Felicitar a la mujer en este día es un despropósito. El Día Internacional de la Mujer no es un cumpleaños ni siquiera es un aniversario. Este día, por el contrario, es uno de reflexión.
Por eso es que, aunque a varias personas les moleste, está de más felicitarlas, mandarles flores y decirles lo hermosas que son, que hacen de comer muy rico, etcétera. Si se piensa que esa es la manera de abordarlas en este su día, entonces es que no se ha entendido nada e incluso se va en sentido contrario de lo que se busca en este día.
Para nosotros los hombres, este debería ser un día de reflexión y, sobre todo, de empatía hacia ellas. Incluso debería ser un día de confrontación personal.
Y hablo de una empatía real, no de ver «cómo me subo al tren del mame para ver cómo quedo bien con ellas», y eso incluye que los hombres revisemos nuestra conducta hacia ellas. Por eso muchos hombres se frustran, porque creen que ellos son los que deciden cómo es que hay que felicitar a la mujer, pero la verdad eso es un absurdo ya que si quieres felicitar o reconocer a alguien, es pertinente hacerlo de tal forma que la persona que es objeto de dicho reconocimiento se sienta bien.
De verdad, el día de hoy (y más bien todos los días) deja de pretender que te quieres sumar porque quieres ligar. Deja al lado las pretensiones y sé empático con ellas: platica con ellas sobre qué es lo qué es lo que les molesta, qué es lo que les preocupa, sobre qué es lo que quieren y si sienten que el mundo que tenemos hoy es justo con ellas. Platica, y sobre todo, escucha lo que las mujeres tienen que decir sobre los feminicidios, sobre aquellas veces que temen subirse a un taxi o a un Uber por miedo a que vayan a ser acosadas sexualmente. Escucha lo que tienen que decir sobre la veces que han sido abusadas por un hombre (porque la verdad, los hombres somos muy torpes al tratar de entender el impacto psicológico que ello les causa), las veces que han sido limitadas personal o profesionalmente por su género.
Entiendo muy bien que se pueda ser crítico o se tenga discrepancias con ellas y es completamente válido, como se tiene con cualquier persona. Pero uno tiene que asegurarse que dichas críticas no tengan la intención de reducir o subestimar a la mujer por su género, ni de limitarlas. El día de hoy revisa bien esas conductas que tienes ahí muy internalizadas, date cuenta que cuando dices «a las mujeres no hay que entenderlas, hay que amarlas» te ves bien pendejo, ya que estás subestimando su inteligencia. Tampoco digas «la violaron porque iba vestida así», es una ofensa e incluso una injusticia. Y de verdad, por el amor de Dios, deja de decirles piropos como «ay mami, estás bien chula, ay ese cuerpecito». Si otra persona te pone un buen moquetazo por hostigar así a una mujer, nadie tendría por qué defenderte. Si discrepas con ellas, no las insultes ni les digas feminazis; aprende a debatir y a dialogar de forma civilizada, aprende a establecer puentes de diálogo.
Y repito el ejemplo que he puesto en este blog para que entiendas lo torpes que solemos ser cuando queremos «entenderlas» (así, entre comillas). Muchos hombres dicen que las mujeres exageran y alardean ante el acoso sexual. Ahora imagínate que tú, como hombre, entras a un bar y tres personas afroamericanas fornidas de más de dos metros te empiezan a tirar la onda y a decirte «ay papi chulo, eso que tienes allá abajo yo lo quiero» (para que comprendas el efecto que la fuerza de un hombre tiene sobre el de la mujer). ¿Cómo te sentirías? Amenazado o aterrado es lo menos que podrías decir. Y aún así solo habrás entendido una parte, ya que uno de los temores más grandes de las mujeres es ser violadas, no solo por el mero acto, sino por el juicio de la sociedad que recae ante ellas.
Históricamente, las mujeres han sido relegadas a un segundo plano: «el otro» como le llamaba Simone de Beauvoir. Incluso, en lo que la anatomía se refiere, se intentaba justificar que la mujer era algo así como un complemento del hombre, él como un ente activo y ella como un ente pasivo. Durante muchos siglos prevaleció la creencia de que la mujer era un «hombre invertido» para justificar la supremacía del hombre en el quehacer público. Y si bien en los últimos siglos, sobre todo con el advenimiento de la Ilustración y la democracia, la mujer ha ganado muchos espacios y la disparidad de género es mucho menor que antes (algo que se debe reconocer), todavía no podemos hablar de sociedades completamente equitativas, sobre todo en México. Reminiscencias de esos paradigmas siguen dentro de nuestra sociedad: hombres machos que golpean a las mujeres, hombres que las acosan sexualmente, que no las dejan avanzar profesionalmente por su género.
No tienes siquiera que estar siempre de acuerdo con todas la corrientes feministas ni tienes que presumir ser un aliado feminista (se es, no se presume), la discrepancia es válida (que no es lo mismo discrepar y ser crítico que imponer tu visión) y algunas de las diferencias que he tenido las he expresado en este sitio. Pero es trabajo tuyo revisar esas conductas que afectan a las mujeres, es tu trabajo reconocer que estos paradigmas herencia de una sociedad histórica patriarcal prevalecen y hay que reconocerlos para así combatirlos: debes reconocer que las mujeres no son objetos sexuales ni mucho menos que están a tu servicio ni que son tus criadas, reconoce que a la mujer no puedes callarla por ser mujer, que si una mujer que te gusta te dice que no, no debes insistir y debes respetar su espacio. Tal vez no sea tu culpa que tengas varias conductas internalizadas que no sabías que les molestan o las subestiman, pero sí es tu responsabilidad ponerte a chambear para reconocerlas y cambiarlas. Por eso, escúchalas, dialoga con ellas, interésate genuinamente en ellas.
No se trata, en lo absoluto, de despojarte de tu masculinidad. Se trata, simplemente, de dejar de ser machista.
Y eso ya ni se trata siquiera de feminismo sino de simple sentido común y de equidad. Y por el contrario de lo que reza esa ridícula frase, sí, a las mujeres hay que entenderlas. De hecho, los hombres desconocemos más a las mujeres de lo que pensamos.
Y de verdad, deja de pretender que te sumas a su causa, que eres un aliado, para ver si así ligas. No las felicites, si ellas no quieren ser felicitadas en este día, entonces ¡no lo hagas! En vez de eso, escúchalas, lee sobre lo que ellas tienen que decir, y sobre todo, actúa en vez de presumir.
Y si no puedes hacerlo, al menos no te tomes la molestia de «subirte al tren del mame». Muchos te lo agradeceremos.