Evidente es que Venezuela ha caído en desgracia en estos últimos 20 años desde que Chávez llegó al poder, producto del deterioro económico y político de ese país. Los propios indicadores lo dejan patente: inflación, desabasto, pobreza, deterioro institucional y un régimen que, a los 20 años, no ha estado dispuesto a soltar el poder. Ciertamente, al principio se pudieron jactar de que ganaban en las urnas, luego ya ni eso ocurrió. Con el tiempo fueron deteriorando todos los contrapesos democráticos para acumular más y más poder.
Venezuela pasó de ser un país con mucho potencial de desarrollo a uno estancado en el atraso. Las ciudades de Venezuela se ven ya muy viejas y deterioradas por la poca inversión y derrama. Son pocos los edificios que rebasan la década de los 80: uno de ellos, la Torre David, sin terminar y que hace pocos meses sufrió un colapso en los últimos pisos, se ha convertido en una favela vertical. Si se desconfía de los indicadores, basta ver la realidad, las fotografías, los testimonios o incluso viajar allá para constatar lo que han estado viviendo nuestros hermanos de Venezuela.
Desabasto de medicinas, de pan, índices altos de violencia (que se convierte en la excepción de la regla donde las sociedades más igualitarias suelen ser más pacíficas), hiperinflación, crisis económicas recurrentes. El colapso es evidente, hasta con los ojos cerrados se puede ver. Muchos venezolanos están sufriendo dos décadas de irresponsabilidades que se implementaron bajo el mantra de la igualdad y las buenas causas. Las élites del gobierno de Venezuela, mientras, pueden viajar por el extranjero sin ningún problema y darse una vida con el dinero del pueblo, ese que tanto dicen defender.
Tal vez no se haya tratado de una dictadura genocida, pero sí de un régimen autoritario que restringió la libertad de expresión comprando diarios de oposición e incluso llegando a cerrar televisoras y utilizando todo el aparato del Estado (muy a la usanza del viejo PRI mexicano) para que, a través del acarreo y el asistencialismo, se aseguraran de salir victoriosos en las elecciones. También encarcelaron opositores y ridiculizaron a quienes no pensaban como ellos para condenarlos al ostracismo. De forma progresiva, el chavismo fue deprimiendo a Venezuela hasta sumirla en el caos y la miseria producto de una cadena de errores tomados a lo largo del tiempo: demagogia, populismo, irresponsabilidad económica.
Por más adjetivos, por más culpables externos que se quieran buscar, Venezuela cayó en la desgracia producto de sus propios errores. Tal vez no se equivoquen quienes cuestionan la congruencia de Estados Unidos por condenar y desconocer el régimen de Maduro en tanto que tolera otros regímenes autoritarios amigos, pero se equivocan rotundamente cuando no reconocen el evidente fracaso en el que se ha convertido el llamado “Socialismo del Siglo XXI”. Prácticamente todos los países del Cono Sur que tienen relación con el “imperio estadounidense” se encuentran en mejores condiciones que la otrora prometedora Venezuela. Como decía un amigo: los patios traseros siguen estando mejor que el basurero.
Los países que han decidido guardar cierta distancia con el “imperio” y sus “malévolos brazos” como el FMI y el Banco Mundial, se han desarrollado a partir de una estrategia muy planeada en la que no le dieron completamente la espalda al mercado. Por el contrario, pusieron restricciones iniciales para fortalecerse internamente y así poderse integrar a dicha dinámica de mercado de forma estratégica, como ocurrió con países como China o Corea que no siguieron los recetarios de las suprainstituciones en un inicio. El caso de Venezuela no se parece en nada al de los países asiáticos. En 20 años, Corea y China tuvieron un despunte económico impresionante, lo contrario ha ocurrido con Venezuela.
Se puede criticar la congruencia de muchos países y la parcialidad de otros, pero, independientemente de eso, la realidad es que Venezuela fracasó por mérito propio. Su gobierno, y nadie más, es responsable del caos que provocó.
Y por eso, espero que este régimen caiga. Venezuela ya lo merece.