evidentemente va a ignorar la «voluntad popular». López Obrador sabía que la opción a favor de la cancelación del Metrobús iba a ganar, no es tonto. No vimos a un pueblo empoderado, vimos una simulación en la que él toma todas las decisiones.
Es cierto que la clase política se había alejado de la ciudadanía, que trataban de entender la realidad política tan compleja y diversa desde una oficina en alguna torre en Santa Fe o Polanco. Pero a quienes querían un gobierno más cercano y empático AMLO les está vendiendo humo, les hace sentir que son parte de las decisiones, que tienen voz, cuando en realidad la única opinión que cuenta es la de López Obrador.
No es que López Obrador escuche al pueblo y, con base en ello, tome decisiones. Lo que ocurre más bien es que primero AMLO toma una decisión, hace como que la somete a consulta y hace sentir a la gente que fue ella quien tomó la decisión para así legitimar esa decisión que el propio Presidente, y nadie más, ha acabado de tomar. Ya lo vimos con la consulta del aeropuerto donde la ubicación de las casillas fue planeada arbitrariamente para que ganara el «sí a la cancelación» cuando la mayor parte de la ciudadanía estaba a favor de que se continuara. AMLO ya había decidido y solo utilizó al pueblo para legitimar su decisión.
Además, suena muy paradójico que AMLO haya decidido cancelar una obra que iba a beneficiar a los sectores sociales que él dice representar. Esa obra iba a reducir tiempos de traslados a muchos habitantes que tienen que moverse en transporte público. Los laguneros iban a tener un transporte más digno para ellos porque quienes hemos utilizado el servicio de transporte público sabemos que el servicio de los transportistas privados (concesionados) como los que votaron a mano alzada es francamente mucho peor que cuando el gobierno proporciona directamente ese servicio, además de que un sistema BRT (Macrobús) siempre será más eficiente y más cómodo que el camión urbano.
Por una decisión meramente política y arbitraria, una obra que requería la zona de La Laguna se va a ir al traste. Y si esta va a ser la forma de hacer política, donde ni los estudios, ni el avance de las obras se tomen en consideración siquiera, sino solo la voluntad del Presidente, entonces sí tendríamos que estar muy preocupados.