¿Hasta donde es ético y moralmente aceptable criticar a una persona?
Si alguien ha sido objeto de fuertes críticas en estas últimas semanas es el hijo de López Obrador.
¿Puede ser el hijo de un Presidente, por su corta edad, objeto de críticas y burlas? ¿Puede serlo aún cuando éste no haya hecho o dicho nada que pueda molestar a los gobernados?
Las críticas no tienen que ver con su dudoso comportamiento, ni mucho menos recuerdo que le haya dicho «esa prole» a los críticos ni que haya respondido críticamente a los que critican (criticamos) las decisiones de su señor padre. Las críticas tienen que ver con su aspecto físico o el color de su pelo.
Las críticas que se vertieron sobre Paulina Peña y la familia Peña Nieto tenían que ver con actos que indignaban a la población. Declaraciones despectivas, comportamientos arrogantes o lujos excesivos son los que motivaban las críticas. Y estoy consciente de que algunas de esas críticas eran demasiado duras y viscerales.
Pero ¿es válido burlarse de un niño quien, por cierto, parece representar lo opuesto de lo que representaba la familia Peña Nieto? Un niño quien no se caracteriza por derrochar elegancia y para el cual la imagen personal no tiene importancia, que se ve desaliñado, que se pinta el pelo a veces de amarillo o a veces de otro color, que tiene algo de sobrepeso. Vaya, como cualquier niño de clase media no muy acomodad de nuestro país.
Es cierto que criticar a quienes ostentan el poder es algo sano, a veces funciona como catarsis y ayuda a humanizar a quienes en otros tiempos la gente veía como autoridades superiores a quienes se tenían que respetar a pesar de que fueran corruptos o abusivos. Pero ¿acaso Jesús Ernesto ha utilizado la posición de poder de su padre para llevar a cabo actos o afirmaciones que pueda molestar o indignar a la gente?
Si no ha sido así, porque hasta el día que escribo esto eso no ha ocurrido ¿de todos modos no importa si estas burlas directas hacia su persona o su apariencia puedan afectar su psique? ¿Es válido burlarse de él de una forma en la que no nos burlaríamos de otros niños tan solo por ser el hijo de un Presidente (electo) con el que no simpatizamos? ¿Es justo que él pague los platos rotos por las incongruencias de su padre y vea, cuando entra a las redes sociales, memes, burlas o insultos hacia su persona, insultos que pueden traducirse en bullying no solo en redes sino en su escuela? ¿Por qué la integridad de un niño tiene que importar menos por el hecho de ser hijo de un Presidente?
Tanto tuiteros, usuarios de redes sociales y hasta algunos de esos periodistas deberían molestarse, aunque sea un poco, en contestar estas preguntas en vez de dejar llevarse por lo cómodo y lo cotidiano.