Resulta que se armó un escándalo porque ahora que Netflix subió la serie de Friends, algunas personas se «escandalizaron» por los contenidos que juzgaron como homofóbicos, sexistas y machistas.
Yo vi Friends muy pocas veces y por eso no me atrevería hacer un juicio de la serie. Posiblemente no estén del todo equivocados quienes adviertan en la serie algunas manifestaciones de ese tipo, y no es difícil advertirlo ya que hablamos de una serie que terminó hace 14 años. Y la verdad es que de 14 años para acá han existido varios cambios dentro de la cultura occidental. La cultura estadounidense de 2018 no es la misma que la del año 2000.
El problema no es el juicio que hagan de la serie, el problema tiene que ver con la forma que llevan a cabo dicho juicio.
Yo esperaría, por poner un ejemplo, que dicha serie sirviera como punto de referencia para ver cuánto se ha avanzado en materia de derechos de la mujer o de los gays en los últimos 15 o 20 años. Si antes había ahí expresiones machistas normalizadas (como dirían algunas personas) que ahora se han «desnormalizado», entonces podría presumirse un logro.
Pero no, se procede al linchamiento hacia quienes vivieron y se desenvolvieron en otro contexto.
De verdad, esto es horrible. Vivir siempre conflictuado y resentido con el pasado.
Y la infinitud del conflicto será inevitable porque conforme la sociedad siga progresando, siempre se mirará al pasado con un fuerte recelo. La única alternativa para no pelearse con la historia sería no progresar como especie, pero ahí el recelo con el presente sería mucho mayor. Para ellos, no hay escapatoria.
Es paradójico, porque las corrientes posmodernas, aquellas tan influenciadas por corrientes filosóficas relativistas, están tomando una postura absolutista. Es decir, están haciendo juicios morales de eventos que ya ocurrieron tomando como referencia el tiempo actual. Así uno entiende que algunas de estas personas sean implacables hasta con William Shakespeare. Gran parte de los valores morales suelen ser relativos a la época a la que se encuentran (no confundir con relativismo moral) ya que son establecidos por culturas que se van modificando a través del tiempo con el fin de establecer una serie de normas y valores gracias a las cuales sus miembros puedan convivir, desarrollarse y satisfacer sus necesidades de la mejor forma.
¿El ser humano era más malo y desgraciado en aquellos tiempos en que se permitía la esclavitud o en aquellas épocas en las que se encontraba en constante guerra? Lo dudo mucho, porque se trataba de una sociedad mucho menos madura. La civilización contemporánea no es resultado de la espontaneidad, sino de una serie de procesos evolutivos que han tomado miles de años.
No somos seres humanos en su «estado natural». Por el contrario, somos educados y criados para sobrevivir y poder desarrollarnos en un entorno que es producto de la sabiduría y de la experiencia acumulada a través de los siglos. Nuestra forma de ser está, en gran medida, determinada por construcciones sociales que son resultado de todo este proceso evolutivo de nuestra especie.
Voltear al pasado y darnos de latigazos por haber sido más imperfectos en el pasado es una actitud muy injusta. Es injusta porque estamos haciendo un juicio tomando como base un modelo social que en ese entonces no existía siquiera (aunque claramente, existen muchas conductas absolutamente reprobables para la moral de la época y por eso es que podemos criticar a Hitler o a cualquier déspota sanguinario). Naturalmente, repetir dichas actitudes ya superadas en la actualidad sí debe ser reprobable: someter a una persona como esclavo es un delito que debe de ser castigado con todo el peso de la ley.
Que una cultura determinada progrese implicará necesariamente que cuando voltee al pasado (incluso al próximo) vea algunas posturas, conductas o actitudes que en la actualidad son criticadas o restringidas.
¿Y nos vamos a martirizar por eso?
Y lo más grave del asunto, de esta cultura de la autotortura con nuestro pasado, es que es imposible progresar cuando como especie guardamos mucho resentimiento hacia nosotros mismos y hacia nuestra historia.