Es cierto que no se puede asegurar de forma categórica que López Obrador ha ganado la elección. En el mes que falta para el día de la elección pueden llegar a ocurrir eventos que modifiquen las intenciones de las encuestas: una revelación muy oscura y turbia del candidato (o sea, un as bajo la manga), una estrategia electoral muy inteligente (que raye en la genialidad) o algo parecido.
Pero lo cierto es que las posibilidades de que AMLO gane son muy altas. Oráculus (el agregador de encuestas) dice que si hoy fueran las elecciones, López Obrador tendría el 92% de ganar. Si lo comparamos con futbol (aprovechando que tenemos al Mundial a la vuelta de la esquina) es más probable que ninguna de las potencias (Alemania, Francia, Brasil, Portugal, Inglaterra, Argentina, España y Bélgica) gane el Mundial, o que México llegue a semifinales (de acuerdo con las predicciones de UBS) a que López Obrador pierda las elecciones (con las tendencias del día de hoy, aclaro).
Las encuestas no se han movido mucho en los últimos tres meses, solo hemos visto un ligero incremento en favor de AMLO, mientras que Anaya después de un crecimiento se ha estancado y Meade se mantiene en tercer lugar; casi pareciera que están congeladas. También hemos visto que a pesar de que varios indecisos ya han comenzado a definir su voto (tomando a Oráculus de nuevo), éstos son menos que hace dos meses y no se han convertido automáticamente en votos en contra de AMLO. Ni siquiera la declinación de Margarita Zavala ayudó a cerrar la brecha. Es casi imposible que las tendencias cambien si en este mes no se da algún evento que implique un quiebre o ruptura.
Y también es cierto que la respuesta de «no respondió o no sabe» no sólo está compuesta por indecisos, sino por gente que no va a ir a votar o que no le interesa.
Ante esta situación, muchas personas que no simpatizan con López Obrador se encuentran en una etapa de negación. Tratan de interpretar la realidad de tal forma que sea más cómoda emocionalmente (es decir, que mantengan una considerable esperanza de que López Obrador no vaya a ganar).
Y esto es, hasta cierto punto, normal. Cuando se trata de política los individuos no somos completamente racionales, más bien mantenemos un sesgo donde tratamos de favorecer información que nos haga sentir bien y minimizamos aquella información que nos hace sentir mal. Así como muchos lopezobradoristas relativizan los errores y cuestionamientos de su candidato, también varios antilopezobradoristas ponen a las encuestas en tela de juicio porque no les agrada el resultado. Recordemos cuando López Obrador y sus seguidores decían que las encuestas estaban cuchareadas en 2006 porque se espantaron al ver como la brecha se cerraba.
Este sesgo de confirmación no distingue siquiera preparación y educación. La gente más docta también es muy proclive en caer en este tipo de sesgos cognitivos.
Muchos dicen que las encuestas son falaces porque la muestra es de 1,200 cuestionarios cuando este tipo de muestra es más bien completamente normal y suele ser más la norma que la excepción. Para ello, tenemos que hablar del margen de error.
El margen de error de las encuestas está determinado por el número de cuestionarios. Si el tamaño es de 1,200, el margen de error es de +/-3%. Esto quiere decir que si AMLO tiene 40 puntos, significa que la realidad se encuentra en un rango de 37 o 43 (tomando el caso de que el instrumento y la muestra estén bien diseñados). La relación entre el margen de error y el número de encuestas no es lineal, es exponencial. Si una casa encuestadora decide hacer 2,200 encuestas para que tenga mayor validez, se encontrará con que el margen de error es de +/-2% (solo disminuyó un punto). Tendría que hacer más de 6,000 encuestas para llegar al 1% aproximadamente, mientras que para llegar al cero absoluto tendría que encuestar a absolutamente todos los electores que van a votar.
Por ejemplo, tomando la encuesta de Reforma que salió el día de hoy que muestra que AMLO tiene más de 20 puntos sobre Ricardo Anaya, muchos aludieron a encuestas pasadas para afirmar que Reforma «siempre se equivoca» como en esta imagen:
Si analizamos estrictamente todas estas gráficas nos daremos cuenta que en realidad la única que valida el argumento de que Reforma se equivocó fue en el 2000, error mucho menor del que algunos esperan. Coahuila no se puede tomar como referencia ya que ahí el PRI orquestó un fraude electoral, pero vayámonos con la encuesta de 2006 y la del Estado de México:
Cuando una encuesta muestra una diferencia que se encuentra dentro del margen de error (es decir que es menor a este) se dice que hay un empate técnico. Este es el caso de de estas dos encuestas. En Estado de México le daba ventaja a Delfina, pero la victoria de Del Mazo quedó casi en los bordes del margen de error. La discrepancia fue de 4% cuando el margen de error fue del 3%. Reforma se equivocó por ¡1%! E incluso, dado que la diferencia que pronosticó era menor al margen, podemos decir que la encuesta de Reforma contemplaba la posibilidad de triunfo de Alfredo del Mazo.
