Mi conversación con un xenófobo

Jun 1, 2019

Tuve la oportunidad de platicar con Javier, quien me dijo que la ONU, George Soros, los judíos, los masones y el Vaticano conspiran para destruir Occidente con los migrantes. Me preocupó que cada vez más gente piensa lo mismo.

Esto ocurrió en un grupo de Whatsapp de un movimiento de activismo político, y al cual me agregaron.

Vi que muchas personas estaban compartiendo información que Gilberto Lozano estaba propagando en redes. Esa que decía que, producto del Pacto Mundial de Migración y de una supuesta agenda del Foro de Sao Paulo (para convertirnos en comunistas), este gobierno estaba dejando a entrar a migrantes de forma indiscriminada.

Yo coloqué como respuesta un artículo de El Economista que exhibía con datos y gráficas que, contrario a lo que AMLO había prometido en campaña, el número de deportaciones en este sexenio no había bajado, sino subido. Incluso varios migrantes quemaron piñatas de Trump, AMLO y Olga Sánchez Cordero en protesta.

Las respuestas que recibí por parte de algunos integrantes de ese chat fueron muy agresivas. Una persona empezó a colocarme muchas notas donde hablaban sobre cómo México estaba firmando acuerdos con países de Centroamérica, notas que no leyeron porque ahí mismo decía que dichos países buscarían mitigar el problema de la migración.

Pero otra persona, que llamaremos Javier, me increpó diciéndome zombie y que no llegara a desinformar. Dijo que lo que dice Gilberto Lozano no es mentira, que todo forma parte de una agenda globalista. Me di cuenta que se trataba de un señor cuyo discurso tenía un fuerte contenido de xenofobia y racismo.

Javier me comenzó a mandar mensajes de audio explicándome en qué consistía esa agenda. Se le notaba molesto, alterado, era evidente el tono de desprecio de su voz cuando se refería a los centroamericanos, chinos y árabes, a quienes se refirió como «gentuza» y gente «ignorante hambreada» para después intentar revirar y decir que no tiene problemas con los migrantes sino con quienes promueven esta «agenda globalista». Aún así después volvió a utilizar esos términos despectivos.

Lo que me llamó más la atención de Javier, que me trajo sentimientos mixtos (algo de gracia y a la vez preocupación), fue cuando empezó a explicarme de qué iba esa agenda globalista que buscaba deliberadamente destruir a Europa y a Estados Unidos. Javier me explicó que en esa agenda macabra buscaban acabar las fronteras en el 2030. Me dijo que me fuera a investigar la agenda de la ONU, (seguramente se refiería a la agenda para el desarrollo sostenible de esta organización). Fui a consultarla, no porque me dejara con la duda, sino para demostrar que él no estaba en lo correcto, y en dicha agenda no viene ninguna propuesta para acabar con las fronteras. Lo único que dice al respecto es lo siguiente:

Facilitar la migración y la movilidad ordenadas, seguras, regulares y responsables de las personas, incluso mediante la aplicación de políticas migratorias planificadas y bien gestionadas.

http://www.sela.org/media/2262361/agenda-2030-y-los-objetivos-de-desarrollo-sostenible.pdf

Naturalmente eso no implica ni mucho menos la derogación de las fronteras y va en consonancia del Pacto Mundial de Migración donde dice que los países tienen derecho a establecer sus controles sobre migración.

Javier me contó cómo en Europa hay muchos migrantes y cada vez se ven menos personas de origen francés en Francia, lo cual es cierto, pero eso no es producto de una conspiración oscura y secreta. Lo más cómico fue cuando me mencionó quiénes estaban detrás de esa agenda globalista: La Unión Europea, la ONU, los judíos, George Soros, los masones y el Vaticano.

Sí. Según Javier, los masones y el Vaticano (la Iglesia), enemigos acérrimos e históricos, ¡estaban confabulados en la misma conspiración! O sea, dos organizaciones meramente occidentales y que han moldeado, por un decir, lo que Occidente es hoy, ¡estaban confabulados para destruir Occidente! No pude hacer nada más que soltar una carcajada.

Pero esa carcajada se reprimió a sí misma cuando me puse a pensar que hay gente que de verdad cree eso, y que hay personas como Gilberto Lozano que están propagando esas ideas xenófobas de odio en contra de los migrantes. Javier coincide con Gilberto Lozano en que a México no solo van a llegar millones de chinos (que pocas razones tendrían para migrar a México con una economía que en tamaño está a punto de rebasar a la de EEUU) sino también árabes de ISIS.

Por más que lo quisiera negar para no parecer «políticamente incorrecto», en su voz y en sus mismas palabras se notaba un fuerte desprecio a los migrantes. Javier estaba seguro de lo que me decía, estaba completamente convencido. Al final me dijo que me largara de ahí con mis «tonterías» y que dejara de desinformar. Hasta creyó que era un simpatizante de AMLO.

Lo triste no es tanto que haya gente que piense así, sino que haya quienes, como Gilberto Lozano, estén propagando ese discurso de odio. Es cierto que quienes tenemos una postura más cercana al multiculturalismo debemos de ser críticos: podríamos preguntarnos si la migración a Europa fue excesiva o muy precipitada y qué tanto ello ha provocado el surgimiento de liderazgos de ultraderecha. También habría que preguntarnos si la oleada masiva de migrantes que hubo en México al final del gobierno de Peña Nieto y que resultó en un Estado rebasado y migrantes varados en las ciudades fronterizas ayudó a fortalecer este discurso.

¿Hasta qué punto un país podría recibir migrantes? ¿Debe haber controles? ¿Y cuáles? ¿Deberían ellos adaptarse al nuevo país o podrían atraer consigo mismos su propia cultura? Son preguntas razonables que nos podríamos contestar, pero ninguna respuesta puede llevar consigo un discurso de odio.

Pero con todo ello, es cierto también que hay líderes como Lozano que están promoviendo un discurso de odio ante los migrantes que, hay que recordarlo, son seres humanos. Es de reconocer el papel de la Iglesia y de diversas agrupaciones religiosas en nuestro país en favor de los migrantes y que sirven de contención ante el crecimiento de los discursos xenófobos que muchos creyeron no existían en nuestro país (tal vez eso explique por qué algunas de estas teorías de la conspiración meten al Vaticano junto con los masones y la ONU dentro del mismo complot).

La realidad, y como lo hemos visto a través de la historia de nuestro país, es que nuestra especie apunta hacia un mundo globalizado. Manifestaciones que van en contra de esa corriente como el nazismo, por más crueles en inhumanos hayan sido, no terminaron alterando ese rumbo globalizador cuyo proceso, como todo, no es estrictamente lineal pero cuya tendencia se percibe a lo lejos. ¿Habrá fronteras en el futuro? ¿Habrá naciones y aduanas? No lo sabemos. Lo que sí es cierto es que, al ser un mundo cada vez más interconectado y donde los ajenos se perciben cada vez un tanto menos ajenos, el proceso globalizador podría parecer una natural consecuencia.

Tal vez ese México aislado y de fronteras bien selladas que quisiera ver Javier terminará siendo meramente una ilusión suya.