Siempre le he guardado cierto respeto al trabajo de Diego Enrique Osorno, un periodista que tal vez no sea muy famoso y no tenga los reflectores encima como algunos otros, pero que es capaz de crear contenidos e investigaciones como pocos. Basta ver el libro que escribió sobre Carlos Slim.
Y es que esta serie que él dirigió tiene una dinámica muy parecida al del libro de Carlos Slim en el cual busca narrar una historia a través, sobre todo, de los testimonios de las personas que fueron actores de ese año tan álgido para la política mexicana y para el país en conjunto que fue 1994.
¿Por qué es una serie que debes de ver?
1994 fue un año muy convulso. En ese entonces tenía 12 años, todavía era relativamente pequeño, pero parece como si no hubiese sido tanto tiempo: Chiapas, el asesinato de Colosio (me quedé toda la tarde pegado a la televisión), la crisis económica, el triunfo de Zedillo y un largo etcétera de acontecimientos que cambiaron la política para siempre. Muchos no lo vivieron y no lo recuerdan. Para ellos, sobre todo, es imperativo ver esta serie.
Esta serie-documental de 5 capítulos nos narra lo que sucedió en ese año a través de la mayoría de sus principales actores, de documentos y de videos históricos (algunos que no había visto). Diego Enrique Osorno tuvo el cuidado de dar voz a las dos partes. Así, en esta serie vemos a Carlos Salinas y al Subcomandante Marcos (ahora Galeano), a los colosistas que insisten en que la orden del asesinato vino desde el poder y lo que dicen que fue Mario Aburto. Uno de los grandes aciertos, como ocurre también con su libro sobre Carlos Slim, es que esta obra no busca sacar conclusiones categóricas por sí misma, sino que deja preguntas abiertas para que el público las conteste. La serie no trata de tomar partido, más bien trata de recrear lo que pasó, recordar lo que se vivió en 1994, el sentir social, el papel de los actores, el México convulso.
Si uno quiere entender la política actual no puede dejar el año 1994 del lado. Entendiendo 1994 es menos complicado entender lo que ocurre hoy porque entendiendo 1994 se entiende de mejor forma la cultura política, sus vicios, sus asegunes. Porque si bien 1994 marcó un antes y un después, no significó una fractura por completo sino una parcial.
En ese entonces el control de los medios por parte del aparato político era mucho más asfixiante que ahora. Televisa básicamente era una máquina de fake news al servicio del PRI comandada por Jacobo Zabludovsky. Son ilustrativos los videos que se muestran en la serie donde en el programa Al Despertar (que recuerdo muy bien) donde un reportero dice que «Ernesto Zedillo dio una muestra de vitalidad y sencillez para saltar una valla y acercarse a los estudiantes» (la valla era básicamente uno de esos separadores de filas que se utilizan en los bancos).
En ese entonces se quebró por completo la credibilidad del sistema político: magnicidios, asesinatos, traiciones. La percepción que tenía la gente sobre la política se terminó de transformar y de trastornar. El relato del PRI como partido hegemónico se venía abajo, todo comenzaba a ser cuestionado; nadie creía ya las versiones oficiales y era la gente la que daba el veredicto a través de sus sospechas y conjeturas. El Subcomandante Marcos se convirtió en el héroe de la película y el aparato propagandístico del gobierno no pudo con él: el gobierno era el malo de la obra. Zedillo terminó siendo la peor pesadilla para la familia Salinas y logró lo que Colosio siempre había querido hacer: lograr por primera vez la transición democrática y la alternancia de poderes.
Aunque se insistió en el discurso en hacer una separación total entre el gobierno hegemónico y el llamado México democrático, podemos ver ahí a muchas caras conocidas. Ahí está Marcelo Ebrard de fondo mientras Camacho Solís habla con Carlos Salinas cuando explotó el conflicto de Chiapas. Ahí está Manlio Fabio Beltrones en las ruedas de prensa sobre el caso Colosio. Ahí está Juan Ignacio Zavala quien fue Director de Comunicación Social de la PGR de Antonio Lozano Gracia (gobierno de Zedillo). Ahí está Federico Arreola, de SDP Noticias, quien fue observador de la campaña de Colosio.
Ciertamente, ya no existe ese régimen hegemónico del PRI, pero sí varios de sus vicios y estructuras. Seguimos teniendo una prensa a la que, en su mayoría, todavía le cuesta trabajo terminar de ser libre y se la piensa dos veces antes de criticar al régimen: Televisa ya no es un simple aparato de Estado como antes pero sigue acomodándose a los gobiernos en turno. Su papel en la campaña de Peña Nieto fue descarado y no ha rivalizado en lo absoluto con López Obrador (que tiene a TV Azteca como su mejor aliado gracias a los negocios que Salinas Pliego ha logrado tejer con la llamada Cuarta Transformación). El régimen hegemónico se ha ido, pero su cultura todavía está impregnada en el aire.
1994 es una oportunidad para recordar nuestra historia reciente, para entendernos mejor como país. Ciertamente no es falsa aquella famosa frase que dice que quien no conoce su historia está condenado a repetirla, y sería un error olvidarnos de 1994.