En 2006 ni siquiera hay error alguno ya que le dio a AMLO una ventaja de 2% (que es un empate técnico por estar dentro del margen de error) cuando Calderón ganó por menos del 1% cuando el margen de error oscilaba por el 3%.
En la encuesta de Reforma que se acaba de presentar estamos hablando de más de 20 puntos de ventaja.
¿Esto significa que Reforma es infalible? No, aunque en 2012 fue una de las encuestas más certeras. Yo pienso que la diferencia es algo menor de la que muestra Reforma y creo que está más cercana a los 16 puntos de diferencia que muestra Oráculus. También debemos tomar en cuenta qué tan bien está diseñado el instrumento, la muestra, y el efecto de la tasa de rechazo (que podría tener una incidencia). Las encuestas se pueden llegar a equivocar, pero la realidad es que la gran mayoría de las encuestas muestran una misma tendencia, lo cual se refleja en el ejercicio de Oráculus, y que dice que López Obrador tiene una ventaja considerable Yo prefiero usar los agregadores como referencia más que las encuestas por sí mismas, porque creo que, al final, al promediar, logran atenuar las discrepancias que estas puedan tener.
En redes me he encontrado con afirmaciones que dicen que la encuesta está pagada, que hay «algo chueco». Algunos (con mucha curiosidad pero sin el suficiente conocimiento en materia de investigación cuantitativa, porque vaya, no es su profesión) dicen que está manipulada porque en la CDMX se levantaron encuestas en delegaciones donde AMLO puede tener mayor ventaja, aunque en realidad estas se seleccionan de forma aleatoria.
Algunos también argumentan que entre sus amigos «casi nadie» va a votar por López Obrador, que fueron a una conferencia de negocios y ahí muchos simpatizaban por Meade. Peor aún, algunos vieron un sondeo en Twitter y lo tomaron como argumento para decir que «el tabasqueño ya perdió y que todo es una manipulación de las encuestadoras». Pero los círculos cercanos no son siquiera representativos del universo. En 2012 nadie en mis redes quería a Peña Nieto y ganó porque el voto estaba en otros sectores con los cuales casi no tengo contacto.
Otro argumento es que las encuestas se equivocaron en el Brexit y en la elección de Estados Unidos:
En el caso de Brexit, las encuestas se equivocaron más bien por pocos puntos. La mayoría de ellas daban el triunfo al «remain» por dos o cuatro puntos. Ni una lo hizo por más de 10 puntos de ventaja.
En el caso de Estados Unidos todas le dieron el triunfo a Clinton, pero la diferencia fue de 4 a 6 puntos al cierre. Y de hecho, Hillary ganó por 2 puntos tomando el voto popular (recordemos que en Estados Unidos las elecciones se definen por los votos de los superdelegados de los estados). El error de las encuestadoras fue de muy pocos puntos y el beneficiario fue el que representó el discurso sistema, al igual que en el Brexit. En el caso de México, el que tiene un discurso antisistémico es López Obrador.
Acá estamos hablando de que Oráculus, el agregador de encuestas más conocido de esta elección, le da al momento 16% de ventaja a López Obrador al día de hoy. Hablamos de que las tendencias no se han movido mucho en los últimos meses a pesar de la guerra sucia, del pleito de AMLO con los empresarios y los debates donde el tabasqueño no muestra sus mejores tablas. Hablamos de que la campaña del PRI contra Anaya afectó de forma considerables las posibilidades del panista y que las rencillas siguen, por lo cual se antoja complicado en extremo que todo el voto de ambos se concentre en un solo candidato.
Esto no se acaba hasta que se acaba, en una elección todo puede pasar. Lo que reflejan las encuestas actualmente es lo que ocurriría si la elección fuera el día de hoy, y eso significa que no se puede descartar alguna variación en el mes que falta. Pero por lo que comenté anteriormente, la realidad es que por más se acerca la elección las posibilidades de que López Obrador crecen cada vez más ya que, a pesar de todas las estrategias que se han utilizado para tratar de bajar el tabasqueño, este sigue muy cómodo allá arriba y se antoja cada vez más difícil que ocurra algo que represente una ruptura.
Digamos que estamos el minuto 30 del segundo tiempo y el Atlético MORENA le va ganando 3-0 al Racing del Frente al cual ha superado ampliamente en la cancha. Sí, se han dado casos en que un equipo remonta ese marcador, pero eso ha ocurrido muy pocas veces. En muchas ocasiones, con un marcador así, algunos prefieren ir abandonando el estadio para no tener que lidiar con el tráfico de regreso a casa.
Y tal vez esta realidad no les (nos) guste a muchos. Pero habrá un momento en que se tengan que enfrentar a ella, ya que será importante conocerla para poder llevar a cabo de mejor manera su voto. Por ejemplo, en dado caso de que se acerque cada vez más la elección y no veamos variaciones, tal vez será más prudente preguntarse si López Obrador puede obtener mayoría en el congreso o no y votar en consecuencia.