
Regresemos unos años atrás, por ahí del 2014, en esos tiempos en que nos indignamos con el gobierno de Peña Nieto por el conflicto de interés que representó su relación con Grupo Higa y la Casa Blanca de por medio. Recordemos la indignación que generó ese caso, recordemos que fue una de las razones (junto con la masacre de Ayotzinapa) que lanzó a la gente a las calles.
Ahora imaginemos que además de eso, el gobierno de Peña decide nombrar como ministra de la Suprema Corte a la misma esposa de Hinojosa Cantú (dueño de Grupo Higa).
Y si ello no fuera suficiente, imaginemos que la esposa de Hinojosa Cantú tuviera un perfil conservador: opuesta al matrimonio igualitario y al aborto. Eso seguramente mantendría muy descontentos a quienes se dicen de izquierda.
¿Cuál habría sido la reacción de la izquierda? Seguramente hubiéramos tenido gente en las calles. Pero acabo de salir y veo que se encuentran como cualquier otro día.
Estoy seguro que la reacción habría sido muy diferente al apaciguamiento y a la displicencia que los otrora inconformes están mostrando con el nombramiento de Yasmín Esquivel, esposa de José María Riobóo, el contratista predilecto de Andrés Manuel López Obrador, que de paso, fue un férreo defensor del Aeropuerto de Santa Lucía.
Y es preocupante, porque entonces una considerable cantidad de mexicanos no está juzgando a López Obrador por sus actos sino por su persona. Un mismo acto, igual de reprobable, tiene un diferente valor por el simple hecho de quien lo cometió fue tal o tal persona (con quien se simpatiza o con quien no). No se trata del acto en sí, sino de si hablamos de López Obrador o de un «neoliberal».
Y peor aún es que esto sucede en un entorno en el que la oposición brilla por su ausencia. Son pocas las personas que levantan la mano o alzan la voz cuando en otro gobierno habrían sido millones. Esas personas, por su pequeño número, no tienen gran capacidad de influencia y, por ello, López Obrador puede irse a dormir tranquilo, porque un acto que a Peña le costó varios puntos de popularidad a AMLO le hizo lo que el viento a Juárez.
Las mujeres o los gays que se verían representados en la izquierda progresista, se encuentran con que son casi huérfanos. La mayoría de la oposición a AMLO es de derecha y tan solo una minoría son liberales o socialdemócratas que podrían representar sus intereses y que son, valga la redundancia, la minoría de una minoría, porque gran parte de los izquierdistas de quienes se esperaría deberían estarlos acompañados en su lucha, se encuentran en el limbo, inermes, desprovistos de herramientas para defender sus causas porque la esperanza en la figura de López Obrador les parece más importante.
La falta de contrapesos también existe porque una gran parte del país prefiere no cuestionar los actos de un líder político por la esperanza que tienen depositada en él. Que se simpatice con alguien no implica que no deba reconocerse sus errores, y menos cuando esos errores contravienen sus principios ideológicos.