Si nuestra sociedad fuera racional, ahorita mismo estaríamos observando un desplome de López Obrador en las encuestas. Pero los electores, independientemente de colores o partidos, no siempre suelen ser racionales a la hora de definirse por un candidato. Si yo fuera su simpatizante me sentiría profundamente traicionado por las decisiones tan lamentables que está tomando.
Hasta hace poco, López Obrador podía pretender venderse como alguien diferente al régimen, a lo que él llama la «mafia del poder», como la única esperanza ante la política decadente. Hasta hace poco, López Obrador era el único que podía presumir algo parecido a una «ideología»: votaré por AMLO porque soy un hombre de izquierda, decían muchos.
Pero esa esperanza es ya, aunque muchos no lo quieran reconocer, un mero espejismo. Muchos prefieren aferrarse a él, aunque saben muy dentro de su ser que es falso y no existe. Abrir los ojos implicaría aceptar que no hay esperanza, que es iluso esperar un cambio sustantivo en nuestro país al elegir un candidato (vaya, es iluso esperarlo en la gran mayoría de las ocasiones y siempre que el elector se ha ilusionado con un candidato, eventualmente se ha decepcionado).
Gran parte de los puestos, como los de los senadores plurinominales, no serán otorgados a quienes han formado parte de su movimiento, ni a sus incondicionales ni a quienes merecerían estar ahí por mérito, sino a los oportunistas y, disculpen que lo diga así, a los delincuentes que buscan fuero, porque Napoleón Gómez Urrutia es un delincuente. Raymundo Riva Palacio relata muy bien los fraudes que este «minero» ha cometido.
Cualquier discurso anticorrupción deja de tener validez. ¿Con qué cara un candidato puede presumir ser impoluto si acepta incluir a una persona acusada, con pruebas, de diversos fraudes? ¿Y cuál es la respuesta de López Obrador? Que es un «perseguido del régimen», que «los estigmatizan».
Pero no es el único nombre polémico, el otro que resuena es el del panista Germán Martinez. Y no se trata de cualquier panista, sino del representante de Felipe Calderón en el entonces IFE en 2006. Sí, esa vez que López Obrador los acusó de fraude electoral. ¿Qué responderán sus simpatizantes a ello? ¿Y qué responden del pacto que ha tejido con la otrora enemiga Elba Esther Gordillo? ¿Qué opinan de su decisión de dar marcha atrás a la Reforma Educativa en favor de las plazas y los maestros cooptados, cuando eran ellos mismos los que repetían hasta el hastío sobre la necesidad de tener una sociedad educada? ¿Qué dirán sus seguidores que odiaban a las televisoras al ver a varios de los actores de Televisa y a Esteban Moctezuma de TV Azteca en sus filas?
MORENA se ha convertido en el basurero de la «clase política», de la «mafia del poder», de los oportunistas que buscan un hueso o una mejor posición desde donde preservar sus intereses y su cuota de poder.
Pero la gente se aferrará al espejismo, porque es más cómodo engañarse que darse cuenta que los mexicanos tenemos muy pocas razones para poder depositar esperanza alguna en cualquier candidato en las elecciones venideras, por eso es que incluso algunas personas (hasta intelectuales y académicos) han incursionado en la disciplina de la maroma y la contorsión intelectual para tratar de justificar a López Obrador: relativizan los hechos o cuentan una historia alternativa (alternative facts) para que todo cuadre y no pierdan la esperanza en su candidato.
López Obrador lo sabe, o al menos así lo cree; y por eso es que ha tomado estas polémicas decisiones que vacían a su movimiento de ideología y hasta de congruencia, pero que le construye una estructura de cara a las elecciones del 2012. Mientras los partidos ven como sus bases se resquebrajan, López Obrador fortalece las suyas: divide y vencerás.
Yo no creo que AMLO convierta a México en Venezuela, pero al ver estos movimientos sí puedo vaticinar que su probable gobierno tendrá una factura de corte más bien priísta, con todos los vicios inherentes a estas corrientes, que la justicia social quedará en un mero discurso o, probablemente, en medidas económicas irresponsables. Puede que termine por decepcionar a los suyos, quienes tardarán en darse cuenta de la dura realidad.
El modelo de López Obrador (no sólo referido a lo económico, sino a toda su plataforma y línea de pensamiento) es insostenible. Sobrevive por la indignación de la sociedad con el gobierno y por el aura hacia su persona que el candidato construyó durante años. Pero será cuestión de tiempo cuando la cruda realidad se sobreponga a la fantasía.