Acabar con la corrupción

Jun 15, 2018

Prometer es tarea fácil, no así acabar con uno de los grandes males de nuestro país. Acabar con la corrupción no sólo es tarea de un individuo, sino de todos los mexicanos.

Acabar con la corrupción

Hace unos años iba manejando con un amigo a un antro, él me hablaba de Peña Nieto, sobre la corrupción del PRI, los políticos que roban. Cuando llegamos no encontrábamos estacionamiento. Muchos de los automóviles se estacionaban en un camellón prohibido y todos los que estaban parqueados ahí ya tenían la multa en el parabrisas. En eso mi amigo me dijo: -Oye Álvaro, ¿por qué no estacionas el coche en el camellón, le quitas el papel de la multa a un coche y se lo pones al tuyo para que los agentes de tránsito piensen que ya te multaron y no te hagan nada?. Naturalmente yo le dije: -A ver ¿qué no estábamos hablando sobre la corrupción?

Prometer no empobrece, prometer es fácil. López Obrador ha prometido acabar con la corrupción de forma tan insistente que hasta su frase «vamos a acabar con la corrupción» se ha convertido en una especie de muletilla. Su teoría consiste en que si él es honesto y no es corrupto, entonces nadie lo va a ser.

Se agradece que él procure no ser corrupto, pero es iluso pensar que la voluntad de una persona se vaya a trasladar a toda la población en su conjunto. ¿por qué? Porque la corrupción es, en gran medida, una respuesta a un sistema que no funciona, a un Estado de derecho muy débil incapaz de hacer valer las leyes. Más que un problema cultural (como bien decía Peña Nieto) es un problema más bien estructural, que ciertamente termina permeando en la cultura y de la cual la sociedad también es corresponsable. 

Fortalecer el Estado de derecho es una tarea bastante complicada que puede tomar más de una generación y cuya responsabilidad no solo es del gobierno sino de la sociedad misma. Requiere extirpar las prácticas que están impresas en el ethos mexicano y que han sido consideradas por muchos la manera natural de convivir. Es una tarea muy difícil.

Para acabar con la corrupción también es indispensable una sociedad que critique estas prácticas, y que esa crítica vaya más allá de las simpatías partidistas. Muchos de quienes van a votar por López Obrador lo harán porque están, dicen, hartos de la corrupción, pero al mismo tiempo buscan recovecos y tuercen sus argumentos para justificar las acusaciones de corrupción en contra de Layda Sansores. Si López Obrador adjudicó un proyecto sin licitación a un tercero no es malo, pero si lo hacen sus opositores entonces son de lo peor. Difícil es aspirar a acabar con la corrupción cuando el líder que promete llevar a cabo de esa empresa es permisivo en cuanto a los actos de sus subalternos y más difícil es cuando gran parte de sus seguidores hacen como que ignoran lo que pasa y juzgan los casos con un doble estándar.

La voluntad de un mandatario frente a la corrupción es muy deseable, pero no es, de ninguna forma, condición suficiente. 

Y quienes esperan que la simple llegada de una nueva persona a Los Pinos vaya a acabar con la corrupción y vaya a convertir a México a algo parecido a un paraíso nórdico deben de saber que están muy, pero muy equivocados.