La otra vez hice un ejercicio. En Goodreads (que es algo así como una red social enfocada a libros) tengo la lista de casi todas las obras que he leído en mi vida. Entonces me puse a contar cuántos de esos habían sido escrito por hombres y cuántos por mujeres.
Resulta que los libros escritos por el género femenino no no llega si quiera al 10%. De 232 libros que he leído, tan sólo 23 son de autoras. ¡23 libros!
Sigo: de los libros escritos por mujeres que he leído ninguno fue escrito antes del siglo XIX, y ciertamente, conforme son más actuales son, el número de escritoras aumenta. Pero incluso si tomara como referencia los libros escritos en el siglo XXI, los hombres siguen dominando.
No, no soy alguien que desprecie la literatura femenina, ni pienso que sean menos capaces al escribir. Cuando selecciono qué libro leer me fijo en muchas cosas pero no en el género del autor o la autora. Creo que más bien esto tiene que ver con el papel de los géneros en el quehacer público de donde la mujer ha quedado relegada. Y también refleja, que de alguna u otra forma, ha ganado muchos espacios con el tiempo.
Naturalmente no tiene que ver con la capacidad. Basta leer a Hannah Arendt o Simone de Beauvoir para percatarse de que la mujer no tiene impedimento alguno. Si en algo destacan estas autoras es en su gran capacidad de análisis y argumentación. La obra de Arendt llamada «The Origins of Totalitarianism» es tan excelsa que seguramente muchos politólogos hubieran querido escribir algo así en sus vidas.
¿O qué decir de Orgullo y Prejuicio de Jane Austen? Dada la época en la que vivía, ella salía poco de casa, no viajaba, y casi no andaba en las calles. Casi recluida en una habitación donde podía ser interrumpida a cada rato, según afirmó Virginia Woolf, escribió esta gran obra. La escribió con la desventaja de no poder ser una «mujer de mundo» (en el buen término de la palabra) que pudiera salir más allá de la burbuja familiar, que pudiera viajar y tener una perspectiva más amplia del mundo.
Las mujeres comenzaron a escribir novelas, que era lo más natural dado que para ello no requería la experiencia de estar en la academia u ocupar cargos que la dotaran de experiencia. Conforme la mujer comenzó a ganar más espacios, entonces sí llegaron los libros de otras disciplinas. Sin embargo, hasta la fecha las mujeres han contribuido muy poco a la filosofía occidental la cual ha estado dominado casi por puros hombres. Su participación comenzó a tomar cierta relevancia hasta el siglo XX con figuras con posturas muy distintas como María Montessori, la propia Simone de Beauvoir, Edith Stein, o Ayn Rand. Pero hasta la fecha no han instaurado corrientes de pensamiento como lo han hecho los hombres.
Pero por otro lado, partiendo de que el papel histórico de la mujer fue quedarse en casa a cuidar y educar a sus hijos, entonces podemos hablar de alguna suerte de influencia implícita dentro de los filósofos y pensadores de ese entonces. Tal vez no hubiésemos conocido a varios de ellos si durante su infancia no hubieran tenido una madre que los criara. Dentro de la filosofía occidental dominada y construida por el género masculino, deberíamos también reconocer que la influencia de la mujer es más relevante de lo que se piensa.
El pensamiento de la mujer es cada vez más relevante dentro de la sociedad. Cada vez escriben más obras y publican más papers. Según Steven Pinker, el papel cada vez más activo de la mujer podría guardar alguna relación con la disminución de la violencia a nivel global porque dice, que su creciente presencia incentiva a los hombres a ser menos violentos y agresivos. Hasta hace poco la mujer había sido mera espectadora de los cambios políticos, sociales y culturales. Ya no lo es, y seguramente en un futuro la forma de organización de la especie humana estará más influenciada por el pensamiento de las mujeres de lo que lo está ahora.
Las mujeres tienen mucho que aportar y ya nos han mostrado una y otra vez dentro de la literatura que tienen la capacidad para hacerlo. Serán cada vez más mujeres las que escribirán libros, las que influirán sobre las corrientes de pensamiento, sobre la filosofía, la política y hasta la economía. Mi experimento es un reflejo de la participación de las mujeres en el quehacer público. En el pasado fue nulo, pero cada vez se han ganado más espacios. Todavía falta, pero ya podemos decir que la mujer tiene una papel activo en la cultura, en la filosofía y en la política de nuestros tiempos.