Percepción 1, realidad 0

Mar 4, 2019

¿Por qué en Enero aumentó drásticamente el número de personas que perciben que México es un país más seguro para vivir cuando ni los números ni la realidad dicen eso?

Hace unos días, Consulta Mitofsky publicó los resultados de un estudio de opinión sobre la popularidad que tiene López Obrador y la percepción que la gente tiene sobre sus políticas públicas. En resumen, contrario a lo que algunos eruditos piensan, López Obrador ha aumentado sus índices de popularidad.

Pero me llamó la atención sobremanera el apartado sobre la percepción que la gente tiene de la seguridad del país, y creo que la interpretación de esta gráfica nos ayuda a interpretar casi todo lo demás, como por ejemplo ¿por qué AMLO es cada vez más popular?

La percepción no siempre está correlacionada con la realidad porque el individuo muchas veces no conoce la realidad más allá de lo inmediato, de su realidad cercana y los medios de comunicación, porque tiene escepticismo de la estadística (sobre todo cuando viene de fuentes oficiales) y, sobre todo, porque las emociones y las sensaciones influyen mucho a la hora de hacer un juicio. Vaya, se les pregunta a las personas lo que percibe, no si hizo un minucioso estudio de las estadísticas. Tomemos el caso de la seguridad: Es común que una persona que fue asaltada en el último mes y que en la televisión vio noticias sobre asaltos y asesinatos, diga que la inseguridad se ha disparado aunque los datos duros indiquen que ha pasado lo contrario: digamos que esta persona tuvo mala suerte porque aunque ha habido menos asaltos, a ella le tocó la mala fortuna de ser víctima de uno y los noticieros que esta persona ve generalmente exhiben nota roja porque así esperan tener más audiencia.

El caso de la gráfica que nos muestra Consulta Mitofsky muestra este mismo sesgo pero en el sentido inverso donde el porcentaje de la gente que percibe que México es más seguro es mucho mayor que en todos los 10 años en que la encuestadora ha lanzado esa pregunta. Es discutible si enero ha sido el mes más violento (como afirma un columnista en Animal Político donde, al parecer, hizo un mal desglose de la información proporcionada por la SESNSP al no excluir los homocidios accidentales de los demás homicidios). pero lo cierto es que, en el mejor de los casos, la tendencia se ha mostrado estable, lo cual muestra que ese cambio drástico en la percepción nada tiene que ver con la realidad.

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¿Y entonces por qué ese drástico cambio en la percepción se dio? Si un indicador se mueve es porque una variable dentro de la ecuación cambió.

Y me atrevería a sugerir que este cambio podría explicarse por la figura y la retórica de López Obrador. ¿Por qué?

Mi argumento es el siguiente: la mayoría de los mexicanos en este momento evalúa de forma positiva la gestión de López Obrador porque tiene esperanza en su figura, su amplia popularidad creciente lo deja ver latente. Posiblemente la gente está tomando con agrado que se esté «gobernando de una forma diferente», que en poco tiempo le esté «pegando al avispero» y esté cambiando la forma de hacer las cosas. Muchos de los especialistas y la oposición han sido muy críticos sobre las formas y los métodos, pero el alcance que tienen en el contexto actual es limitado. Incluso toman eso como algo positivo, «si los perros están ladrando, es señal de que se está avanzando», podrían pensar. AMLO dirige la agenda, los medios bailan a su ritmo, sus seguidores la propagan y la defienden en las redes sociales.

Y como la gente está percibiendo que este gobierno «está haciendo algo», entonces en automático piensa que la seguridad está mejorando porque cuando una narrativa de cambio y rompimiento de un status quo deficiente está siendo implementada dentro del colectivo, se piensa que todo tiende a mejorar. Como en un lapso de tres meses solo una pequeña proporción de la población es asaltada y como hasta ahora no se ha suscitado algún escándalo fuerte relacionado con la seguridad, no hay algo que ponga en tela de juicio su argumento. Lo mismo explica por qué el desabasto de gasolina no redujo la popularidad de López Obrador en lo absoluto: muchos de los que aprueban su gestión tal vez se sintieron incomodados, pero al mismo tiempo llegaron a la conclusión es que es muestra de que «por fin se está haciendo algo». No es poco común que cuando un gobierno implementa cambios de fondo, suela generar incomodidades en el corto plazo (aunque podemos cuestionar si este es el caso).

El gobierno de López Obrador ha tomado como base lo simbólico. Es la forma en que aspira a mantener legitimidad mientras llegan los resultados (los cuales tardan más). Vender el avión presidencial, abrir Los Pinos o quitarles las pensiones a los ex presidentes tiene un efecto casi nulo dentro de las finanzas o dentro del combate a la corrupción, pero ayudan mucho a fortalecer la narrativa que López Obrador ha estado propagando.

El problema es que la fortalece tanto que la gente piensa que los indicadores sobre aquello que «sí importa» están mejorando cuando no hay evidencia empírica alguna de ello. Y ello es un problema porque la gente no está haciendo un juicio sobre los hechos, sino con base en una percepción muy sugestiva que ha sido, de alguna forma, alterada con la ayuda de la misma propaganda lopezobradorista, para que la gente crea que AMLO está gobernando muy bien y está transformando el país cuando en realidad su gobierno lleva solamente tres meses.

¿Hasta qué punto podrá el símbolo alterar la percepción de la gente? Difícilmente lo sabremos. Habrá que ver hasta que grado los hechos que contradigan a lo simbólico son suficientes para convencer a la gente de la cruda realidad, si bastarán datos duros o tenga que percibir una afectación en la vida cotidiana. Habrá que ver si en el mediano plazo, el gobierno de López Obrador comienza a mostrar resultados positivos con lo cual el símbolo se vuelve innecesario.

Pero lo cierto es que juzgar el mandato de un gobierno con base en lo simbólico puede llegar a ser peligroso. Imaginemos que López Obrador logra extender la fuerza de lo simbólico unos tres años aunque los resultados de su gestión no sean en realidad nada buenos, lo cual hace que la gente le vuelva a dar un voto de confianza en las cámaras porque «percibe» que este gobierno está haciendo las cosas bien. Imaginemos que la gente cuestiona a quienes evidencian los errores del gobierno bajo el pretexto de que son supuestamente parte de las élites que quieren que las cosas no cambien (por eso es que la polarización suele ser una buen arma política). Imaginemos que AMLO insista en estigmatizar a la prensa, a la oposición. No sería el primero en hacerlo, pero dada la popularidad que tiene López Obrador así como su fuerte y feroz narrativa, el efecto será mucho más grande que al que habría podido aspirar cualquier otro presidente.

A la hora de hacer juicios políticos, la gente es menos racional de lo que se piensa, ya que sus posturas no son necesariamente producto de una concienzuda deliberación, es a veces más producto de la forma en que percibe el mundo y, en muchas ocasiones, las personas se expresan a través de ésta. Los políticos lo saben, López Obrador lo sabe, y sabe sacarle partido.