A nivel global, hemos visto el surgimiento de líderes con un carácter fuerte. De esos que parecen ser directos y que dicen las cosas como son. Ellos contrastan con el tradicional político de carrera que llega a puestos de poder tras numerosos filtros dentro de su partido, ese que muchos consideran que gobierna dentro de una burbuja y lejano a la gente.
Es cierto que muchos de estos outsiders también contrastan con los políticos tradicionales por el hecho de tener una mayor inclinación a presentar actitudes demagógicas o incluso caudillistas, y no importa si estos personajes son de izquierda o de derecha. Estos personajes no son producto en sí de un partido (aunque alguno de ellos milite o haya militado en uno) sino de sí mismos. Son personajes carismáticos, directos y saben muy bien cómo mover los sentimientos de la gente sin necesidad de recurrir a una aparatosa estrategia de comunicación.
Y México no está exento del surgimiento de estas nuevas figuras. Como dice bien Steven Levitsky en su libro How Democracies Die, el hecho de vivir en un mundo tan interconectado y expuesto gracias a las nuevas tecnologías ha fortalecido a este tipo de personajes que no necesitan de la publicidad oficial (para lo cual sería necesario ser candidato designado por un partido) y que se puede construir a sí mismo gracias a las redes sociales y al impacto que ellos mismos generan dentro de la prensa. Esto no implica que todos los outsiders sean demagogos, muchos no lo son (por ejemplo, Pedro Kumamoto y su Wikipolítica fueron outsiders pero no mostraron un discurso demagógico), pero sí implica que no existen los filtros que los partidos generalmente utilizan para relegar a quienes mantienen un discurso excesivamente beligerante o radical.
No son pocas las figuras de este estilo que han logrado irrumpir en la arena política: ahí tenemos a El Bronco o a Samuel García de Movimiento Ciudadano, quienes presentan un discurso directo y arrebatador, hablan de mochar manos o de bajar el precio de las gasolinas porque son discursos que suenan directos y políticamente incorrectos. Pero el que más me interesa, porque a diferencia de los primeros dos mantiene un discurso político más radical, es Gilberto Lozano.
Gilberto Lozano es un empresario y líder político de ideas ultraderechistas quien, a través de Congreso Nacional Ciudadano (un movimiento jerárquico del cual él es la cabeza), ha promovido un discurso beligerante en contra del sistema político (del cual, por cierto, formó parte siendo invitado por Santiago Creel y Vicente Fox al equipo de transición) . Su activismo lleva ya varios años y empezó a cobrar notoriedad cuando ocurrió el gasolinazo en el sexenio de Enrique Peña Nieto, donde supo agitar la indignación para sumar gente a su causa.
Si bien no tiene nada de malo ser crítico de una clase política evidentemente decadente, ello no quiere decir que no tengamos que estar alertas ante quienes toman este discurso con fines meramente demagógicos que a largo plazo podrían causar problemas peores en vez de enmendar el problema actual. Gilberto Lozano, a diferencia de otros políticos outsiders y columnistas que han hecho severas críticas sobre el régimen, tiene un discurso beligerante que va en contra de toda institucionalidad. Lozano ataca al sistema de partidos como si el sistema per sé fuera el cáncer y no a la crisis como tal, incluso en tiempos de Peña Nieto llamó a abolir el Congreso de la Unión.
Gilberto Lozano, como los ultraderechistas reaccionarios de estos tiempos, promueve un discurso xenófobo combinado con teorías de la conspiración. Acusa a AMLO de traidor a la Patria por firmar el Pacto Mundial de Migración de la ONU que, según Lozano, obliga a México a abrir las fronteras a los migrantes de forma indiscriminada (para atraer gente de la Mara Salvatrucha e incluso «terroristas de ISIS») Esto es falso, ya que el documento firmado no es vinculante y respeta la soberanía de los Estados.
Todo esto, según Gilberto Lozano, forma parte de una conspiración comunista promovida por una supuesta agenda del Foro de Sao Paulo, al cual pertenecen MORENA y el PT y prácticamente todos los partidos de izquierda de América Latina, desde partidos comunistas hasta socialdemócratas o laboristas. Es cierto que partidos como los de presidentes como Nicolás Maduro o Daniel Ortega pertenecen a ese foro, pero también es cierto que partidos de mandatarios democráticos de una izquierda moderada como Michelle Bachelet de Chile, Pepe Mujica y Tabaré Vázquez de Uruguay o Lenin Moreno de Ecuador (quien se distanció del chavismo) también pertenecen a dicho foro y no hemos visto algo parecido a la implementación de una agenda para convertir a sus países en comunistas. Es cierto que gran parte de la izquierda latinoamericana y que pertenece a este foro se ha sumido en crisis económicas como Brasil, Argentina o Venezuela (y es válido cuestionar si AMLO pudiera repetir los errores que cometieron esos países) pero no existe evidencia alguna de que haya una estrategia oculta para llevar a México al comunismo (régimen que casi ha desaparecido del planeta, teniendo solo a Cuba y Corea del Norte como sus remanentes). Lo cierto es que las distintas izquierdas latinoamericanas han tenido destinos muy distintos.
Gilberto Lozano dice que AMLO es un dictador comunista, pero al mismo tiempo puede organizar una improvisada rueda de prensa en San Lázaro sin que no sea molestado por nadie. ¿Podría haber hecho eso en Cuba o en el Chile de Pinochet? Lo dudo mucho. Lozano coloca todas estas teorías de la conspiración dentro de una sola canasta: la ONU, el Foro de Sao Paulo, como si existiera una conspiración internacional para acabar con la soberanía de la nación. Así, lozano busca agitar a cierto sector conservador del país.
Es curioso, porque aunque denuncia a AMLO (MALO como él le llama) comparte muchos rasgos con él, comenzando por el discurso nacionalista. Gilberto Lozano, como López Obrador, insiste en la soberanía nacional, incluso dentro de sus manifestaciones contra el gasolinazo de Enrique Peña Nieto aparecen pancartas que dicen «El petróleo es de todos los mexicanos». También ataca a los «intelectualoides», y ha criticado de forma beligerante a iniciativas promovidas por organizaciones civiles como la #Ley3de3. De la misma forma ha sido crítico de las televisoras e incluso de algunas empresas y gusta de usar frases pegajosas y poner apodos a sus contrincantes ¿les suena?
No sé a ciencia cierta cuál es la intención de Gilberto Lozano, pero su discurso fuertemente antisistémico y xenófobo podría provocar más problemas que beneficios a la sociedad. Peligroso es, en un estado actual de las cosas donde la institucionalidad en la llamada Cuarta Transformación corre el riesgo de precarizarse más, que un liderazgo como Gilberto Lozano, que cuenta con un discurso antiinstitucional y muy polarizante, comience a cobrar relevancia.