Ayer me fui a formar para ponerle gasolina al automóvil. Era una fila kilométrica que daba vuelta en varias cuadras. En la esquina unos automovilistas se agarraron a golpes porque uno había tratado de meterse a la fila. Otro ya no tenía gasolina y tenía que empujar su automóvil. La situación era caótica, la gente estaba desesperada porque no sabía si iba a alcanzar a llegar a la gasolinera. La gente temía que se acabara el abasto de gasolina antes de que le tocara el turno, que pasara eso implicaba ir a buscar otra gasolinera y hacer el mismo procedimiento.
El gobierno de López Obrador ha tomado una decisión muy impopular con el fin de acabar con el huachicoleo, un problema que se ha convertido en un cáncer, no solo por la afectación a las finanzas públicas sino porque termina financiando a los mismos grupos de delincuentes que se benefician de ella (incluidos cárteles de la droga). Su gobierno hizo bien en hacerle frente y era necesario tomar medidas drásticas.
Y como toda medida drástica, esta iba a tener afectaciones en la vida cotidiana de la gente. Así como cuando la policía tiene que cerrar toda una cuadra para perseguir a un criminal o como cuando el gobierno tiene que hacer recortes producto de la mala gestión del gobierno anterior o cuando algunos negocios terminan perjudicados debido la construcción de un transporte público que era necesario, se entiende que una medida como la actual tenga afectaciones en la vida cotidiana. Sería pecar de ingenuo pensar que algo así no fuera a ocurrir.
Esta parte, esta voluntad política puede reconocerse y no podría negarse. El gobierno de AMLO está haciendo frente a un cáncer que los otros gobiernos dejaron crecer (lo cual los convierte en automático en corresponsables de lo que estamos viendo el día de hoy) y está apostando parte de su capital político combatirlo.
Pero el infierno está pavimentado de buenas intenciones…
El tomar medidas drásticas también conlleva responsabilidades, responsabilidades que han sido omitidas por este gobierno y que pueden terminar comprometiendo la estrategia que está llevando a cabo.
Entre todos los errores, el que me parece más grave es el que tiene que ver con la comunicación pero que también puede estar explicado por los otros (que tienen que ver con una deficiente planeación, deficiencia que, por cierto, no conocemos a profundidad ni podemos dimensionar bien por la misma falta de comunicación entre el gobierno y sus gobernados).
La comunicación es importantísima cuando le quieres pedir a la gente que haga sacrificios. Si la gente va a tener una alteración en la vida cotidiana de menos debería saber para qué fin ésta se va a ver alterada (tal vez esto es lo único que sabe y a medias), por qué debe combatirse ese problema, en qué consiste el problema, qué estrategia se va a seguir (aunque no pueda darse a conocer al público por completo, al menos que se delineen algunos puntos de ella para que la gente sepa que hay una estructura y un plan detrás), cuáles son las medidas a largo plazo para que el huachicoleo no resurja y para que los huachicoles no terminen delinquiendo en otras cosas, aproximadamente cuánto va a durar, o qué medidas va a tomar el gobierno para que el impacto, inevitable, sea el menor posible.
Como todas estas cuestiones no han sido respondidas, la gente llega a la conclusión de que no hay estrategia alguna y se trata de una mera ocurrencia a la cual ya le han sentenciado un rotundo fracaso a pesar de que lleva pocos dias (producto de la poca disposición del gobierno de comunicarla). De la misma forma, la gente tampoco dimensiona el problema que se busca combatir (el huachicoleo) y, aunque reconoce que sí es un problema, le puede restar importancia. La gente tampoco entiende cómo funciona Pemex, no sabe por qué se tuvieron que cerrar los ductos, no sabe cuándo van a abrir, no sabe nada. Esto es responsabilidad del gobierno y de nadie más.
El gobierno no puede exigir a los ciudadanos que se solidaricen, más bien deben ganarse la comprensión de la ciudadanía. El gobierno debe de ser empático y explicar bien por qué ese sacrificio que van a hacer vale la pena, lo cual no ha hecho. En cambio, hemos visto declaraciones de AMLO y los suyos que llegan a rozar en la burla y la arrogancia, vemos descalificaciones a diarios a la Trump e incluso burlas de algunos de los suyos en redes sociales.
