Imagina que un día decides ir con tu novio o novia, esposa, familia o tus amigos al nuevo centro comercial que tiene varias tiendas de lujo que venden ropa por miles de pesos, que presume una arquitectura moderna diseñada por un arquitecto reconocido, que tiene fuentes de agua, donde la gente acude para comprar la ropa que van a presumir en algún evento social.
Puedes pensar muchas cosas, pero lo último que se te vendría a la mente es que ese complejo se vaya a caer.
Y se cayó. Parte de uno de los edificios que componen la Plaza Arts Pedregal, que iba a ser una suerte de Antara al sur de la Ciudad de México desarrollada por el arquitecto Javier Sordo Madaleno y cuyos cálculos estructurales estuvieron a cargo de Grupo Rioboo (el que había recibido licitaciones directas durante la jefatura de gobierno de AMLO), se vino abajo pocos meses de haberse construido. No era la primera vez que eso ocurría, la construcción ya tenía varias demandas e incluso sufrió un derrumbe durante su construcción por una fuga de agua.
Afortunadamente nadie pereció en el incidente, pero cosa distinta habría sido si en ese momento el centro comercial hubiera estado abarrotado de gente, hablaríamos de una tragedia. Y la indignación se hace más grande si tomamos como antecedente el sismo del año pasado, que se caracterizó por el desplome de algunos edificios relativamente nuevos cuya estructura no había sido bien diseñada.
A espera de que se de una explicación concreta de las causas del derrumbe, es importante hablar sobre la corrupción y la voracidad inmobiliaria que se ha convertido en una constante en este país, donde obtener la mayor cantidad de dinero, independientemente del impacto negativo en el entorno o los riesgos que una obra pueda representar, parece ser la única prioridad.
Muchos de los desarrollos que se levantan en nuestro país se presumen como de primer mundo, presumen tecnologías en la construcción, incluso algunos emulan o intentan emular ciertas edificaciones de países desarrollados. En muchos casos tienen nombres en inglés para vender status, tienen espacios amplios, wi-fi gratis o vistas privilegiadas. Pero estos desarrollos terminan siendo una suerte de burbuja donde el «primer mundo» termina donde comienza la banqueta (si es que esta existe). Gracias a la corrupción y a la displicencia de las autoridades, o a unos planes parciales que no tienen mucho sentido, muchos de estos desarrollos no se integran adecuadamente al entorno donde se encuentran.
Así, vemos edificios de lujo donde no hay banquetas, lujosos centros comerciales a los cuales es casi imposible llegar en transporte público, edificios amontonados que no permiten el paso de la luz porque lo importante era que el desarrollo cupiera sí o sí en el terreno, desarrollos ecológicos que lo que menos tienen es sentido alguno de la ecología.
El caso de Plaza Arts Pedregal fue más allá, porque en los casos anteriores la corrupción y la falta de sensibilidad terminaba en la puerta de la entrada del edificio. Acá se metió y derrumbó parte del propio complejo. Alguien hizo algo mal, ya sea que hayan sido quienes hicieron el diseño del proyecto, quien lo ejecutó o quienes hicieron los cálculos: posiblemente los peritajes lo lleguen a resolver. Pero el mensaje para muchos es claro: en ningún lugar nos podemos sentir completamente a salvo. Este no fue el primer caso, ocurrió también con Galerías Coapa, el Centro Comercial donde dos personas perecieron a causa de los derrumbes ocasionados por el sismo y el cual «están parchando» para rehabilitarlo a pesar de las muy probables fallas estructurales. Ocurrió también en Guadalajara donde, a raíz de los permisos dados de forma cuestionable y la poca vigilancia, Plaza Patria sufrió una fuerte inundación producto de la ampliación del centro comercial y que ocasionó la pérdida de numerosos autos y donde, afortunadamente, nadie perdió la vida.
La voracidad y la falta de sensibilidad con el entorno es un gran problema a todos los niveles que van desde las casas de interés social que son casi inhabitables y poco dignas hasta los desarrollos de lujo que suelen ser muy excluyentes (sobre todo si los comparamos con sus símiles de los países de primer mundo), donde lo único que importa es generar dinero a como dé lugar y donde no importa generar ciudades más vivibles e integradas; donde no importa afectar la vida «allá afuera» con tal de mejorar la vida «allá adentro» (y en el mejor de los casos).
El derrumbe de Plaza Arts Pedregal es tan sólo la punta del iceberg inmobiliario de nuestro país, donde cualquier cosa se vale, donde se puede amontonar lo que sea con tal de vender, donde no importan los riesgos o los demás. Fue un aviso, uno muy claro.