Con toda la imperfección, las virtudes y los defectos que puedan traer los distintos movimientos feministas y relacionados detrás de sí, algunos moderados, otros radicales y de distintas ideologías (imperfecciones, virtudes y defectos que suelen ser constante en todas las luchas). usted, mi amigo, no podrá negar que estos últimos años las mujeres se han empoderado mucho, que han cobrado mayor relevancia como género como nunca antes y que ello representa uno de los cambios culturales más importantes de los últimos años. No solo votan y estudian, también escriben cada vez más libros y ocupan más puestos de poder.
Tampoco podrá negar que ya no habrá un punto de retorno hacia el pasado al cual no lo puede justificar ni la nostalgia, no podrá negar que las sociedades de la información actuales son completamente incompatibles con la relación asimétrica entre géneros que solo pueden explicarse como reminiscencias de etapas de desarrollo de la especie que ya fueron superadas.
Si usted es hombre como yo, no debería estar molesto ni asustado, en el entendido de que el ser humano es digno por solo el hecho de serlo no tiene elementos para argumentar que un género es superior a otro. Tampoco debería pensar que su masculinidad está en crisis ya que tan solo debería preocuparse por evitar esas conductas que minimizan, infantilizan o ridiculizan a las mujeres. Menos debe someterse para quedar bien, usted tiene derecho a disentir, pero sea crítico a la hora de detectar cuándo se trata de un disenso o cuestionamiento legítimo, y cuándo se trata de su reticencia a abandonar conductas que minimizan o denigran al género femenino.
Más allá de arroparse con términos como «aliado» o «feminista» (y peor aún cuando se usan por conveniencia o para quedar bien) simplemente nos debería parecer inconcebible que entre los dos géneros, igualmente importantes en la preservación de la especie, no exista por completo todavía una relación simétrica donde los roles sean producto del común acuerdo de ambos.
Tal vez no esté usted equivocado cuando dice que hay movimientos que llegan a caer en excesos o incongruencias (al igual que ocurrió con la emancipación de los negros o con los feminismos liberales de su tiempo), aunque también recuerde usted, estimado amigo, que nuestro género llegó a ser muy manchado con ellas, les dijimos que su rol debería ser tal o cual, que su rol estaba en la cocina, que debían obedecer «al hombre», roles que se justificaron bajo argumentos supuestamente naturalistas, pseudocientíficos, o como preservación de lo tradicional.
Cierto que explicar el papel de histórico de los roles de género va mucho más allá de los relaciones de poder, no se limita a éstas y son producto de algo mucho más complejo que solo puede analizarse desde una perspectiva multidisciplinar. Pero lo cierto es que ellas están pidiendo su espacio y, por el simple hecho de ser seres humanos, tienen derecho a ello.