Gran parte de mi vida pensé que era malo para las matemáticas. Que no era lo mío, que eso de ser ingeniero no sería para mí (aunque sigo pensando que no tengo perfil de ingeniero).
Recuerdo el estrés que me causaban en la escuela. Ecuación grandota, igual a no la voy a poder resolver, igual a voy a reprobar en el examen, igual a me van a poner una zarandeada en casa. Las matemáticas me causaban mucho estrés.
Recuerdo cuando el profe llenaba el pizarrón de ecuaciones que había que resolver. Era increíble porque uno veía el pizarrón limpio, parpadeaba y, de pronto, ya estaba lleno de fórmulas y variables. Luego había que aprenderse la fórmula general (la chicharronera) para resolver las ecuaciones cuadráticas, luego venían las desigualdades, las funciones. Mi cabeza iba a estallar. El Baldor no sólo era pesado por su gran volumen y por su tapa sólida, sino porque bastaba abrir sus páginas para darse cuenta de lo que a uno le iba a esperar en el semestre.
Ahora que me estoy preparando para un examen de admisión, me he dado cuenta que en realidad no era malo para las matemáticas y que no necesariamente tenían por qué ser una pesadilla. Acudí a Internet para aprender el álgebra que no tocaba desde la preparatoria y lo encontré hasta divertido. En una semana aprendí a factorizar, a hacer ecuaciones lineales y cuadráticas, con fracciones o radicales, desigualdades, algo de geometría. En la preparatoria, el maestro nos mandó a más de la mitad del salón a examen extraordinario por menos que eso. Recursos en Internet como Khan Academy hacen que este proceso de aprendizaje incluso sea divertido y que uno vea a las matemáticas desde otra perspectiva.
¿Por qué nunca me enseñaron a ver así las matemáticas? ¿Por qué profe?
Tal vez algún ingeniero se esté riendo de mí por aprender álgebra básica cuando ellos andan «duro y dale» con el cálculo. Pero mi punto se entiende, creí que era malo para las matemáticas porque yo, como muchos, no tuve profesores que supieran enseñármelas bien.
El problema de todo esto es que hay muchas personas que creen que son malas para las matemáticas, porque sus profesores no tuvieron la habilidad de enseñárselas ni para agarrar el «gusto por los números». Y como los estudiantes creen que son malos porque sufren con las matemáticas, entonces piensan que «ni de locos» deberían de estudiar alguna ingeniería.
Las generaciones actuales tienen muchos recursos que nosotros nunca tuvimos. Cuando cursaba la preparatoria, si bien ya tenía Internet (en aquellos tiempos del ICQ y del Messenger), no existían las plataformas que los estudiantes de hoy tienen y si no le entendíamos al profesor, sólo nos quedaba pedirle a algún compañero que nos explicara, o en el peor de los casos, contratar a algún profesor privado que nos ayudara a regularizarnos. Pero aún así dudo que muchos de los alumnos saquen provecho de estas plataformas de la mejor forma. Al final, siguen siendo educados por maestros que, ya sea que no tengan la habilidad necesaria para transmitir sus conocimientos o que sus conocimientos matemáticos no sean suficientes, los enseñan a odiar las matemáticas y verlas con estrés.
El mercado laboral y los avances tecnológicos son claros cuando se trata de hablar de las habilidades que las nuevas generaciones necesitan, no sólo para que ellos puedan aspirar a un mejor nivel de vida, sino para el desarrollo del país. Necesitamos que las nuevas generaciones le agarren el gusto a las matemáticas, y para eso se necesita un revulsivo dentro de la docencia, tanto en la escuela pública como en la privada. Necesitamos nuevas generaciones de maestros que estén más preparados para transmitir esos conocimientos y estén interesados en que los alumnos aprendan las matemáticas de mejor forma.
Y mientras no pase eso, muchos seguirán pensando que las matemáticas son difíciles, aburridas y tediosas. Y así, seguirán engrosando las carreras universitarias que de por sí ya están muy saturadas.