Primero: En ella no deberían poder participar los políticos de siempre. Esto naturalmente excluye a Margarita Zavala, Felipe Calderón, gente como Javier Lozano y demás miembros de la clase política que fue sacada a patadas en el 2018. Su mera presencia deslegitimaría cualquier movimiento de oposición. Muestra de ello fue el movimiento #HijasDeLaMX (que tuvo el «beneplácito» de la clase política que fue barrida) y que cayó en el desprestigio casi en el momento en el que surgió.
Segundo: Debe tratarse de una coalición entre diversas corrientes de pensamiento pero que tengan la capacidad de defender el modelo de democracia liberal con división de podres, contrapesos, libertad de expresión, participación ciudadana, Estado de derecho, economía de mercado que esté acompañada de un sistema de seguridad social, que busque combatir los vicios estructurales que derivan en una sociedad injusta e inequitativa (falta de oportunidades, manifestaciones de clasismo o racismo). Dicho esto, esta oposición puede englobar tanto a movimientos de izquierda democráticos (por ejemplo, socialdemócratas), liberales (en el sentido clásico) e incluso corrientes de centro-derecha que coincidan en defender este modelo de democracia.
Tercero: Debe blindarse ante cualquier injerencia de movimientos de corte populista (de derecha) que pudieran surgir y que busquen aprovechar el descontento de la gente opositora hacia López Obrador para promover una agenda iliberal o, peor aún, autoritaria.
Cuarto: A partir de la defensa de ese modelo se debe de crear una narrativa poderosa, coherente y contundente que logre contrarrestar la narrativa de López Obrador. Naturalmente este sería uno de los retos más difíciles pero indispensables, y por ello esta oposición debería desligarse de los gobiernos anteriores, lo cual me lleva al siguiente punto:
Quinto: Deben de ser críticos con los regímenes anteriores y no aspirar a ser una reedición del estado anterior de las cosas. Deben ser oposición de López Obrador, pero también deben ser férreos críticos de los gobiernos anteriores, reconocer lo que se hizo mal de tal forma que puedan ofrecer un modelo nuevo.
Sexto: Es importante que quienes conformen este grupo (en especial las cabezas visibles) sean gente honorable, reconocida por la sociedad y que no vayan a promover o representar intereses nocivos, ya sean políticos o económicos. Deben saber establecer puentes de diálogo con los diversos sectores pero, a la vez, deben mostrar independencia de éstos.
Séptimo: Deben de ser capaces de integrar a gente de distintos sectores, de distintas clases sociales y personas que si bien, pueden tener discrepancias en algunas cuestiones políticas, coincidan en su entusiasmo de promover y defender un sistema democrático.
Octavo: Debe comportarse como una oposición responsable cuyo fin sea velar por los intereses de este país y de todas y todos los ciudadanos que la componen, y no que su papel sea llevar la contra al gobierno nada más por llevarla; mucho menos hacerlo de forma visceral. En este sentido, también debe de ser capaz de reconocer los que desde su consideración sean aciertos del gobierno actual. No debe caer en la tentación de polarizar a la sociedad ni de estigmatizar a quienes piensan diferente.
Noveno: Debe centrarse no solo en la oposición hacia determinadas políticas del gobierno que se consideren cuestionables, sino que deben estar dispuestos a analizar bien dichas políticas en vez de hacer críticas «por encimita» con base en el primer artículo que vea. Pero sobre todo, debe de ser capaces de plantear alternativas hacia las políticas propuestas y defenderlas.
Décimo: Debe tener un carácter incluyente y plural, que sea capaz de escuchar a las distintas voces y a los distintos sectores de la sociedad, que no viva en una burbuja y sepa abrirse e incluir a todos los «Méxicos».