A diferencia de lo que piensan algunas personas, yo sí creo que un triunfo como éste es benéfico para la sociedad e incluso para la autoestima nacional. Es importante por varias razones: porque la selección es uno de los pocos elementos que crea una cierta cohesión y orgullo patriótico, y porque en un país donde las malas noticias y la frustración son la constante, una victoria de este tamaño, y que debe ser considerada la victoria más importante de México en la historia de los mundiales, ayuda, aunque sea de forma temporal, a mantener cierta fe, cierta esperanza en su país.
Las élites políticas de los países lo saben, por eso es que se suele edulcorar la historia nacional de tal forma que los ciudadanos puedan forjar una identidad de la que se sientan orgullosos: los padres fundadores en Estados Unidos, los héroes de la Patria en México, por poner un ejemplo. Las selecciones nacionales fungen para los habitantes de su país como una extensión de esa identidad. Por eso es que los mundiales generan una gran expectación. Los aficionados asisten a las gradas con elementos típicos de su nación: los mexicanos acuden con sus sombreros o sus máscaras de lucha libre, los alemanes con sus cánticos que se pueden remontar hasta la Prusia de hace dos siglos.
La narrativa de México en los mundiales es la de un país entrón, que le echa ganas, que no se raja (como diría Octavio Paz) pero que en el momento más importante le flaquea las piernas. El aficionado relaciona dicha narrativa con lo que ve en su país: una nación de gente brava y trabajadora, pero que es incapaz de organizarse, que en los momentos importantes no logra trascender y se queda en la orilla. Por eso se dice que México tiene todos los recursos para ser un país de primer mundo y nada más no lo logra.
La victoria sabe muy bien por eso, porque rompe de forma contundente con una narrativa mediocre con la que se suele representar a la selección, y de la que se dice, es reflejo de lo que ocurre en nuestro país (independientemente de qué tan certero pueda ser este argumento). Sabe muy bien porque México venció a una selección caracterizada por su disciplina, trabajo en equipo y mentalidad ganadora, precisamente los valores de los que se dice, México carece, tanto como selección como en el ámbito cultural. Haberle ganado a una selección de tales proporciones hace sentir al mexicano muy orgulloso; pero lo más importante, le hace sentir que tiene menos limitaciones de las que creía tener. La victoria es de tales proporciones que casi nadie la pronosticó, y quienes lo hicieron, lo hicieron como consecuencia de un acto de fe ciega más que del análisis de las selecciones y de su historial.
También sabe bien porque la selección venía muy cuestionada, tanto por su desempeño futbolístico, por las decisiones del técnico, así como por el comportamiento de los jugadores (a quienes se les criticó por contratar escorts). En realidad, los analistas y la mayoría de la afición, tenían pocas expectativas. Algunos se daban con que México no fuera goleado.
Festejar esta victoria es muy válido. Sí, técnicamente los artífices de la victoria son los jugadores y el cuerpo técnico y no nosotros, pero una selección va a representar toda una cultura ante el mundo, ante los demás países, ante la prensa. Si no se concibiera a las selecciones nacionales como representantes de naciones, de culturas, de sistemas de creencias, la Copa del Mundo no tendría razón alguna de existir. El Mundial es un escaparate donde los jugadores van a representar a sus países y todo lo que ello significa.
Esta victoria es, hasta el día de hoy, la más importante para México en la historia de los mundiales. México nunca había vencido a una potencia de élite en un mundial ni había vencido a Alemania. Hace dos mundiales venció a Francia, pero esa selección venía bastante desdibujada que incluso se había clasificado injustamente. Hoy se enfrentó a una Alemania que tiene una selección de élite, que era (y tal vez sigue siendo), junto con Brasil, una de las favoritas para ganar la Copa del Mundo.
Festejar este triunfo, producto de un gol de «El Chucky» Lozano, de un primer tiempo donde le dio un baile a los alemanes y de un segundo donde defendieron con sudor y cansancio la ventaja, es completamente válido. Decir que se trata de una distracción «de lo que más importa» es un absurdo. Cualquier persona sabe la real dimensión que tiene este triunfo y nadie en su sano juicio pensaría que un triunfo de estas magnitudes acabará con los problemas de nuestro país. Termino como comencé: es muy sano festejar en medio de un México que habla de corrupción, inseguridad e impunidad, y es sano recordar que México es más que eso.