Lo voy a decir de una forma clara: si las cosas siguen como van en la oposición y el gobierno de AMLO no se convierte en un desastre, MORENA va a repetir en 2024.
¿Por qué? Porque la oposición al gobierno de López Obrador es algo lamentable y casi inexistente. Para mí lo que sucedió en la toma de posesión de AMLO resume muy bien lo que es la oposición hoy en día: a los panistas se les ocurrió sacar carteles pidiendo bajar la gasolina y el propio López Obrador les recriminó el haber votado por subirla en el sexenio de Peña Nieto. AMLO los exhibió.
La oposición partidista, a pesar de la sacudida que recibieron y que los dejó casi en la irrelevancia, no ha logrado entender el mensaje ni el contexto. Siguen enfrascados en una forma de hacer política que fue casi unánimemente rechazada en las urnas en las elecciones federales. Otra muestra de ello es el spot que el PAN acaba de sacar donde compara a López Obrador con los líderes autoritarios históricos que van desde Hitler hasta Chávez; la misma estrategia que no funcionó en lo absoluto en la campaña:
La oposición partidista cree que va a lograr crear un movimiento de oposición por medio de mensajes acartonados, que no dicen nada, que son creados por agencias de comunicación y que son pronunciados por políticos tibios, falsos y oportunistas que en todo el sexenio de Peña Nieto no se comportaron a la altura de lo que una oposición debe ser ¿por qué pensar que las cosas van a ser diferentes esta vez?
López Obrador, mal que bien, tiene ideales y es en cierta forma congruente con ellos (que sea o no congruente con sus mensajes hacia la opinión pública es otra cosa) a diferencia de la gran mayoría de los políticos ahora de oposición que creen poderse mover, despachando desde sus oficinas aisladas del resto del país, dentro de un mar de pragmatismo político excesivo movido por las meras conveniencias y aspiraciones personales. Que AMLO tenga ideales claros y ellos no, los deja en una clara desventaja y casi fuera de competencia.
Pero hasta el momento, dentro de la sociedad civil las cosas no se ven mucho mejores. Es cierto que ha habido marchas para oponerse a las decisiones de AMLO, pero no hay un hilo conductor ni parece haber una buena articulación. Parece más bien un colectivo de gente cuya coincidencia es el desdén hacia la figura de López Obrador, el miedo a que México se convierta en Venezuela y un discurso no rebasa por mucho lo que uno puede leer en los chats de los familiares de Whatsapp. No se percibe al menos en el corto plazo que vayan a surgir liderazgos políticos de éstas y tampoco hay actualmente líderes que le den forma y contenido político a estas marchas. Las entrevistas que realizó el periodista Hernán Gómez (con todo y el sesgo que pueda haber dada su simpatía con López Obrador) me parece que refleja muy bien esto.
También se ve difícil que estas marchas vayan a generar masa crítica ya que sus formas son más propias de una minoritaria clase acomodada de clase media-alta y alta que hasta este momento solía tener una postura más apática hacia lo público (y que se puede palpar en la forma en que llevan a cabo las marchas). El hecho de que vayan vestidos de luto en un país donde hay muchas más razones de peso para vestirse así genera rechazo en un sector importante de la población.
Estas marchas parecen no tener el expertise ni sus integrantes parecen estar lo suficientemente politizados como para profundizar en las demandas que le plantean a López Obrador y articular un discurso en el cual los opositores a López Obrador puedan sentirse integrados. Por el contrario, en el colectivo se siente como si solo representaran a una minoría (producto de su inexperiencia al tratar de entender y empatizar con el «México mayoritario», lo cual podría alienar a quienes no simpatizan con AMLO pero que no se sienten identificados con estas marchas). No son pocos los que han dicho en las redes que se puede estar perfectamente en contra de AMLO pero también de estas «marchas fifí».
Tal vez las organizaciones que representan al sector civil y el privado puedan hacer una mejor tarea ya que tienen más organización y más conocimiento de lo político. Las cámaras empresariales como la Coparmex (que mantuvo una postura de oposición al gobierno de Peña Nieto en los últimos años y que es, a mi parecer, la única cámara que tiene un sentido social) y las organizaciones como el IMCO o Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad podrían articularse de mejor forma e ir creando un frente de oposición.
Pero, con independencia de la sociedad civil, es necesaria una oposición política. ¿De dónde van a surgir los nuevos liderazgos? Es casi una obviedad que es cada vez menos probable que surjan de las fuerzas políticas tradicionales. ¿Serán necesarios nuevos partidos? ¿Podrán movimientos como Wikipolítica lograr articular algún movimiento de oposición y desde ahí ingresar al poder político como lo intentaron sin éxito en las elecciones pasadas? Gobernadores como Javier Corral y Enrique Alfaro (por su cuenta y no producto de sus partidos) parecieron ejercer una forma de liderazgo como gobernadores, sobre todo por los superdelegados que les restaban poder. Pero López Obrador ya se ha dado a la tarea de neutralizarlos al darles ciertas concesiones.
Lo cierto es que este gobierno necesita una oposición, y en medio de un presidente muy dado a basar su legitimidad en narrativas y simbolismos, en tanto la oposición no encuentre una narrativa convincente, se va a ver rebasada. Pero lo cierto es que no se ve donde se encuentra esa oposición y por dónde pueda surgir. Está muy desarticulada y López Obrador y los suyos sienten que están casi en un día de campo.