La comunicación podrá parecer una nimiedad, pero ésta puede determinar el éxito o el fracaso de la estrategia. Por ejemplo, con la comunicación tan deficiente que el gobierno está teniendo, el umbral de tolerancia de la gente se reduce considerablemente. Con una mejor comunicación la gente podría estar más dispuesta a hacer sacrificios y eso le daría un mayor margen de maniobra al gobierno para actuar.
Pero en vez de ver una estrategia de comunicación sensata, lo que vemos son flyers que no dicen nada, que contienen un tufo de culto a la personalidad y que incluso violan el artículo 134 de la constitución. Es paradójico que se viole el Estado de derecho para anunciar una estrategia que busca fortalecerlo:
También, podemos ver que detrás de esta estrategia están ausentes previsiones y mecanismos que tengan el fin de aminorar el impacto y las externalidades. En caso de que no se haya podido avisar a la ciudadanía con tiempo (por la mera estrategia), sí podría haberse implementado medidas tales como coordinación con las gasolineras para racionalizar la gasolina de forma ordenada, se me ocurre algo así y también agrego una sugerencias que un amigo mío hizo: por ejemplo, que solo puedan despachar gasolina los automóviles que tengan menos de medio tanque lleno, que tal terminación de placas pueda abastecerse tal día para que las colas no sean tan grandes, o que si bien es cierto que Pemex tiene poca capacidad de almacenaje (lo cual explica por qué hay barcos varados en el mar) haber buscado la forma de tener una reserva, aunque sea la mínima. Otra medida debería haber sido priorizar la gasolina a los vehículos automotores que trasladan insumos de primera necesidad tales como alimentos perecederos, medicinas así como ambulancias. Si la gente hubiera visto alguna forma de coordinación tal vez no estaría tan enojada. La poca coordinación que hay es producto de los mismos ciudadanos, no del gobierno. Son los ciudadanos los que se han tenido que organizar por sí mismos.
Es cierto que la gente está haciendo muchas suposiciones, que si cerrar los ductos es una tontería, que si de verdad están combatiendo el problema del huachicoleo e incluso corrieron teorías de la conspiración que tenían el fin de acabar con las importaciones en aras de la soberanía energética. Algunos activistas piden a AMLO que abra ya los ductos sin saber bien si esto es una buena idea porque ni siquiera conoce bien la estrategia. Pero el gobierno es en gran medida responsable de esto. La gente no tiene la suficiente información porque el gobierno no se las ha dado. Lo que la gente percibe allá afuera es desorden porque el gobierno ha sido incapaz de explicar el por qué del caos, los ciudadanos opinan y especulan con lo que tienen a la mano (que es poco, y eso poco les es muy molesto).
La gente no cree en la estrategia porque no ve detenidos. En efecto, no necesariamente tendría que haberlos a estas alturas del juego, pero la gente lo entendería si el gobierno hubiera comunicado mejor. Como la gente no conoce la estrategia, se imagina o asume cómo debería de ser y con base en ello hace esas suposiciones. Pero eso no es responsabilidad de la gente, sino del propio gobierno.
Yo apoyo la decisión de AMLO, creo que ha tomado una medida necesaria e incluso valiente para combatir un problema producto de la complicidad o la displicencia de los gobiernos anteriores. Yo quiero que se acabe con el huachicol porque es un problema gravísimo y si para eso algunos días nos vamos a tener que formar en las gasolineras estoy dispuesto a asumir el sacrificio. Pero el apoyo también significa ser crítico con lo que se está haciendo mal y con lo que se puede hacer mejor y no podemos negar que detrás de esta estrategia, bien intencionada, sí, falta planeación y hay mucha improvisación.
Al final, lo que importa y lo que debe importar no son las buenas intenciones, que se agradecen pero nada más. Lo que importa son los resultados, nosotros votamos a los candidatos para que den resultados, no para que «le echen ganas» y se jacten de ello. La gente quiere ver resultados tangibles y concretos. Si no existe eso, entonces esta estrategia habrá fracasado y la gente tendrá todo el derecho de estar molesta porque su vida se vio interrumpida a cambio de absolutamente nada.